La renuncia de Raúl Cervantes como el tercer procurador de la administración Peña Nieto, a 10 días de cumplir su primer año en el puesto subraya una doble crisis, la institución encargada de procurar justicia en el país y el quiebre de un grupo político clave en el régimen.

Cervantes Andrade tuvo un respaldo abierto primero para ser senador de la República, luego de presidente de la Cámara alta, aspirante a ministro, procurador y prospecto para Fiscal General. Un perfil inusitado para un personaje que si bien había acumulado prestigio como abogado privado ostentaba una trayectoria política y judicial en temas penales muy modesta.

La complicación para sacar adelante el nombre del nuevo Fiscal General y del Fiscal Anticorrupción tenía en Raúl Cervantes uno de sus factores principales como lo reconoció él mismo en su mensaje de renuncia esta mañana. Si bien es deseable que los nombramientos pendientes salgan ahora adelante, el Senado como responsable de este proceso se enfrenta a su propia crisis interna y no está claro si será capaz de hacer su trabajo en los términos necesarios.

Es difícil en este momento imaginar cuál es el futuro político de Raúl Cervantes, en caso de que él mismo no decida regresar a la práctica privada de la abogacía y olvidarse de la política que siempre es vanidosa. No debe descartarse, sin embargo, que se le proponga para ser diputado federal o alguna otra encomienda lejana a los horizontes que algún día acarició.

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