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Para Alfredo Rivera y Miguel Ángel Granados Chapa
, pioneros en esta batalla
contra el cinismo.
En la primavera de 1993, una llamada sobresaltó el sueño del entonces gobernador Jesús Murillo Karam, que había iniciado su gestión apenas en abril de ese año. Del otro lado de la línea el mandatario escuchó la voz alterada de Gerardo Sosa Castelán, considerado voluntad absoluta dentro de la Universidad Autónoma Estatal de Hidalgo (UAEH) y ubicado durante décadas como protector de grupos de choque.
En las horas previas, jóvenes armados y alcoholizados, que se dijeron alumnos de la Universidad, habían vandalizado comercios como parte de una ruidosa parranda pública. La policía los había arrestado.
Al teléfono, Sosa Castelán subió la voz para exigir a Murillo la liberación inmediata de los sedicentes estudiantes. Como respuesta tuvo una indicación:
“Antes de que sigas hablando, asómate al ventana de tu casa y verás a una patrulla cuyos tripulantes están esperando la instrucción de detenerte …”, dijo el gobernador.
“¿De qué se trata?”, inquirió el hombre que había usado la fuerza de la Universidad para ser dirigente de la burocracia estatal, legislador local y federal. Y al que le se atribuía haber convertido a la Federación de Estudiantes de Hidalgo (FEUH), fundada en 1966, en una aparato de extorsión política y criminal.
“Se trata de decidir quien manda aquí, ¿tú o yo?”, le reviró Murillo.
Adolfo Lugo Verduzco, que había gobernado en el periodo anterior (1987-1993), fue sumiso ante el poder del llamado Grupo Universidad que conducía Sosa Castelán con la FEUH como brazo armado, y que para entonces ya controlaba media docena de alcaldías, diputaciones locales y el llamado Frente Juvenil Revolucionario del PRI.
Un comando de la FEUH que en 1984 había llegado al grado de secuestrar al delegado del PRI en el estado, Miguel Ángel Barberena (que después sería gobernador de Aguascalientes), en vísperas de la definición de candidaturas del PRI para alcaldías.
En medio de una de esas crisis, Lugo Verduzco (heredero en línea directa del cacicazgo iniciado en los años 20 del siglo pasado por Javier Rojo Gómez) se reunió con líderes de FEUH, encabezados entonces por Agustín Sosa Castelán. Los medios locales consignaron una frase reveladora del entonces gobernante: “¿Quién no va a pensar que estoy hablando ante un futuro gobernador o alcalde…?”.
Así de pusilánimes se habían comportado los gobiernos de un estado históricamente sometidos a cacicazgos de todo género, entre los que hoy perdura el del Grupo Universidad, de Sosa Castelán, retratado en 2004 por el libro titulado “La Sosanostra. Porrismo y colusión en Hidalgo”, bajo autoría del periodista Alfredo Rivera y prólogo del columnista Miguel Ángel Granados Chapa.
Sosa interpuso demandas y apelaciones en su contra durante siete años, hasta que en 2011 todos los implicados fueron absueltos, meses antes del fallecimiento de Granados Chapa. Desde la Corte, una voz fue crucial en favor de la libertad de expresión, la ministra Olga Sánchez Cordero, actual secretaria de Gobernación.
En esa misma época de mediados de los 2000 surgió otro libro: “Política y Gobierno de Hidalgo”, bajo la firma Arturo Herrera Cabañas. El trabajo había sido elaborado en los años 80 pero no vio la luz sino hasta entonces, en vísperas de la definición de la postulación del PRI de su candidato a la gubernatura, que disputaron Sosa Castelán, entonces líder del Institucional en el estado, y Miguel Ángel Osorio Chong, quien ganó la contienda interna, gobernaría la entidad, brincaría luego a la Secretaría de Gobernación y hoy coordina una exigua bancada del priismo en el Senado.
Sosa Castelán comenzó a ser marginado por el PRI y desde 2009 se recluyó en el Patronato Universitario de la UAEH, donde controla no solo sus finanzas sino toda su vida interna. Su larga lista de parientes siguen desempeñándose en cargos públicos. Brincaron de un partido a otro según convino a sus intereses, y en esa dinámica acabaron usufructuando en la entidad la franquicia de Morena.
Tal es el antecedente de la declaración hecha por el rector de la Universidad, Adolfo Pontigo, al revelar que las cuentas de la institución (una de las cuales fue congelada por la Unidad de Inteligencia Financiera, que conduce Santiago Nieto) son controladas por el Patronato que dirige Sosa Castelán.
Postigo es una hechura plena del tenido por cacique universitario. Antes de ser rector se desempeñó como secretario académico y antes aún fue director de Recursos Humanos, siempre bajo el ala bienhechora de Sosa, a cuyo servicio puso nombramientos y promociones de sus incondicionales.
En consecuencia, se avista un fractura en este grupo de poder, quizá la primera verdadera en más de medio siglo, con efectos impredecibles en la vida política del estado y del país mismo.
rockroberto@gmail.com