Un amplio grupo de actores parecen haber sellado un acuerdo insólito, esencialmente confidencial, que atraviesa siglas partidistas y espacios de poder. Como se evidenciará en las próximas semanas, se trata de una alianza con el fin superior de impedir que Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador, conquiste en las elecciones del próximo año el gobierno de la Ciudad de México, y con ello dinamitar también sus aspiraciones de ganar Los Pinos.

Esta coalición en marcha incluye desde luego no sólo al frente oficial (PRD, PAN y Movimiento Ciudadano). Indicios apuntan ya a que a esta causa se sumarán, explícita o implícitamente, los partidos Verde y Nueva Alianza, que marchan al lado del PRI en el plano nacional. Hay incluso señales de que el propio Institucional, que postula a Mikel Arreola, estará alineado, en los hechos, dentro de una estrategia general.

Hasta hace algunas semanas el propósito en el que habían avanzado los arquitectos de este bloque anti-AMLO incluyó a los partidos Encuentro Social (PES) y del Trabajo (PT), cuyos dirigentes ofrecieron en su momento a Ricardo Monreal postularlo para la ciudad junto con el frente referido. Los pasos dados en días posteriores por López Obrador para reconciliarse con Monreal y sellar un acuerdo con PT y PES obedecieron sustantivamente a evitar tal escenario, de acuerdo con fuentes confiables consultadas por este espacio.

En estos días cargados de religiosidad, el lector perdonará una licencia para describir el fenómeno político todavía en germen en la capital del país como similar a las Cruzadas, que hace 10 siglos aglutinaron a ejércitos de todo Occidente para echar fuera de Tierra Santa a los infieles musulmanes y judíos.

Y si el papa Urbano II fue el inspirador de aquella larguísima y finalmente fracasada campaña militar, hoy en la Ciudad de México el general en jefe, el comandante de este cruzada se llama Miguel Ángel Mancera.

En el funcionario capitalino se halla encarnado formalmente el estratega esencial para una confrontación de la que muy probablemente dependerá el resultado mismo de la contienda presidencial.

Mancera abandonó inopinadamente la ruta de colisión con Ricardo Anaya por la candidatura del frente, pero quedó al mando de una tarea para la cual le ha mostrado subordinación una amplia gama de actores, lo que es difícil de entender sin la influencia del PRI y la administración Peña Nieto.

Cabe aquí consignar de entrada los acercamientos públicos entre los dirigentes capitalinos del Verde, Carlos Madrazo, y del PRD, Raúl Flores. Ninguno de los dos tiene autonomía por tratase de organizaciones subordinadas al PRI en el primer caso, y al señor Mancera, en el segundo.

Un estrecho (y controvertido) colaborador del jefe de Gobierno, su consejero jurídico, Manuel Granados, fue designado de forma expedita nuevo dirigente nacional del Partido de la Revolución Democrática el pasado día 9. Granados representará un contrapeso dentro del PRD al principal operador del gobierno de la ciudad, el todavía más polémico Héctor Serrano.

En esa misma fecha, día sábado, Mancera convocó a su despacho a otros tres personajes cercanos: Alejandra Barrales, Salomón Chertorivski y Armando Ahued, para confirmarles que uno de ellos sería el candidato del frente a sucederlo; les explicó las reglas y les aseguró que tendrían un trato equitativo, “lo que a mí me fue negado (hace seis años, al final de la administración de Marcelo Ebrard)”.

Mancera dispone de la disciplina absoluta de las corrientes internas del PRD. El resto de los partidos del frente está en espera de lo que él decida para actuar según sus dictados. Todo el ecosistema nacional del PRD, lo que incluye a precandidatos para múltiples cargos de elección, ha sido impelido a viajar a la capital para someter a consulta de Mancera y de su equipo sus pretensiones, lo que está favoreciendo el cierre de acuerdos y favores por cobrar.

En tal contexto, sostienen integrantes de su primer círculo de colaboradores, Mancera habría decidido tomar distancia de quien se consideraba la virtual candidata del frente para el gobierno capitalino, Alejandra Barrales, e inclinarse por otra opción, que le garantice mayor cercanía personal y lealtad. Es sabido que en la tercera semana de enero se conocerán encuestas de preferencias entre los tres finalistas, pero las reglas establecen que tales sondeos sólo serán una elemento a considerar por el consejo que tomará la determinación correspondiente. Es decir, la que le sea ordenada.

El jefe de Gobierno capitalino se ha convertido por arte de este proceso en el punto gravitacional del PRD y de un bloque creciente de formaciones partidistas, por lo que toca a lo que todas éstas puedan hacer para influir en la suerte electoral de la Ciudad de México.

Nada mal, podría decirse, para un hombre que nunca ha militado formalmente en un partido, ni siquiera en el PRD que lo llevó al poder en 2012.

rockroberto@gmail.com

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses