Día con día, semana tras semana, el presidente Peña Nieto parece desgranar señales de tácticas que acabarán delineando su estrategia para que el PRI conserve la Presidencia de la República. Puede ser que lo logre o no, pero a decir de testigos directos, el proceso parece apasionarlo, al grado incluso de disfrutarlo.
Estos movimientos —indicios francos algunos, muy sutiles otros— configuran piezas que ya se pueden enumerar. Le adelanto tres polos iniciales.
1.— Cohesión y unidad; candidato, después. En encuentros privados, en las reuniones con los legisladores de esta semana, en frases durante entrevistas por el 5to Informe de Gobierno, hay un concepto que luce como binomio: Presidente fuerte-unidad de priístas.
“Estoy en la etapa de concretar y consolidar proyectos (…) espero cerrar con mucha fuerza”, dijo Peña Nieto al director editorial de este diario, David Aponte, en la entrevista publicada ayer. Quien esté imaginando la postulación priísta en octubre o noviembre, puede decepcionarse. En reuniones en círculos reducidos, el Presidente ha hablado de una candidatura en enero… o febrero.
Pero su mayor enfoque parece orientado hacia construir, incluso en forma minuciosa, cohesión en torno suyo por parte del oficialismo y sus aliados. En las citadas reuniones con senadores y diputados desechó la foto de grupo; en cambio, los llevó al despacho presidencial para tomarse una foto con cada uno, a lo que sumó un breve diálogo, con preguntas, envío de mensajes a personajes regionales, palmadas en la espalda, beso en la mejilla de las damas, sonrisas…
Se equivocará quien lo entienda como un afán protagónico. Morena está en campaña abierta para seducir a personajes priístas de todo rango, incluso gobernadores. El PRI puede estar encarando su mayor riesgo de deserción en 30 años, desde que en 1987 Cuauhtémoc Cárdenas, Rodolfo González Guevara y Porfirio Muñoz Ledo crearon la Corriente Democrática —contra Miguel de la Madrid y su álter ego, Carlos Salinas de Gortari— que derivó en el PRD y en Morena mismo.
A esa Corriente se sumó en aquella época un impaciente y entonces casi anónimo líder priísta tabasqueño, llamado Andrés Manuel López Obrador. El PRI fue cimbrado por ese grupo en 1988; su candidato presidencial fue asesinado en 1994, y acabó siendo echado de Los Pinos en 2000. Ernesto Zedillo entró en conflicto con su partido desde 1997, le impuso una consulta interna en 1999 para definir la candidatura de Francisco Labastida, y finalmente pareció no tener interés en que su partido conservara la Presidencia. Peña Nieto es, gramo por gramo, el lado contrario de esa la moneda zedillista.
2.— Los gobernadores, pieza clave. Existe un giro notable en la administración Peña Nieto hacia los gobernadores, tras múltiples evidencias de resquemores en diversas entidades. El secretario de Hacienda, José Antonio Meade, fue instruido para acercarles todos los apoyos financieros posibles, lo que resulta propicio para su precandidatura. En la Ciudad de México, pero especialmente durante sus viajes, el Presidente ha intensificado diálogos privados con gobernantes, de su partido y de otras organizaciones políticas. Un gobernador consultado por este espacio definió una reciente charla con Peña Nieto como “con agenda muy amplia”.
La inminencia de la negociación del presupuesto federal para 2018 será una plataforma propicia que acercará a los gobernadores a la casa presidencial, incluso a los del PAN, que acusan a su dirigente nacional, Ricardo Anaya, de haberlos abandonado en ese trance el año pasado.
3.— El descarte de Emilio Gamboa. “Ya llegó el oráculo”, expresó Peña Nieto cuando llegó a su reunión con los senadores priístas el coordinador de la bancada, Emilio Gamboa. Como lo hizo también con los diputados, el Presidente dijo en público, en presencia del gabinete en pleno: “Aquí se halla quien será nuestro candidato”, pero corrigió con “bueno, sí; quiero decir que será de casa”, cuando se escucharon voces anónimas de “¡Ivonne (Ortega)!” y “¡Manlio (Fabio Beltrones)!”.
Días antes, en un acto que se demostró como notablemente fallido, Gamboa Patrón había reencarnado el estilo de Fidel Velázquez, que nació con el siglo pasado y murió hace dos décadas. Dijo Gamboa en conferencia de prensa y lo ha repetido en entrevistas, que hay sólo cuatro finalistas para la candidatura presidencial priísta: Aurelio Nuño, José Antonio Meade, José Narro y Miguel Ángel Osorio. La lectura fue de rudeza innecesaria contra otros aspirantes.
Es casi inevitable la presunción de que Gamboa —quien la semana pasada cumplió 67 años— convenció al Presidente de emplear tal recurso. En respuesta, Osorio Chong intensificó sus confidencias de que está al margen del proceso “y ya no quiero estorbar…”. Su paisana, la yucateca Ivonne Ortega, intensificó críticas al “PRI de cúpulas”. La legendaria amistad con Manlio Fabio Beltrones, de quien Gamboa se dice “hermanito”, parece del todo rota desde hace tiempo. El sonorense cumplió años el miércoles y no tomó reiteradas llamadas de felicitaciones de Gamboa.
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