El martes de esta semana tomé la decisión personal de renunciar a la conducción de Réplicas, un programa radiofónico vespertino que durante tres meses se transmitió por las emisoras más importantes del Instituto Mexicano de la Radio (Imer).

Asumo independencia y autonomía completa en la responsabilidad de esta decisión. Lo hice porque considero que era indispensable volver del conocimiento público una situación muy grave, enfrentada por este medio principal del Estado mexicano.

Los recortes a las dependencias del gobierno federal, originadas en el famoso memorando del tres de mayo relativo a la austeridad, vienen afectando de manera diferenciada a cada instancia.

Durante demasiados años el Imer sufrió deterioro y afectación presupuestal. A diferencia de otras áreas del gobierno con mejor suerte, las estaciones de este instituto se encontraban ya en los huesos, por decirlo de alguna forma, a la llegada del presidente Andrés Manuel López Obrador a la presidencia.

El Imer no tenía grasa ni músculo que rebajar, y sin embargo el presupuesto que asignó para el 2019 la Cámara de Diputados dejó en vulnerabilidad extrema a la dependencia. A lo anterior se sumó el memorando del tres de mayo que significó para la principal radio pública del país una circunstancia gravísima y fracturante.

Como respuesta, la dirección del Imer, que con gran dignidad encabeza Aleida Calleja, contempló la traumática decisión de despedir a 240 personas trabajadoras, a partir del próximo lunes primero de julio. Esto habría significado la salida del 35% del personal de la dependencia.

Entre otras consecuencias iba a ocurrir la eliminación de 38 de 53 proyectos radiofónicos, que obligarían a dejar de transmitir 30 mil horas dedicadas a campañas y programas relacionados con temas prioritarios para el gobierno federal.

Este último tema se halla entre los más sensibles: los medios públicos son un brazo fundamental del Estado para comunicarse, sin intermediarios, con las poblaciones, sobre todo con las más vulnerables.

El Imer ha sido ejemplar, por ejemplo, con respecto a la circunstancia migratoria, lo ha sido también frente a eventos que ponen en riesgo la vida de las personas (huracanes, epidemias, temblores), o cuando debe informarse con oportunidad sobre campañas de salud relacionadas con la vacunación y otras políticas de prevención.

Desmantelar este vínculo de comunicación pública entre el gobernante y el gobernado sería fatal. Tales tareas no deben delegarse a los medios privados, sean estos tradicionales (televisión, radio, impresos), o bien digitales: las benditas redes sociales también operan sobre plataformas privadas.

La radio pública, para sobrevivir en el siglo XXI, tiene un doble desafío: de un lado debe convertirse en una moderna plataforma de contenidos digitales, accesible a toda la población, incluyente a todas las identidades, plural para todas las ideologías y con presencia en todos los lugares donde vivan las y los mexicanos, con independencia de los ríos o los muros que nos separen.

Para que este objetivo se cumpla se requiere, en consecuencia, una robusta autonomía financiera. Este es el otro desafío: asegurar recursos para que la revolución digital sea una oportunidad y no la sepultura de los medios públicos.

El problema se presenta cuando la política financiera se contrapone con la visión y la ambición necesarias. O peor aún, cuando, probablemente sin buscarlo, se produce el nefasto efecto de debilitar la radio pública para dejar en manos de los privados todo el esfuerzo de la comunicación del Estado.

Porque soy un periodista que nació en los medios públicos, porque creo en ellos, porque estoy convencido de que hay un error en la política que se está siguiendo con respecto al Imer, porque estaba obligado moralmente a solidarizarme con las 240 personas previstas para el despido, es que presenté mi dimisión.

Hay momentos en que una renuncia a tiempo salva situaciones que ninguna otra acción resolvería. Insisto: soy el único responsable de esta decisión.

La misma noche de mi renuncia al programa Réplicas del Imer, recibí una invitación formal de Francisco y Juan Aguirre para incorporarme a Grupo Radio Centro. Me faltó fe para suponer que la política de medios públicos iba a encontrar solución. Ese argumento me condujo a aceptar una generosa oportunidad para seguir ejerciendo la libertad de prensa. Haber aceptado esta oferta no limitará mi compromiso con los medios públicos, mientras el Canal 11 me tenga entre los suyos y aún después.

Zoom: Celebro que ahora la Cámara de Diputados considere con seriedad el debate sobre la política de medios públicos. Celebro que Jenaro Villamil, presidente del Sistema Público de Radiodifusión, haya logrado destrabar la inversión necesaria para rescatar al Imer. Sobre todo, festejo que no vaya a haber despidos. Con todo, lamento que haya sido necesario llegar tan lejos.

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@ricardomraphael

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