Para muchos es práctico traer una cámara para que un celular , una computadora o sus lentes de sol (incluso para leer) puedan tomar fotos. También algunos nos hemos llegado a sentir artistas, de una manera u otra, al retocar una imagen fácilmente con un filtro de Instagram, o agregando detalles a un Snap. Pero la pregunta radica en si todo esto que estamos haciendo como expresión humana y en momentos “artística” es una clase de Big Data para que la computadora logre expresarse artísticamente.
Hay ideas, pensamientos, opiniones, manifiestos detrás de piezas artísticas y colegas de estilos. Nuestra cabeza puede sentir que explota al pasar de un impresionante atardecer veneciano de Monet a una pieza que busca la perfección al detalle en un retrato hecho por Anthony van Dyck. En cierta modo, siento como los bloques se van uniendo detrás de la inteligencia artificial poco a poco, como si fuera una pieza de Torres García.
¿Qué pasará cuando le entreguemos todo lo que podemos absorber intelectualmente a la máquina? La abstracción, nuestra capacidad de síntesis, incluso tal vez el contexto en que utilizamos un filtro blanco y negro durante un periodo en el que nuestro WhatsApp incluye textos de coraje o frustración con una persona contactada de forma regular, ¿la pareja?
Desde un punto altamente técnico, una buena impresora podrá hacer las marcas de un coraje absoluto sobre un lienzo industrial, al mismo tiempo que detalla las endebles líneas de las pestañas en un retazo de manta, pero son pocos los ingenieros que comparten su terapia con su Inteligencia Artificial.
Quienes enseñan a las máquinas no son exactamente familias que nutren de cultura y análisis crítico a esta nueva mente por desarrollarse, lo que es más, por ahora no he visto cursos de poética aplicada a la IA, y esto es triste.
El algoritmo de búsqueda no apareció con el primer brillo del amanecer, ni se mejoró únicamente con la publicación del libro “Modern Information Retrieval”, también les debemos un enorme agradecimiento a los bibliotecólogos y a los lingüistas. Aunque no lo racionalizamos muy seguido, hay una razón por la que los buscadores funcionan tan bien con texto escrito y apenas van avanzando con voz e imagen: las reglas gramaticales y análisis de texto son más completas.
Ahora bien, ¿qué puede ayudar a que el aprendizaje de las máquinas elimine el #ruidoblanco y entienda mejor lo que pedimos, aunque estemos agripados?; o mejor aún, ¿qué permitirá a la inteligencia artificial poder hacer una fotografía en vez de simplemente tomarla? Probablemente mejores sensores, toda la Big Data de lo que hacemos en Instagram, Facebook, Snapseed y lo que le hablamos a los celulares y asistentes virtuales en el hogar ayuda, pero eso no crea, sino que permite reproducir. Pero, ¿y si a la mezcla le agregamos computación cuántica y algo de poética?
Una disciplina con capacidad de construir un cuadro de conceptos generales o principios como metalenguaje científico y modelo para clasificar, analizar o describir una creación suena exactamente a algo que puede permitir programar un algoritmo para que inicie el proceso de enseñanza a los canales de aprendizaje de un sistema con intenciones de contarnos algo cercano a una emoción con un trazo y no con una palabra. ¿Será hermoso? Al inicio, lo dudo.