Puede y debe concederse que los integrantes del equipo de campaña anunciados ayer por José Antonio Meade acumulan trayectoria y destrezas específicas. Pero lo que no ofrecen, en su abrumadora mayoría, es novedad alguna. Han estado ahí desde hace meses, laborando en los “cuartos de guerra”, sin que hasta ahora se haya logrado el objetivo de relanzar al líder de este proyecto como un candidato viable a la Presidencia de la República .

Tres “war rooms”, como llaman los modernos a los equipos de coordinación, se han desempeñado en torno al abanderado de la coalición formada por PRI, Partido Verde y Nueva Alianza: Político, Jurídico y de Comunicación. El mayor peso, naturalmente, está radicado en el primero.

Este es conducido, como los otros dos, por Aurelio Nuño , a quien se suma el vicecoordinador Eruviel Ávila . Y es formado por líderes de los partidos aliados: Enrique Ochoa y/o Rubén Moreira , por el PRI; Carlos Puente o Arturo Escobar o Jesús Sesma, en sucesivas suplencias, por el Verde; Luis Castro por Panal. A ello se agregan personajes variopintos: por el Congreso, Emilio Gamboa y Carlos Iriarte. También tienen una silla dos dinosaurios priístas: José Murat y José Ramón Martel. Más el ex procurador Raúl Cervantes .

Hasta ahí salvo Nuño y de manera marginal Ochoa, poco puede decirse de los citados en cuanto a su cercanía política, personal e incluso generacional con el candidato. La contraparte en el equipo Político la aportan sólo su padre, Dionisio Meade; Vanessa Rubio, Eduardo del Río, Manolo Reynaud y el abogado Emilio Suárez Licona, que a su vez coordina al “war room” Jurídico.

Miembros de estos grupos consultados por el autor de este espacio coinciden básicamente en el mismo diagnóstico: se está haciendo un trabajo táctico, a veces para el día siguiente, pero se carece de una visión estratégica, o se ignora quién y dónde se definen las verdaderas líneas acción.

Algunos comentarios recogidos dan cuenta sin embargo, de que cada vez más asuntos delicados parecen ser resueltos internamente. Contra la percepción de que inicialmente todo se consultaba con la residencia presidencial, temas delicados como el manejo de la crisis PRI-Manuel Velasco en Chiapas, han sido procesados mediante consultas concretas entre Aurelio Nuño y el candidato, y compartidas de inmediato con los operadores centrales de los equipos.

Participantes directos subrayan por otra parte, debilidades notables de la campaña en materia de discurso, y un divorcio notable entre las propuestas generadas y los temas que la gente está discutiendo en las calles, lo que puede variar de ciudad a ciudad, incluso de un barrio a otro.

Asimismo, creen urgente desarrollar específicamente en el candidato dos facetas: mayor carisma y capacidad de arenga. Lo primero se podría lograr no cambiando su personalidad o aspecto, sino logrando una conexión diferente, con un público al que hasta ahora le es ajeno, si no es que lo rechaza. Lo segundo no demanda discursos con voz engolada ni ademanes teatrales, sino transmitir pasión por causas que los ciudadanos compartan.

Las capacidades de comunicación suponen otro núcleo de inquietud, especialmente por la profusión de actores, pues cada político que se acerca al equipo aporta su propio comunicador. Esto es ya una pesadilla para Eduardo del Río, operador de confianza del candidato, quien ayer fue ubicado en el número 12 de la lista anunciada, como coordinador de Comunicación Social.

En el número 6 de ese listado figura a cargo de “estrategia de comunicación”, Alejandra Sota, ex vocera de Felipe Calderón y consultora cercana de Luis Videgaray , acaso el hombre que ejerce mayor influencia sobre el presidente Enrique Peña Nieto y cuya mano puede identificarse en otros personajes del equipo anunciado, como Baltazar Hinojosa, aspirante frustrado a la gubernatura de Tamaulipas y hoy “coordinador para el campo” en la campaña. En el número 7 de la misma lista se halla Alejandra Lagunes, coordinadora de redes sociales, a quien se le ve orientada a una senaduría plurinominal por el Partido Verde.

Las fuentes consultadas sobre la dinámica que observan los “war rooms” de la campaña destacaron, con notorio pesar, el acartonamiento y la formalidad. “Antes de que José Murat o Emilio Gamboa aporten una propuesta o una idea, se sienten obligados a endulzar sus palabras con la enumeración de los cargos del aludido, las certezas de una amistad inquebrantable por décadas…para luego casi siempre decir que están de acuerdo”.

Y esta manía no es necesariamente generacional. Los mismos aspavientos y cortesanías dispensa el dirigente Enrique Ochoa en todo momento, muy especialmente si debe mencionar el nombre de Aurelio Nuño. Y entre los halagos mutuos, la pobreza de ideas y que la materia a discutir no toca asuntos de fondo, las cosas no parecen estar avanzando en verdad. Mientras, la cita con las urnas se halla cada vez más cercana.

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