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La renuncia de Carlos Urzúa Macías a la Secretaría de Hacienda es una muy fuerte llamada de atención ante el deterioro del ambiente económico del país. De ese mal clima al deterioro concreto de la economía hay solo uno cuantos pasos. AMLO debe, en esta coyuntura, dar un golpe de timón dirigido a respaldar las decisiones técnicas de los responsables de la hacienda pública, si no quiere hacerle un boquete en la línea de flotación al barco de la 4T en medio de una tormenta que arreciará.
Urzúa, en su carta-renuncia, expone públicamente una pugna al interior del gobierno en materia económica, evidencia decisiones de política pública tomadas sin el suficiente sustento ni la correcta medición de sus efectos, y advierte del riesgo de caer en extremismos de derecha o izquierda.
Esta parte de tan demoledora argumentación obliga a preguntar: ¿cuál fue la gota que derramó el vaso? Pemex parece estar en el centro de una eventual respuesta. La petrolera debe dar a conocer el próximo lunes 15 de julio su reporte financiero y su plan de negocios. De eso dependerá que las corredurías quiten o no el grado de inversión a la empresa y al país.
Contra la recomendación de Urzúa (que incluso avaló su hoy sustituto en Hacienda, Arturo Herrera, lo que le valió un desmentido público de AMLO), se impuso la decisión de construir la refinería de Dos Bocas, en Tabasco, pese a los argumentos técnicos de su inviabilidad financiera.
Dos cercanos a AMLO, la secretaria de Energía, Rocío Nahle, y el director de Pemex, Octavio Romero Oropeza, le ganaron esa batalla a Urzúa, quien sabe bien que, en el centro de los argumentos de las calificadoras para bajar la nota crediticia a la petrolera, está el proyecto de Dos Bocas, a pesar de los esfuerzos realizados para aliviar a Pemex de su abrumadora carga fiscal, invertir más en exploración y estabilizar la producción de crudo.
Pero otra parte muy relevante de la renuncia de Urzúa refiere que le resultó inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la hacienda pública promovidos por personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de intereses.
No dijo sus nombres. ¿Quiénes son? No, por cierto, los del equipo que conformó en Hacienda, la mayoría provenientes del Colegio de México con altos niveles técnicos. Es el caso, incluso, de su sucesor, Arturo Herrera quien claramente representa continuidad y cuyo inmediato nombramiento (que deberá ser ratificado por el Congreso en las próximas horas) evitó una caída más pronunciada del peso y de la Bolsa tras la dimisión. Tampoco es Alfonso Romo, el jefe de la oficina de la presidencia, con quien Urzúa tuvo confrontaciones en la conformación del equipo económico pero que fue un diferendo finalmente superado.
Todo apunta entonces, según se pudo indagar, a Carlos Gastón Torres Rosas, un joven economista que funge como secretario técnico del gabinete. El círculo cercano del presidente le atribuye el suministro de “los otros datos” con que AMLO suele enfrentar las críticas. Incluso dice que a él se debe la sugerencia, técnicamente errónea, de sumar a las cifras de empleo la de los beneficiarios del programa “Jóvenes Construyendo el Futuro”.
Pero ¿dónde está el conflicto de intereses? Resulta que Torres Rosas, hijo de un próspero empresario de Durango, es íntimo amigo de los hijos de López Obrador, sobre todo de Andy, el más político de los tres. Por su oficina pasan graves decisiones en las que ha podido influir por la confianza que tiene en el amigo de sus hijos y porque así lo ha facilitado el estilo de gobernar del presidente: itinerante, con reuniones de gabinete en pleno y el boato de los mítines, sin darse tiempo a acuerdos más personales, más acotados, sobre asuntos de gran importancia nacional.
Urzúa solo ganaba mil pesos más que el secretario técnico del gabinete, quien tiene sueldo de subsecretario: 106 mil 432.30 pesos netos al mes, de acuerdo con el portal “Nómina Transparente de la Administración Pública Federal” de la secretaría de la Función Pública.
Lo cierto es que con Urzúa se va el último contrapeso a la 4T en cuanto a preparación y rigor económico, financiero y de mercados. También se va la expectativa de crecer más de uno por ciento este año.
Instantáneas:
1. LECCIÓN NO APRENDIDA. Las comparaciones, aunque odiosas, son a veces muy necesarias. Fue en las primeras horas del martes 20 de diciembre de 1994 cuando el entonces secretario de Hacienda, Jaime Serra Puche anunció que subiría 15% la banda de la tasa fija de flotación de la moneda. Tres años después de esa medida que desató una grave crisis en el país, los especialistas concluyeron que los peores días para anunciar decisiones de carácter financiero son los lunes y los martes, peor aun en horas de la mañana. No solo inciden en los mercados locales y estadounidenses, sino también, el mismo día y en los tres o cuatro siguientes de una semana hábil en los de Asia y Europa. Dudo que no lo supiera Urzúa. ¿Lo hizo por la fuerte presión o para causar un mayor efecto?
2. ROAD SHOW. Arturo Herrera sí es conocido en los circuitos financieros internacionales. Vivió ocho años en Washington como funcionario del Banco Mundial y como subsecretario de Hacienda del actual gobierno, era el contacto. No obstante, le hará falta mostrarse más para generar confianza e intensificar un road show. Anoche lo inició al ofrecer una conferencia de prensa en la Ciudad de México.
3. OTRA COMPARACIÓN. En dos ocasiones he escuchado el aserto de que las finanzas se manejarán desde Los Pinos. Con Luis Echeverría Álvarez en 1973, luego de correr como secretario de Hacienda a Hugo B. Margain, y con Ernesto Zedillo, luego del error de diciembre de 1994. Con Zedillo tenía cierta lógica pues era un especialista en la materia. No así Echeverría. AMLO tampoco lo es como para que quiera manejar las finanzas desde Palacio Nacional, pero no desde el ala de Hacienda sino desde la de Presidencia.
historiasreportero@gmail.com