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Tepic, Nayarit. 10:30 de la mañana. Sábado 22 de febrero de 1990. Elba Esther Gordillo Morales, la mujer que, con solo 45 años, logró vencer a sus viejos enemigos.
Después de un año de recorrer el país para contrarrestar a las fuerzas disidentes, la profesora pudo imponerse sobre el conjunto de su gremio.
René Bejarano y Teodoro Palomino organizaron aquella resistencia. Bloquearon el acceso al Teatro del Pueblo donde estaba previsto el ungimiento de Gordillo Morales como líder definitiva del SNTE.
Alrededor de la profesora se armaron los golpes. Los suyos llevaban pistola y ganas de disparar. Los enemigos andaban enardecidos. La escena pintaba terrible.
Entonces Elba Esther subió a una ambulancia, que había quedado atrapada en medio de la trifulca. Se quitó los zapatos rojos de tacón, que llevaba para lucirse, y se arrodilló, haciendo equilibrio con el parabrisas.
Ordenó entonces que el vehículo avanzara y el perplejo chofer obedeció, aunque a la ambulancia le habían pinchado dos ruedas. “¡Adelante, adelante!,” gritó la maestra y todo el mundo se quedó sorprendido: nadie había imaginado ese golpe de teatralidad.
Montada en lo que tuvo a mano, ella llegó puntual al Teatro del Pueblo y obtuvo la anhelada coronación.
Esta escena pinta de cuerpo entero a la líder magisterial que por estos días ha encontrado otra ambulancia, se ha quitado de nuevo los zapatos y, a sus casi 75 años, vuelve a gritar.
A su alrededor todos nos sorprendemos. No es posible que su carácter, liderazgo y poder hayan sobrevivido así: pasó por la cárcel, perdió a una hija, sus subordinados la traicionaron, el partido que fundó extravió su registro, le arrebataron la presidencia vitalicia del SNTE y, sin embargo, cual mascarón de barco, va de nuevo.
No es el presidente Andrés Manuel López Obrador quien esta vez la apoya. A diferencia de otras ocasiones, la mujer va sola. Dentro del sindicato su imagen está desprestigiada, porque todavía es temprano para seguirla. Cuenta con dinero en abundancia para financiar su movimiento, pero esta vez se trata de recursos propios, y no del Estado mexicano.
Hay por tanto algo de sinceramente novedoso en lo que Elba Esther Gordillo está proponiendo. Buscará de vuelta ser la cabeza del SNTE, pero esta vez desde abajo, a pesar del voto secreto, directo y universal. Ese fue el único acuerdo al que llegó con el gobierno de la Cuarta Transformación: el presidente le prometió que no se metería con la vida interna del sindicato.
En otras palabras, si Gordillo Morales la gana a la buena, Palacio Nacional sabrá respetarla.
La principal ventaja de la profesora radica esta vez en que no hay quien, dentro del magisterio, posea tanta voluntad política como ella. No se miran en el horizonte liderazgos con el coraje que ha caracterizado a esta mujer.
Ninguno tiene la energía, ni la destreza, ni la flexibilidad para subirse al vehículo estropeado y, desde ahí, comandar en la siguiente batalla.
Elba Esther lo dijo ayer en Puebla con todas sus letras: “vemos un magisterio apabullado, agachado, secuestrado y encarcelado, encarcelado en sí mismo y en lo colectivo.”
Y remató: los líderes actuales “no sirven para nada, ni siquiera son buenos para ellos, mediocres, pequeños, ignorantes.”
Tiene razón la profesora. Nadie dentro del SNTE ha salido a fijar una postura precisa a propósito de sus provocaciones, y tampoco sobre la reforma educativa, la Cuarta Transformación o los desafíos sindicales.
Los detractores siguen escondidos detrás de una piedra, avergonzados quizá, inseguros con seguridad, desposeídos de toda iniciativa.
Si pronto no surge un relevo creíble para abanderar los intereses del inmenso gremio magisterial, será la mujer del zapato rojo quien reconducirá la nave.
ZOOM: “Reclaman que la CNTE está en una posición intransigente, (y, sin embargo) quizá sean los únicos que están haciendo algo,” declaró la profesora el día de ayer. Por si alguien tenía dudas, ya sabemos quién se halla detrás de la oposición a la reforma educativa del presidente. Es mujer y tiene unos ovarios enormes.