No es una alucinación, como dice Andrés Manuel López Obrador , pero ciertamente no alcanza. Algunos líderes de empresa pidieron a Margarita Zavala y José A. Meade que declinaran por Ricardo Anaya para impedir la llegada de AMLO a Palacio Nacional.
La candidata independiente ya respondió que no lo hará y el candidato oficial anunció que, de su lado, mejor iba a realizar cambios en su equipo de campaña para remontar el vuelo.
Haciendo números, de poco sirven Zavala y Meade para que Anaya derrote a AMLO. De acuerdo con los sondeos más recientes, a Margarita ya sólo le quedan uno o dos puntos que regalar y el capital de Meade es tan exiguo que cualquier acto de generosidad pro Anaya sería suicida, ya no para él, sino para la sobrevivencia del PRI.
El único escenario que colocaría en circunstancia pareja a los dos adelantados es aquel donde el tabasqueño perdiera ocho puntos, mientras que el queretano subiera sus preferencias en esa misma proporción. ¿Cuántos de esos ocho puntos, que Ricardo Anaya necesita, pueden realmente provenir de Zavala o de Meade?
De Zavala prácticamente nada y es un sueño de opio suponer que el ex secretario de Hacienda declinará, porque al hacerlo cortaría con un machete de carnicero las posibilidades de un tropel grande de priístas que están peleando por los 3 mil 400 puestos de elección popular en juego para el próximo primero de julio.
No puedo imaginarme el discurso que los empresarios le exigen a José Antonio Meade: “señores y señoras votantes, les pido de la manera más encarecida que, con tal de evitar el triunfo del Peje, tachen la boleta presidencial a favor de Ricardo Anaya, pero no dejen de votar por las y los candidatos a diputado, senador, gobernador y presidente municipal del PRI , partido al que, por cierto, no estoy afiliado”.
¿Así o más ridículo? Sin bromas: en caso de que Meade se bajara de la contienda, la alianza Panal, Partido Verde y PRI no obtendría más de 12% de la votación y un tricolor con menos de ese porcentaje difícilmente lograría vivir después de 2018.
A menos que los dirigentes priístas prefieran el suicidio a que AMLO sea presidente, no hay racionalidad política que vaya a conducirlos en esa dirección.
Si Zavala y Meade no son útiles para que Anaya gane, ¿cómo podría el candidato de la coalición PAN-PRD-MC volverse competitivo frente a López Obrador?
Según la encuesta de Reforma publicada el día de ayer, AMLO trae un voto posible de 48%, contra sólo 32% de Ricardo Anaya; es decir que la distancia entre ambos es de 16 puntos.
Vale decir que parte de la ventaja que tiene el primer lugar sobre el segundo la obtuvo gracias a la campaña negra que el PRI emprendió antes contra Anaya para mostrarlo como la bestia negra de la corrupción mexicana. Previo a esa campaña, el candidato de la coalición Por México al Frente gozaba de mucho mejor salud política.
En efecto, hoy Anaya guarda una distancia tan grande con respecto a López Obrador por obra de la estrategia que, desde las cumbres del poder, se emprendió para destrozar la reputación del joven político queretano. (Prueba de que siempre hay tontos útiles que olvidan para quien trabajan).
Anaya tiene una tarea principal de aquí al día de los comicios: recuperar lo que AMLO se llevó, no por voluntad propia, sino como regalo tricolor. Si recuperara unos cuatro o cinco puntos de entre las preferencias que hoy están definidas a favor de AMLO, todavía podría ocurrir un milagro.
Con un Anaya rondando el 37% de las preferencias y un AMLO situado alrededor del 42%, el suelo para el día de la elección estaría más parejo y, sólo en esta circunstancia, el voto Meade-Zavala podría re balancear, en los márgenes.
ZOOM: Todo indica que la disputa entre AMLO y Anaya se centrará en tres temas: 1) ¿quién de los dos es más empático (próximo, cercano) con las dificultades de la vida cotidiana de las personas? 2) ¿quién es más sincero para combatir la corrupción? Y 3) ¿quién sería capaz de operar una cirugía mayor a la política mexicana? La verdadera matemática de la ecuación de 2018 está en la respuesta emocional a estas interrogantes.