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En reuniones de equipo, en grupos pequeños o en forma individual, el presidente López Obrador ha dejado sentir a no pocos de sus principales colaboradores un reclamo por el bajo desempeño en las tareas que tienen encomendadas. Según testigos, por su tono y extensión, estas reprimendas podrían abrir la puerta a ajustes en la tripulación.
Cien días se cumplieron desde el arranque del gobierno. Un lapso breve que ha estado acompañado de un alto nivel de aceptación ciudadana hacia el mandatario. Sin embargo, la mayor parte de su gabinete no aprobaría un examen similar, entre otros motivos porque casi nadie conoce a los secretarios de Estado o miembros del gabinete ampliado.
En el lado opaco de esta historia se halla una de las funcionarias clave del modelo de régimen ideado. Se trata de María Luisa Albores, secretaria de Bienestar, a quien han estado expresamente dirigidos más de uno de los reclamos presidenciales.
Albores González (Chiapas, 1976) es una agrónoma que desarrolló programas de apoyo social y alentó cooperativas en la sierra norte de Puebla, entidad en la que complementó su formación académica con temas de pedagogía, emprendimiento y asistencialismo. No parece extraer de ese bagaje destrezas para acelerar los muchos programas sociales de López Obrador, planeados para alcanzar a decenas de millones de jóvenes, ancianos y un largo etcétera, de los que ahora solo se cuenta con algunas decenas de miles.
Ya en este espacio se ha subrayado la precaria situación de la secretaria de Energía, Rocío Nahle, inscrita según todos los testimonios en ruta de colisión con el director de Pemex, Octavio Romero, uno de los hombres de mayor confianza en Palacio Nacional.
Cien días son pocos para exigir resultados a Alfonso Durazo, secretario de Seguridad, o a Alejandro Gertz Manero, fiscal general. Son los responsables de combatir la inseguridad y la impunidad, dos caras de la misma moneda del crimen organizado. Las cifras de homicidios dolosos y otros delitos no dejan de crecer, por lo que la pregunta es por cuánto tiempo Gertz y Durazo podrán seguir echando mano del argumento de que recibieron un desastre.
Un espacio de solidez relativa pero no exento de sobresaltos, es el de la economía, que reposa en los hombros de Carlos Urzúa, secretario de Hacienda, sometido a presiones para obtener tajadas de un presupuesto federal con márgenes estrechísimos. En ese ámbito está creciendo rápidamente el peso de la oficial mayor, Raquel Buenrostro, parte del equipo desde que López Obrador gobernó la ciudad de México.
Algo similar puede decirse sobre el campo de la gobernabilidad, encomendado a Olga Sánchez Cordero, que debe funcionar con un equipo quizá demasiado compacto, formado en particular por Alejandro Encinas y Zoé Robledo, aunque destaca ya la labor de Jorge Alcocer, en particular en algunas negociaciones legislativas.
Si bien están hoy en la sombra, de lo que hagan estos hombres y mujeres del gabinete dependerá que persistan los niveles de aceptación hacia su jefe y al gobierno todo.
Apuntes: Washington, la capital norteamericana, espera este miércoles la visita de una misión del gobierno que incluirá a las secretarias Luisa María Alcalde, del Trabajo; a Graciela Márquez, de Economía, y a Jesús Seade, subsecretario en Cancillería para América del Norte. Los funcionarios mexicanos serán alertados de que la negociación del nuevo tratado comercial, el T-MEC, exhibe un retraso de al menos un mes por los cierres del gobierno Trump. Y que no hay ninguna garantía absoluta de que el Capitolio lo apruebe en este año tan lleno de asechanzas políticas.