El gobierno de López Obrador presentó ante la Fiscalía General, que encabeza Alejandro Gertz, una denuncia por enriquecimiento inexplicable y otros ilícitos en contra de Carlos Romero Deschamps, quien en enero inició un nuevo periodo al frente del sindicato petrolero, que pretende dirigir hasta 2024.
En los próximos meses se conocerá si existe voluntad política para llevar ante la justicia a este personaje que encarna la más grotesca versión del líder gremial que hace ostentación de poder, riquezas y un amplísimo círculo de complicidades, mientras en su entorno crecen señalamientos de vínculos con el crimen organizado, fraude, extorsión y tráfico de influencias.
A la sombra de esta historia se han conocidos episodios propios de una caricatura política, como Paulina Romero Deschamps, hija del dirigente, presumiendo en sus redes sociales lujosos viajes por todo el mundo, o el uso de jets privados en los que sus tres perros ocupan asientos ejecutivos forrados en fina piel. También, fotografías de estos mismos perros (“Keiko”, “Boli” y “Morgancita”, los bautizó) descansando en la cama de una suite de lujo. O como José Carlos Romero, su hijo, piloteando un Ferrari con pátina de oro.
En mayo de 2017, tras cinco años de que se empezaron a conocer sus escándalos, la citada Paulina casó con Juan Carlos Rentería, él mismo usufructuario de contratos sospechosos con Pemex. La clase política entera acudió al festejo. Nadie quiso recordar el enojoso antecedente de que el sindicato petrolero aportó 1,500 millones de pesos, en efectivo, a la campaña presidencial del PRI en el 2000, cuando postuló a Francisco Labastida Ochoa.
Hoy parecen correr nuevos vientos. La nueva legislación laboral (que impone una vida sindical más transparente), una creciente disidencia interna y la escasez de recursos en Pemex alentarán el deterioro político de este dirigente trepado al poder en 1996 por reacomodos tras el derrocamiento de Joaquín Hernández Galicia “La Quina” en enero de 1989, 40 días después de que Carlos Salinas de Gortari asumiera la presidencia.
La duda no parece radicar ya en si Romero Deschamps será echado del puesto, sino cuándo y qué rol desempeñará la administración de López Obrador. Es probable que presenciaremos una larga agonía. No es este quizá el principio del fin del cacique petrolero. Estamos acaso al final del principio de su caída… salvo sorpresas de última hora.
No hay que descartar que López Obrador deba ofrecer la cabeza de Romero Deschamps como evidencia de que la esfera sindical mexicana está siendo saneada, como se reclama desde Estados Unidos en plena negociación del nuevo tratado comercial de Norteamérica, el T-MEC, que incluye un fuerte capítulo laboral que favorece una transformación de los gremios, con mayor democracia interna y aumento de salarios.
A finales de marzo pasado se le dio reconocimiento oficial a otro sindicato petrolero, denominado Petromex, que asegura aglutinar ya a 40 mil de los 200 mil trabajadores de base y temporales regidos por el contrato colectivo de trabajo suscrito por Petróleos Mexicanos, la alicaída empresa productiva del Estado que dirige Octavio Romero, paisano y uno de los colaboradores de mayor confianza del presidente López Obrador.
Petromex, que dirige una mujer, Yolanda Morales Izquierdo, radicada en Tabasco, planea disputarle la titularidad del contrato al Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, a cuyo frente ha sido reelecto en seis ocasiones Romero Deschamps, que en enero pasado cumplió 75 años. Desde hace cinco décadas es trabajador de Pemex, y en cinco ocasiones ha sido legislador federal: tres veces diputado y dos senador.
En octubre pasado, Romero Deschamps logró el alarde de renovar las 36 secciones que integran al sindicato con apego a las nuevas disposiciones legales que obligan a una votación personal, libre y secreta. Los dirigentes seccionales electos son en su mayoría incondicionales. De ese tamaño es el control en gremio, apoyado por cacicazgos regionales.
Sin una determinación gubernamental, la ruta de una insurrección interna puede ser, por tanto, muy larga, aunque mucho se ha avanzado. Apenas en 2011, según ha documentado el reconocido abogado laboral Manuel Fuentes, tres activistas sindicales encararon acusaciones penales, con cargos ficticios, por el solo hecho de exigir la caída de Romero Deschamps. Desde entonces, grupos disidentes han cobrado mayor fuerza. Su unificación junto con otros grupos construiría seguramente una alternativa real ante el control caciquil existente hoy.
rockroberto@gmail.com