En la gasolinera de Colorines, municipio de Valle de Bravo, en el Estado de México, un fulano adquirió 50 mil pesos en gasolina para revenderla en Michoacán, con un sobre precio del treinta por ciento.
Fue el jueves 3 de enero que comenzó el desastre: la escasez de combustible provocó compras de pánico y especulación. Fue también un buen negocio de principios de año para los huachicoleros más gandallas.
Cinco días lleva el desabasto y Pemex pide a la ciudadanía que tengamos paciencia. Asegura que hay combustible suficiente y que las medidas de seguridad emprendidas para evitar el robo de gasolinas son la causa de la escasez.
La paraestatal tomó la decisión de aprovechar la primera semana del año para reparar los ductos que reúnen a la refinería de Salamanca con las 13 terminales de almacenamiento y reparto (TARs) de la zona occidente del país.
Por esos ductos se transporta alrededor del 19% del combustible nacional y se trata del segundo botín en importancia para el robo de gasolina. Son todavía más lucrativos los ductos que atraviesan por Minatitlán, pero el gobierno federal decidió comenzar su cruzada contra los huachicoleros atacando la zona occidente porque ahí el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) exhibe las prácticas extractivas más violentas de la República.
El error cometido fue que, para repararlos, Pemex cerró los ductos provenientes de la refinería de Salamanca, sin hacer un cálculo correcto del inventario existente en las (TARs) del occidente que, a su vez, suministran a las gasolineras de Zacatecas, Aguascalientes, Jalisco, Colima, Michoacán y Guanajuato.
Tal cosa coincidió con que, justo en estas fechas de principios de año, el consumo nacional tiende a crecer entre un 12 y un 15%.
La tormenta fue perfecta: Pemex cierra los ductos para clausurar las tomas clandestinas sin verificar que las TARs de la zona occidental estén convenientemente abastecidas, en un momento en que tradicionalmente el consumo se incrementa.
Se trató de una decisión mal planeada y las consecuencias no se dejaron esperar: cuando los consumidores de Michoacán, Jalisco y Guanajuato se enteraron de que había crisis de combustible, cruzaron la frontera de sus respectivas entidades y comenzaron a realizar compras de pánico en las gasolineras de la zona centro del país, principalmente en Hidalgo, Querétaro y el Estado de México.
En principio los TARs que suministran de combustible en la zona centro no tenían problema de inventario, pero ante el aumento de la demanda que provino del occidente, la distribución en la zona vecina se contagió con la misma escasez.
A las compras de pánico se sumó después la especulación. La práctica de traficar con combustible es extendida en el país y los operadores de este viciado negocio no quisieron perderse la oportunidad.
Esto explica por qué la gasolina adquirida en las estaciones de la zona centro terminó vendiéndose en 27 y 30 pesos, por litro, cuando se redistribuyó en los estados del occidente.
Lo sucedido mostró a los nuevos directivos de Pemex como funcionarios improvisados, incapaces de planear y, sobre todo, torpes a la hora de reaccionar. De este episodio podrán obtenerse mejores decisiones para el futuro: hay que mantener los TARs suficientemente abastecidos antes de cerrar los ductos.
El mercado de los hidrocarburos enciende rápido los ánimos cuando funciona mal y, por tanto, hacer un llamado a la paciencia fue tan ingenuo como ridículo. Para enfrentar problemas graves se requiere de una estrategia rigurosa que en esta ocasión no se tuvo.
ZOOM:
El problema apenas comienza. Para arrebatar el negocio a los huachicoleros no basta con reparar los ductos y cegar las tomas clandestinas. El enemigo a vencer es la empresa criminal más grande y violenta del país: el CJNG. La noticia detrás de la crisis de gasolina es la crisis de violencia que azota desde ya a la zona occidental de nuestro país.
Agradezco a Gonzalo Monroy, director de Consultoría GMS, por la información proporcionada para la comprensión del fenómeno descrito en esta columna.
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