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Pasado el mediodía de ayer, la agencia de noticias Reuters publicó en exclusiva la noticia de que el gobierno de Canadá está convencido de que, “en breve, el presidente Donald Trump anunciará la decisión de Estados Unidos de salir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)”.
La próxima reunión para la renegociación está programada para el 23 al 28 de enero en Montreal, Canadá. Por lo menos en lo que a ese país respecta, no se esperan avances con relación a las principales demandas estadounidenses, y esto incluye las demandas relativas al 50% de reglas de origen para autopartes; las cláusulas para resolución de disputas que demandan que puedan ser dirimidas en tribunales estadounidenses, y la revisión del tratado cada cinco años (sunset clause).
Sin embargo, en el más básico ajedrez nacionalista y geopolítico, la única jugada posible para Trump, considerando sus simplistas promesas de campaña de reducir el déficit en el intercambio comercial resultante del TLCAN, y las elecciones estadounidenses que se llevarán a cabo el 6 de noviembre de este año —en su mayoría—, sería la de notificar formalmente a Canadá y a México su decisión de dar por terminada la participación de Estados Unidos en ese tratado.
Ah, pero cómo bien dice David Lawder de Reuters, a diferencia del Brexit en el que el Reino Unido comenzó el conteo regresivo de dos años para su salida de la Unión Europea, salir del TLCAN aún sería opcional para Trump. En realidad, no hay nada que lo obligue a cumplir con su determinación.
Incluso, si enviase su carta de terminación —que tendría efectos después de seis meses a partir de su expedición—, la decisión podría ser cuestionada ante la Suprema Corte de Justicia por no contar con la aprobación del Congreso; incluso, el propio Trump podría dar marcha atrás a su decisión, aún si nadie más se lo impidiera.
Pensemos por un instante: en un año electoral en el que en Estados Unidos se van a renovar representantes de los 435 escaños de la Cámara Baja del Congreso; 33 senadores; 36 gobernadores; y 87 de los 99 cuerpos legislativos estatales, ¿qué mejor estrategia de campaña que continuar con su cruzada contra México?
Esa fue su estrategia: los mexicanos éramos y somos los enemigos, y funcionó. Cómo dicen los estadounidenses “si funciona ¿para qué componerla?”.
Ahora bien, los invito a pensar en el siguiente escenario:
Dado que la decisión unilateral de salir del TLCAN tendría efectos seis meses después de su notificación —sin que necesariamente deba de ser así porque siempre puede haber una decisión de retractarse de la decisión por el Estado que la hubiese emitido—, pronostico el siguiente escenario:
Entre el 6 y el 15 de mayo, la presidencia de Estados Unidos notificará a México y Canadá su decisión de dar por terminada su participación en el TLCAN.
En virtud de dicha determinación, se establecerá que, a partir de la fecha de la notificación, empezará la cuenta regresiva de seis meses para que los norteamericanos abandonen el TLCAN —es decir, entre el 6 y el 15 de noviembre;
Así, las fechas en las que el TLCAN dejaría de operar —claro, a voluntad de Trump—, serán óptimas para una reversión de la decisión de abandonar el TLCAN, independientemente del resultado de las elecciones del vecino del norte, que para el 6 de noviembre habrán concluido;
En México estaremos en medio de una transición, a menos de que las apuestas del vecino del norte estén apuntaladas en el continuismo;
Queda claro que el intervencionismo estadounidense en el proceso democrático mexicano es tan o más grave que el de Rusia en ese país. Ojalá que mis paisanos tengan la madurez para anteponer sus intereses, ideologías y filiaciones políticas a un valor que se antepone a cualquiera: nuestra soberanía como Estado, nuestro derecho fundamental a la autodeterminación.