“Creo que había mejores opciones, pero que una persona no sea bien recibida no quiere decir que ya se acabó el país”, declaró Tatiana Clouthier a propósito del nombramiento de Manuel Bartlett Díaz como director de la CFE.
La polémica levantó vuelo de inmediato: ¿por qué la ex coordinadora de campaña de Andrés Manuel López Obrador se atrevió a desafiar esta decisión del futuro presidente de México?
Por congruencia, podría responder Clouthier, por congruencia con la historia familiar, con la versión que creyó su padre, Manuel J. Clouthier, hasta el día de su muerte.
Manuel Bartlett es un político polémico, lo ha sido siempre, y no es posible leerlo sin aproximarse con atención a los pliegues y matices de su biografía.
El hombre fue señalado como el principal responsable del fraude electoral supuestamente cometido en 1988, que cambió el curso político del país. Pero también ha sido, durante los últimos quince años, el aliado de la izquierda, en concreto de Cuauhtémoc Cárdenas, en la defensa de la industria energética pública.
Cuando Tatiana Clouthier refiere que Bartlett no era la mejor opción está obviamente pensando en las convicciones de su padre, y no así en las de López Obrador: su cabeza se encuentra en 1988 y no en 2018. ¿Cómo explicar que, treinta años después, la familia Clouthier mantenga tanto rencor contra Manuel Bartlett?
Ocurre que el candidato panista en 1988 tuvo la convicción de que el fraude cometido por el entonces gobierno de Miguel de la Madrid no habría jugado para derrotar a su adversario de la izquierda, sino en contra suya.
Escribió varios artículos argumentando que el candidato presidencial del PAN no sacó 17% de los sufragios, en la elección de aquel mes de julio, sino bastante más. Sin embargo, porque Carlos Salinas de Gortari necesitaba un resultado contundente, tanto en los comicios para presidente como para el Congreso, la CFE —encabezada por Manuel Bartlett— habría maniobrado para arrebatarle votos con el objeto de entregárselos al candidato del PRI.
En otras palabras, para asegurarle al PRI más del 50% del sufragio, el gobierno le habría robado al tercer lugar para entregarle capital político al primero. Clouthier nunca creyó realmente que Cuauhtémoc Cárdenas hubiera ganado la elección, pero coincidió con el entonces candidato del Frente Democrático Nacional (FDN) en el sentido de que aquellos comicios habían sufrido de irregularidades graves.
Por esta razón Manuel J. Clouthier comenzó una huelga de hambre el jueves 15 de diciembre, en la Columna de la Independencia, para exigir una reforma electoral que impidiera repetir el fraude. Demandó, por ejemplo, darle autonomía al órgano electoral —crear el INE como hoy lo conocemos— y también la emisión de la credencial de elector con fotografía.
Hoy es una paradoja de la historia que Bartlett sea señalado como responsable de operar un fraude a favor de su principal enemigo político de esa época: Carlos Salinas de Gortari.
Sobre todo, porque, de haber sido Bartlett quien hubiera abanderado al PRI en esos comicios, muy probablemente Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo le habrían respaldado, en vez de rebelarse contra el sistema.
Mientras Salinas representaba la opción neoliberal del priismo, Bartlett era el precandidato de los nacionalistas revolucionarios. Acaso por ello los dos principales líderes del FDN no colocaron a Bartlett como el judas de la elección, como sí lo hizo Manuel J. Clouthier.
Esta incongruencia de la historia encontraría un ajuste en favor de la memoria, en noviembre de 2003, cuando Manuel Bartlett Díaz y Cuauhtémoc Cárdenas se presentaron juntos frente a las cámaras de la prensa, con el propósito de anunciar un frente unido en contra de las reformas energéticas privatizadoras del presidente Vicente Fox.
Sólo los ingenuos se preguntaron qué hacían esos dos señores codo a codo: a pesar del 88 y de la especie que ubicó a Bartlett como el gran demonio del fraude, Cárdenas decidió presentarlo como un aliado político de la izquierda.
Como se ha dicho bastante por estos días, no fue López Obrador quien reivindicó primero a este político poblano, sino el principal candidato defraudado del 88.
ZOOM: Nadie ha dado la batalla con mayor enjundia en contra de la lógica empresarial que se desentiende de la energía como asunto de seguridad nacional. El nombramiento de Manuel Bartlett es un mensaje político sobre el cambio que el gobierno entrante tiene previsto en la política energética. Habrá prometido López Obrador que, al respecto, no se celebrarían reformas constitucionales (en los próximos tres años), pero nunca ofreció que apartaría del tema a sus principales opositores.