Mientras el futuro gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, y el Comisionado de Seguridad en ese estado, Arturo Capella, disparan sin piedad declaraciones, el uno contra el otro, la violencia crece descontrolada.
El martes 24 de julio, a plena luz del día, una pareja fue ultimada por un sicario en la ciudad de Cuernavaca: primero fue tras el varón y luego alcanzó a la mujer, que había logrado refugiarse en una tienda de abarrotes.
Una semana más tarde, el martes 31 de julio, apareció en Cuautla el cadáver del líder campesino Romualdo Ixpango. Sus restos calcinados dan cuenta de un acto probablemente perpetrado por una organización criminal.
El viernes 3 de julio murió también Ricardo Alonso, colombiano que fue víctima de un linchamiento en el poblado de Tetela del Volcán. Las autoridades lo acusan, sin haber mediado juicio, de haber sido un extorsionador profesional.
La gravedad de la violencia en Morelos es tal que la semana pasada el gobernador electo de la entidad, Cuauhtémoc Blanco, se citó con Andrés Manuel López Obrador para solicitarle ayuda.
Desde su punto de vista, para solucionar el principal problema de Morelos solo queda que las fuerzas federales se hagan cargo de la seguridad.
“La gente está asustada … Hay secuestros, extorsiones, situaciones que para mí son lo peor”, declaró Blanco a la prensa y luego centró su crítica contra el Comisionado de Seguridad: Arturo Capella.
Mediante un comunicado público ubicó a este funcionario como el principal responsable: “Exijo al Comisionado … que cumpla con su trabajo y garantice a los morelenses, seguridad… y en caso contrario, que renuncie.”
Capella no nació ayer a la política, así que también acudió a los medios de comunicación para defenderse. El pasado viernes ofreció una entrevista radiofónica a Gabriela Warkentin, en el noticiario matutino Así las Cosas, de la W.
Declaró sin arredrarse que “(En Morelos) hay un vacío de poder”. Según su parecer es demasiado largo el lapso de noventa días que corre entre el día de la elección y el día en que Blanco será nombrado gobernador constitucional. Pero más grave es que exista “un rompimiento total y absoluto” entre la administración saliente y la entrante. “No se ha tenido ningún acercamiento”, porque Blanco no quiere.
En vez de escuchar lo que Capella tiene por decir, el gobernador electo ha decidido menospreciar al Comisionado, al tiempo que lo increpa y lo responsabiliza a través de los medios.
Le dijo también Capella a Warkentin que Blanco debería aprender de Andrés Manuel López Obrador, quien ha sido respetuoso con quienes dejarán sus puestos el próximo mes de diciembre, justamente para evitar lo que está sucediendo en Morelos.
El razonamiento de Capella no merece el cesto de la basura. Si Blanco no quiere a ese comisionado, pues que desde ahora nombre a su sustituto; si no puede, pues que entable una conversación serena y colaborativa con ese policía, en vez de arrojarle macetas desde el balcón.
El peor escenario para los habitantes de Morelos es éste que están viviendo: cuando las autoridades responsables de la seguridad que se marchan trenzan batalla contra las que van llegando, los ganones son los delincuentes.
Para nadie es novedad que Graco Ramírez y Cuauhtémoc Blanco se detestan, ni que sus respectivos equipos han coincidido en el encono. Sin embargo, la situación de vacío que se produce por su menosprecio mutuo es inmoral y carece de justificación política.
ZOOM: Cuauhtémoc Blanco tiene todo el derecho de no ratificar a Alberto Capella como Comisionado de Seguridad en Morelos; sin embargo, está obligado a reunirse con él para enviar un mensaje contundente contra la fiesta criminal que el vacío político está provocando.
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