Desde el año 2011, la ciudad de Monterrey no había tenido una nota roja tan escandalosa. Este fin de semana, sin embargo, una serie de atentados ocurridos en simultáneo recordó los peores momentos de la violencia.

El saldo fue de doce personas muertas y nueve lesionadas: una persona herida en el bar La Jarrita, dos más en el bar El Ancla de Oro, seis personas muertas en el bar Rancho Viejo, un muerto y dos heridos en el bar Wichos, dos personas muertas y una lesionada en el bar Bohemio, el mismo saldo en el bar La Mitotera y otra persona herida en la colonia La Esperanza. A estos hechos se suma el de dos sujetos que aparecieron sin vida en la carretera que va de Monterrey a Cadereyta.

Estas agresiones comenzaron a las 22 horas del sábado y se continuaron durante la madrugada del domingo. Es relevante que hayan ocurrido al mismo tiempo. La operación fue orquestada de tal manera que no pudiera pasar desapercibida.

Hay una organización que está enviando un mensaje a sus adversarios, y también a las autoridades: la plaza está de nuevo en disputa.

Afirmó el secretario de seguridad pública de Nuevo León, Bernardo González, que estos ataques podrían estar relacionados con el cobro de derecho de piso. Recuerda con esta declaración aquella tragedia, ocurrida en 2011, cuando personeros de Los Zetas incendiaron el Casino Royale como castigo a sus dueños por no querer pagar la cuota respectiva; el resultado trágico de aquella barbaridad fue el homicidio de 53 personas.

Por el modus operandi cabe especular que esta vez no solo se trate del cobro de piso, sino de algo potencialmente más explosivo: la disputa por el derecho al cobro del piso.

Este tipo de ajusticiamientos han ocurrido antes en Monterrey y entonces tuvieron como propósito desplazar o someter a las mafias imperantes.

Algunos bares suelen ser lo que en el argot del crimen organizado se denomina “puntos rojos”; es decir, lugares desde donde se coordinan actividades ilícitas.

La noche de cuchillos largos del sábado pasado en Monterrey tiene las características de un esfuerzo concertado para atacar los puntos rojos de una organización, con el propósito de hacer que el liderazgo del crimen bascule a favor del adversario.

Por lo que no se trataría solo del cobro de derecho de piso, sino del control de la plaza. La noticia es desafortunada porque, a partir de este hecho sangriento, cabría esperar una escalada de violencia en Monterrey.

¿Quiénes son las organizaciones contendientes? El patrón pareciera estarse repitiendo: desde hace ya varios meses la violencia en Reynosa y otras ciudades de Tamaulipas ha venido mostrando sus dientes más afilados. Al mismo tiempo, se han hecho notar nuevas organizaciones, o bien derivaciones de viejas compañías criminales: Los Escorpiones, Los Zetas, El Cártel del Golfo y otras más.

Igual a como hicieron sus antecesores durante la primera década de este siglo, la más reciente generación de mafiosos estaría buscando controlar la capital económica del norte del país: Monterrey.

La ocasión anterior el pleito fue tan grave que las batallas por la plaza se celebraron en los bares, los casinos, y cómo olvidar los narco-bloqueos en las avenidas.

No es cierto que la guerra por el territorio mexicano esté resuelta. Nos encontramos muy lejos todavía del punto final. Aunque a veces sea difícil distinguirlos con nitidez, la disputa principal es entre el poder legal y el poder ilegal. Una buena parte del territorio mexicano está tomada por el segundo: administra el comercio de estupefacientes, cobra derecho de piso, vende protección, controla la prostitución, la trata de personas, la piratería, la migración y otros mercados oscuros.

El sábado pasado sonó la campana en Monterrey para que se escuchara fuerte en todo el país. México está por conseguirse un nuevo gobierno, el cual muy pronto tendrá que enfrentarse a la autoridad informal, esa que, desde hace ya dos décadas, ha sabido imponerse, sobrevivir y diversificarse.

ZOOM:

Dijo Andrés Manuel López Obrador, cuando era candidato, que el tema de la violencia le quitaba el sueño. Tuvo razón: gran parte del territorio del país está tomado y ciertamente ninguno de sus antecesores fue capaz de recuperarlo.

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