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El rostro más visible de México ante el mundo financiero, la empresa Petróleos Mexicanos (Pemex), es descrito ya como un pozo maloliente y sin fondo, podrido hasta su esencia por la ineficacia y la corrupción. Las apuestas corren sobre cuánto tiempo podrá pasar antes de que arrastre hacia un hoyo negro la economía entera del país.
Intrigas de pasillo han filtrado a los medios indicios de incompetencia por parte de las nuevas autoridades del sector, particularmente de la secretaria de Energía, Rocío Nahle, embarcada en un presunto enfrentamiento con el director de Pemex, Octavio Romero, y señalada de manipular información entregada a la Presidencia, por lo que sus días en el gobierno estarían contados. Pero esta crisis no se reduce a una pugna de egos por poder burocrático.
Los verdaderos conocedores del sector se preguntan las razones por las que la administración López Obrador ha decidido no deslindarse, públicamente, de los personajes y las políticas que durante el pasado sexenio, año tras año, hundieron a la empresa productiva más importante del Estado, ligada históricamente a la soberanía nacional y que no tendrá salvación sin un profundo sacudimiento, como se esperaría de un gobierno que ha ofrecido un cambio de régimen.
Pemex es la compañía petrolera más endeudada del mundo, por encima de 105 mil millones de dólares. Debe pagar la tercera parte en los próximos tres años. Será imposible que lo haga sin contratar más deuda, contra lo prometido por López Obrador, salvo que esa carga sea transferida al propio gobierno, como se hizo al menos en dos ocasiones durante la gestión de Enrique Peña Nieto para “salvar” a Pemex de sus propios vicios.
La pasada administración asumió primero 182 mil millones de pesos para cubrir gigantescos pasivos laborales producto de los privilegios que disfruta el sindicato que encabeza el controvertido dirigente Carlos Romero Deschamps. El tipo de líderes que, nos dijeron, desaparecerían con la Cuarta Transformación pero que hoy siguen tan campantes. Más tarde, en 2016, se convirtieron en deuda pública (que se deberá pagar con los impuestos de todos) adeudos a proveedores por otros 147 mil millones de pesos.
De acuerdo con diversas consultas efectuadas por este espacio, dichos proveedores inflaron sus tarifas cuando ya se avistaba el desplome en los precios del petróleo, y así las mantuvieron incluso cuando el valor del barril se fue al piso, gracias a que contaban con contratos multianuales otorgados durante la gestión de Emilio Lozoya (2012-2016). Un periodo considerado entre los más ruinosos en la historia de Pemex.
Cuando el mundo del petróleo recortaba dramáticamente gastos entre 2014 y 2015 ante la inminencia de la caída en precios, Pemex con Lozoya siguió generando altos costos de producción, usando entre 30% y 50% más trabajadores por barril de petróleo producido, y entre 5 y 10 veces más mano de obra por barril de refinados. Según las fuentes consultadas, ello hace que el costo por barril sea hoy en Pemex de 19 dólares en promedio, mientras que otras petroleras, incluso la brasileña Petrobras, tengan ese mismo concepto en 13-15 dólares.
Lozoya permanece sin ser importunado ni con el pétalo de un citatorio para una indagatoria administrativa. Las dudas sobre su desempeño incluyen presuntos sobornos de la corporación brasileña Odebrecht que pudieron haber ido a dar a la campaña presidencial de Peña Nieto, hasta la posible responsabilidad por haber hecho que Pemex incursionara en negocios desastrosos, apoyado en una desaforada contratación de deuda y pérdidas que no hacían más que acumularse.
En febrero pasado, ya en la administración de López Obrador, éste mismo informó que la Función Pública investigaba presuntos desvíos de Miguel Ángel Lozada, director de la filial Pemex Exploración, un ingeniero petrolero de la UNAM con 35 años en el sector. Ahora se sabe que está inhabilitado. ¿Será este el pez más gordo, o se trata de un simple chivo expiatorio de los que el Presidente ofreció que no habría?
El reciente informe presentado por Pemex sobre sus resultados financieros al cierre de 2018 da cuenta de un intento de corrección a cargo de los dos últimos directores del sexenio anterior, José Antonio González y Carlos Treviño, con menos deuda, gasto a la baja y aumento en los ingresos. En el círculo de sus colaboradores se asegura que también presentaron (en forma notablemente tardía) denuncias penales sobre irregularidades, sin que se sepa en qué resultaron.
Pronto, en el reporte del primer trimestre de Pemex, empezaremos a conocer hacia dónde pretende hacer navegar este desastre el gobierno de López Obrador. Nadie parece estar optimista sobre el desenlace de esta historia.
rockroberto@gmail.com