Empiezas un proyecto
, estableces uno o dos objetivos y te enfocas para que sea exitoso. En el camino de desarrollo se presentan barreras, oportunidades y, en ciertos casos, crecimientos exponenciales. Cuando tu proyecto pega en el clavo, te das cuenta, pero también hace que fuerzas más poderosas, algo como el Ojo de Sauron volteen a verte.
Esto es algo que ha pasado en repetidas ocasiones en casi todas las industrias. Proyectos espectaculares que empiezan a generar ruido , ya sea comiendo parte de un pastel de mercado muy bien dividido o controlado por un par de empresas; o porque su innovación es tan intrusiva que modificará la manera en la que el ecosistema se mantiene. En los negocios, las adquisiciones también pueden ser buenas opciones de estrategia fiscal, pero en tecnología, en los últimos 20 años, han sido más por control e innovación.
La concentración de ingenieros con buenas ideas basadas en una plataforma robusta, en un campo verde llamado Internet, y la exponencialidad que permiten los sistemas operativos móviles, han creado oportunidades difíciles de repetir en una misma generación.
En 10 años hemos visto adquisiciones multimillonarias por parte de empresas tan fuertes como Google o Facebook. Una diferencia es que en estas adquisiciones sobrevive el nombre del proyecto y no se integra a una cartera de productos o se disuelve entre otros más importantes para la empresa.
YouTube, Android, Waze, Instagram, Whatsapp, muestran el poder de aplicaciones útiles para consumidores finales. Son visiones que pegaron en el clavo y se vuelven tan fuertes que agregan valor a las marcas adquirentes. En vez de volverse #ruidoblanco como Google Maps, o Facebook Messenger, la fuerza de estos desarrollos llevan a sus creadores a tomar decisiones difíciles.
Decisiones que vienen de preguntas como: ¿hago crecer mi visión que ha pegado a un paso determinado por variables que apenas controlo, o la vendo a una empresa que me permite acceso a recursos casi ilimitados de manera casi inmediata? Esto, al incluir un precio, viene con muchas cláusulas; pero puede ser que el paquete del dulce sea tan lindo que el sabor importe menos; es así que, con ofertas de bonos en acciones, retienen a los creadores por años. Así, las grandes empresas procuran el éxito del producto por un tiempo mientras lo integran con sus principales negocios.
Esta semana los fundadores de Instagram dijeron adiós a Facebook, mientras que el fundador de Whatsapp hizo públicas alguna de las razones por las que dejó atrás algo cercano a 850 millones de dólares y decidió salirse antes de cumplir sus cuatro años de contrato. Ahora tenemos conocimiento, desde un punto de vista, sobre lo que dicen estos contratos que prometen cosas como trabajar con independencia y sin presión comercial. Ahora sabemos que hay tácticas de integración a las plataformas publicitarias del Coloso de Menlo Park que no ayudan a dicha independencia. Se seguirá escuchando que: negocios son negocios.
Aunque hay desarrolladores que quieren pegarle al clavo para ser comprados, que no tiene nada de malo, también hay que pensar en aquellos que tienen que pensar un poco bajo qué esquemas dejan a su bebé en adopción.