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El diputado ingresó armado con una navaja y agredió a cuatro funcionarios del PRD. Inspirado en el actor Matt Damon, agente encubierto de la Supremacía Bourne, sometió a sus adversarios y logró salir de la escena del crimen cargando dos computadoras portátiles.
Esta es la narración que obra en el expediente de la Procuraduría General de Justicia (PGJ) de la CDMX en contra de Alejandro Robles, legislador local perredista que dejó su curul en 2015.
Convencido de que había una consigna política en su contra, el ex diputado hizo maletas, hace año y medio, y huyó a Canadá.
La Procuraduría capitalina niega que se esté haciendo uso político de la justicia y, sin embargo, la averiguación previa en contra de Robles ha sufrido cuatro modificaciones sospechosas.
Porque el ministerio público está inspirado en las películas taquilleras, cada agregado al expediente es más inverosímil que el anterior. Saraí Zúñiga, esposa de Alejandro Robles, se quedó en México para defender a su marido. Tiene como ventaja que a ella aún no le han endilgado delitos fabulosos.
Pero los enemigos de la pareja se dedican a acosarla. La última vez le dijeron que, o bien paraba con sus denuncias, o Robles regresaría de Canadá para asistir al velorio de su valiente esposa.
Pregunto en entrevista a Saraí Zúñiga por qué quiere dar a conocer estos hechos. Responde que es para protegerse: “si me pasa algo, ya sabrán quién es el responsable y se llama Mauricio Toledo.”
Mauricio Toledo es conocido, dentro de su partido, como el dueño de Coyoacán. Fue delegado en esa demarcación y ahora es diputado. Nació a la vida política con la corriente Nueva Izquierda (los Chuchos), pero luego traicionó y buscó cobijo bajo el ala de Héctor Serrano, el más siniestro de los operadores políticos del PRD capitalino.
En 2012 Alejandro Robles llegó a ser diputado local por el distrito 30 (Culhuacanes), gracias al apoyo de Toledo. “¿Por qué se pelearon estos dos políticos?,” pregunto a Saraí Zúñiga. Ella contesta que su marido se dio cuenta de que el ex delegado y sus huestes eran muy corruptos y, cuando quiso denunciar, vino entonces la venganza.
Robles acusó también a Toledo de haber mandado asesinar a dos ex colaboradores de la delegación Coyoacán: Oscar Fabila y Manuel Sayavedra.
El primero fue ultimado por un sicario el sábado 23 de julio de 2016, frente a su esposa y sus hijos, en la glorieta Vaqueritos. Del segundo no hay detalles, excepto que habría sido invitado para participar en un acto de corrupción en contra del gobierno de la ciudad.
“¿Sospecha usted que la procuraduría capitalina esté involucrada en esta persecución política?”
No tengo duda, responde la señora Zúñiga. “Desde el primer día, el entonces procurador, Rodolfo Félix Cárdenas, manipuló las cosas en contra de mi marido.”
“¿Quién más?,” insisto.
“Héctor Serrano.”
Tanto Alejandro Robles como Saraí Zúñiga dejaron las filas del PRD en el verano del 2016 para militar en Morena. Ella dice que este es el principal motivo de la persecución. Acusa a Toledo de haber dicho a sus colaboradores: “piensen dos veces antes de abandonar las filas del PRD. Si el Chino –así se conoce a Robles en su medio– no pudo conmigo, a pesar de ser profesor de derecho, imaginen cómo podría irle a cualquier otro traidor.”
Las denuncias contra Toledo arreciaron después de que un grupo de funcionarios de la delegación Coyoacán –identificados como los Buitres– atacaron a Claudia Sheinbaum, precandidata de Morena al gobierno de la ciudad.
De acuerdo con la dirigencia del mismo partido, esa banda de delincuentes responde a las órdenes del dueño de Coyoacán.
ZOOM: ¿qué es cierto y qué es falso de este thriller político-policiaco? En cualquier hipótesis, el asunto debe ser investigado. El problema radica en que la misma autoridad responsable de hacerlo, la PGJ, es parte, presuntamente involucrada, de la trama denunciada. ¿Hasta cuándo la justicia será instrumento de la política podrida en nuestro país?
