La intempestiva renuncia del secretario de Hacienda, Carlos Urzúa , no sólo por los graves motivos que esgrime y las denuncias públicas que formula, sino por el momento de fragilidad y caída que sufre la economía mexicana, representan un duro golpe a la credibilidad y la confianza del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador en materia económica .

Con Urzúa se va una de las pocas mentes moderadas y estrictamente técnicas que, con su imagen y prestigio, sostenían con alfileres la política económica de este gobierno y su salida, a querer o no, aumenta la incertidumbre y el nerviosismo que las políticas lopezobradoristas despiertan en los inversionistas nacionales y extranjeros.

La sustitución anunciada de inmediato por el presidente López Obrador, con el nombramiento del subsecretario Arturo Herrera , como nuevo titular de la SHCP, deja más dudas que certezas.

Primero porque aunque a Herrera se le reconoce capacidad técnica y conocimiento del tema hacendario, incluso algo de prestigio en el extranjero, ha sido el propio presidente quién se ha encargado de minar a su nuevo secretario, al que ha desmentido y reprendido públicamente por decir cosas como que “la refinería Dos Bocas no se construiría por ser inviable”, algo que fue negado por el presidente descalificando totalmente la opinión de Herrera, o la propuesta de analizar el regreso de la tenencia como un impuesto federal para fortalecer la recaudación y mejorar los programas de mejoramiento ambiental.

Pero lo más grave, además de que opta por un secretario de Hacienda que no llega aún al peso completo que reclaman los mercados internacionales y al que él mismo ha descalificado públicamente, es que en el anuncio en redes sociales, por el que acepta la renuncia de Carlos Urzúa y asciende a Herrera, el presidente ignora olímpicamente las graves denuncias formuladas por Urzúa en su carta de renuncia, como la existencia de “conflictos de interés en personajes del actual gobierno que le han impuesto funcionarios sin conocimiento de la Hacienda Pública”, o la más delicada, sobre la toma de decisiones de política pública “sin sustento” y basadas en “extremismos” ideológicos.

Nada de eso respondió López Obrador, que se limitó a descalificar a Carlos Urzúa, que hasta hoy le sirvió lealmente y acatando recortes y manejos presupuestales fuera de toda lógica de política económica, al decir que “no estaba de acuerdo con algunas decisiones que estamos tomando” y que se negaba a cambiar la política económica de siempre y no aceptaba “el cambio” que su gobierno está haciendo hacia una nueva economía.

Es decir que, una vez más, el presidente responde a argumentaciones y cuestionamientos técnicos, con argumentos ideológicos, políticos y demagógicos, con lo que tácitamente le da la razón a su ex secretario de Hacienda.

Para nadie es una buena noticia una renuncia como la que se dio hoy del titular de Hacienda que no sólo es, en teoría, el jefe del Gabinete económico y la cara de la política económica ante los empresarios nacionales y extranjeros.

Y mucho menos porque, y en eso sí tiene razón el presidente, la renuncia de Urzúa, los términos en los que se da y el delicado momento económico que vive el país, con una economía a la baja y la imposición de aranceles de Donald Trump a las exportaciones mexicanas, demuestran que efectivamente, la Cuarta Transformación ha empezado a crujir, pero no necesariamente por los cambios que promete el presidente, sino porque algunas de sus cabezas más importantes, empiezan a ver inviable el modelo económico que pretende imponer en el país.

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