Ricardo Raphael

La resurrección del PES

07/03/2019 |02:02
Redacción El Universal
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A punto estamos de atestiguar el primer fraude cometido contra la Constitución, durante el recién estrenado régimen de la Cuarta Transformación.

Será falso que no hay nadie por encima de la ley cuando los magistrados del Tribunal Electoral resuciten a un muerto que la voluntad popular decidió enterrar.

Desde su tumba, el Partido Encuentro Social (PES) se defiende con dos argumentos para recuperar el registro que el Instituto Nacional Electoral (INE) le retiró en septiembre del año pasado:

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Primero, que los resultados de la elección presidencial, donde resultó triunfador su candidato, Andrés Manuel López Obrador, son cuestionables por las muchas irregularidades cometidas. Y, segundo, que independientemente de los votos, los magistrados del tribunal deben reconocer la representatividad que significan los diputados y senadores que este partido tiene actualmente en el Congreso.

Con respecto al primer argumento es difícil no trazar con las cejas un signo grande de interrogación: ¿los dirigentes del PES afirman que su candidato a la presidencia ganó en una elección que ellos mismos califican como fraudulenta?

La ironía es mayor cuando este partido presentó mal y a destiempo los recursos de inconformidad para demostrar su dicho. Es decir que señala, sin aportar una sola prueba, como tramposos los resultados de unas elecciones que a estas alturas son inapelables.

No lleva razón este partido cuando pide recontar todos los votos de los pasados comicios presidenciales, sin aportar evidencia que motive o justifique tan peregrinos anhelos.

Con respecto al segundo argumento es necesario precisar que el INE retiró el registro al PES porque en ninguna de las tres elecciones federales obtuvo el porcentaje requerido por la Constitución.

Tanto en los comicios para diputados como para senadores, este partido logró el 2.5% de la votación general, y en la de presidente obtuvo solamente el 2.7% de los sufragios.

A la hora de enfrentarse a la urna, las personas optaron por tachar los emblemas de Morena o del Partido del Trabajo, pero no el de Encuentro Social.

El mensaje del pueblo fue claro: muerte al PES. Así lo dicen las boletas, las actas y el programa de resultados del INE.

El artículo 41 de la Carta Magna es preciso: “el partido político nacional que no obtenga, al menos, el 3% del total de la votación válida emitida en cualquiera de las elecciones que se celebren para la renovación del poder Ejecutivo o de las cámaras del Congreso de la Unión, le será cancelado el registro.”

El texto no prevé excepciones, ni ofrece vías alternas para resucitar a este muerto: o el PES obtuvo al menos el 3% de los votos, en alguna de las elecciones, o bien extravía el registro, y las cuantiosas prerrogativas que lo acompañan.

Ni la hermenéutica, ni la metafísica, ni la magia negra, ni el Espíritu Santo, ni Dios, ni el Diablo, tampoco San Judas Tadeo, nadie puede sacar al PES de este trance, sin apuñalar antes a la Constitución.

Y, sin embargo, una mayoría de magistrados del Tribunal Electoral, encabezados por Felipe de la Mata, está decidida a revivir el cadáver, en contra de lo que el pueblo de México votó. Esta película es de terror y los zombis, en efecto, existen.

Afirma el PES una barbaridad: que la interpretación del 41 constitucional sobre la pérdida del registro no sólo debe considerar su “representatividad política numérica” –los votos–, sino también el número de diputados y senadores que logró meter al Congreso.

Es decir que no importa la voluntad popular sino las trampas celebradas para que este partido lograra formar una fracción parlamentaria de 30 diputados y 5 senadores, los cuales consiguieron sus escaños gracias a que fueron candidatos de Morena y del PT.

ZOOM: en febrero de hace dos años publiqué en estas mismas páginas un artículo titulado “Magistrados hampones”. El más siniestro de estos cinco juzgadores me reclamó airado que lo había difamado con esa sentencia. Confirmo ahora mi convicción sobre esos cinco hampones que están dispuestos a traicionar así a la Constitución.