Esta es la narración que obra en el expediente de la Procuraduría General de Justicia (PGJ) de la CDMX en contra de Alejandro Robles, legislador local perredista que dejó su curul en 2015.
Convencido de que había una consigna política en su contra, el ex diputado hizo maletas, hace año y medio, y huyó a Canadá.
La Procuraduría capitalina niega que se esté haciendo uso político de la justicia y, sin embargo, la averiguación previa en contra de Robles ha sufrido cuatro modificaciones sospechosas.
Porque el ministerio público está inspirado en las películas taquilleras, cada agregado al expediente es más inverosímil que el anterior. Saraí Zúñiga, esposa de Alejandro Robles, se quedó en México para defender a su marido. Tiene como ventaja que a ella aún no le han endilgado delitos fabulosos.
Pero los enemigos de la pareja se dedican a acosarla. La última vez le dijeron que, o bien paraba con sus denuncias, o Robles regresaría de Canadá para asistir al velorio de su valiente esposa.
Pregunto en entrevista a Saraí Zúñiga por qué quiere dar a conocer estos hechos. Responde que es para protegerse: “si me pasa algo, ya sabrán quién es el responsable y se llama Mauricio Toledo.”
Mauricio Toledo es conocido, dentro de su partido, como el dueño de Coyoacán. Fue delegado en esa demarcación y ahora es diputado. Nació a la vida política con la corriente Nueva Izquierda (los Chuchos), pero luego traicionó y buscó cobijo bajo el ala de Héctor Serrano, el más siniestro de los operadores políticos del PRD capitalino.
En 2012 Alejandro Robles llegó a ser diputado local por el distrito 30 (Culhuacanes), gracias al apoyo de Toledo. “¿Por qué se pelearon estos dos políticos?,” pregunto a Saraí Zúñiga. Ella contesta que su marido se dio cuenta de que el ex delegado y sus huestes eran muy corruptos y, cuando quiso denunciar, vino entonces la venganza.
Robles acusó también a Toledo de haber mandado asesinar a dos ex colaboradores de la delegación Coyoacán: Oscar Fabila y Manuel Sayavedra.
El primero fue ultimado por un sicario el sábado 23 de julio de 2016, frente a su esposa y sus hijos, en la glorieta Vaqueritos. Del segundo no hay detalles, excepto que habría sido invitado para participar en un acto de corrupción en contra del gobierno de la ciudad.
“¿Sospecha usted que la procuraduría capitalina esté involucrada en esta persecución política?”
No tengo duda, responde la señora Zúñiga. “Desde el primer día, el entonces procurador, Rodolfo Félix Cárdenas, manipuló las cosas en contra de mi marido.”
“¿Quién más?,” insisto.
“Héctor Serrano.”
Tanto Alejandro Robles como Saraí Zúñiga dejaron las filas del PRD en el verano del 2016 para militar en Morena. Ella dice que este es el principal motivo de la persecución. Acusa a Toledo de haber dicho a sus colaboradores: “piensen dos veces antes de abandonar las filas del PRD. Si el Chino –así se conoce a Robles en su medio– no pudo conmigo, a pesar de ser profesor de derecho, imaginen cómo podría irle a cualquier otro traidor.”
Las denuncias contra Toledo arreciaron después de que un grupo de funcionarios de la delegación Coyoacán –identificados como los Buitres– atacaron a Claudia Sheinbaum, precandidata de Morena al gobierno de la ciudad.
De acuerdo con la dirigencia del mismo partido, esa banda de delincuentes responde a las órdenes del dueño de Coyoacán.
ZOOM: ¿qué es cierto y qué es falso de este thriller político-policiaco? En cualquier hipótesis, el asunto debe ser investigado. El problema radica en que la misma autoridad responsable de hacerlo, la PGJ, es parte, presuntamente involucrada, de la trama denunciada. ¿Hasta cuándo la justicia será instrumento de la política podrida en nuestro país?
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