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Los cuarteles generales de Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Margarita Zavala (citados en orden de relevancia en el promedio de las encuestas) reportan estar listos ante las exigencias básicas que supone un debate presidencial como el programado para este domingo.
Provocar equivocaciones, sacar de sus casillas al adversario, cumplir las expectativas que el público tenga sobre cada quien y tener eficacia en el post-debate para lograr que los medios y el público identifique un ganador, se hallan entre los objetivos a lograr. Y cada quien sabe ya qué hacer, según reportes allegados a este espacio.
Las estrategias hacia el debate comenzaron desde hace meses, lo que incluye no solo un creciente clima de guerra sicológica, sino golpes cuyo efecto ha sido administrado en el tiempo y será explotado en el momento clave. En este apartado deben incluirse desde los sucesivos señalamientos sobre el patrimonio personal y familiar del señor Anaya, hasta la conferencia de prensa ayer de Carlos Slim para tomar abiertamente distancia de Andrés Manuel López Obrador. Y desde luego, el revivido escándalo por los contratos irregulares en la Sedesol, de la que fue titular Meade Kuribreña.
Desde hace 60 años los debates presidenciales empezaron a ponerse en boga en el mundo, pues demostraron que en cada uno de ellos empieza de nuevo la campaña; que en ese momento todos están en condición de igualdad, sin importar quién va adelante en la percepción pública. Ese día se reparte baraja nueva, y cualquiera tiene la misma oportunidad de elevar sus votos cavando la tumba del adversario.
La dinámica de la contienda y la presencia exhibida en las encuestas marcará otra de las mecánicas tradicionales, al volver obligatorio que tanto Meade, postulado por la coalición que domina el PRI, como López Obrador, de Morena y sus aliados, vayan a tener a Anaya como objetivo claro de sus ataques. Meade, buscando el segundo lugar que sigue sin consolidar. López Obrador, para alejar al queretano.
Ello valdrá para Margarita Zavala, que dirigirá sus ataques sobre Anaya, a quien responsabiliza de haber sido marginada en el PAN, cuyo liderazgo le disputará frontalmente pase lo que pase el día de los comicios.
La señora Zavala llegará al debate consciente de que se revisarán con lupa sus posicionamientos con respeto a Meade a incluso sobre López Obrador, ante versiones de que en la parte alta de mayo podría declinar en favor de alguno de ellos, en función del lugar que cada quien tenga en las encuestas en ese momento.
En los cuartos de guerra del PRI y Morena han estudiado reiteradamente el video de la desastrosa visita de Anaya al ITESO de Guadalajara, donde tras un discurso de una hora y especialmente ante un cambio continuo de guión, con preguntas duras, el panista naufragó.
A su vez, integrantes de los equipos de Anaya y Meade tienen detectado que López Obrador mostrará su lado más temperamental si sus adversarios sacan a colación la notable participación que en la campaña y en la conducción de Morena exhiben sus hijos José Manuel y Andrés López Beltrán. Este último podría ser material específico de crítica, por su peso específico en la campaña, por haber impulsado a personajes cuestionables como candidatos a cargos de elección, o por reunirse en sitios públicos con leyendas negras de la política, como René Bejarano.
Los estrategas de PRI, PAN, PRD e incluso Movimiento Ciudadano dicen tener la certeza de que tocar en el debate a la familia de López Obrador puede hacer explotar al tabasqueño. Pero hasta hace algunos días mostraban reservas sobre la lectura que tendría el público hacia el uso del tema familiar en el debate.
Meade recibirá sin duda metralla uniforme sobre los señalamientos de corrupción extendida en el PRI y muchos de los gobernantes que ha llevado a sus puestos. Será difícil que el abanderado del bloque oficialista no cargue con una factura en este campo, salvo que por fin ensaye mayores márgenes de deslinde de los que ha intentado hasta ahora.
Más allá de todo lo anterior estarán las dotes de tribuno que cada quien exhiba, y el conocimiento de los temas que confeccionarán el debate. Meade muestra en este campo su apuesta mayor, por tener la mente más entrenada y una experiencia superior en el servicio público. Adicionalmente, se trata de un hombre que disfruta la polémica en corto.
Anaya cuenta con un manejo superficial de los temas, es un novato en el servicio público, pero también posee una mente ordenada, y más presencia que Meade. López Obrador es sin duda el más carismático del grupo, el más agudo políticamente, y debe preverse que lleve bajo el brazo cierta artillería de secretos de sus adversarios.
rockroberto@gmail.com