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La Navidad llegó con un regalo que causó revuelo especialmente en los medios digitales, que se volcaron a difundir el reportaje que apareció en la portada del diario The New York Times, el 25 de diciembre bajo el título Con su enorme presupuesto de publicidad, el gobierno mexicano controla a los medios de comunicación.
Viniendo de un prestigiado medio extranjero, la exposición pública de ese elefante blanco en medio de la sala, que todos diariamente vemos y del que ya nadie habla porque nos es tan familiar, es una oportunidad para cuestionarnos.
Pero no sólo a la prensa, que lamentablemente tiene un alcance muy limitado y que —en algunos casos— está consiguiendo exitosamente penetrar las páginas noticiosas dentro de la web en internet, sino a los medios que realmente tienen penetración en la población y que reciben la mayoría de los recursos a los que hace alusión el reportaje.
El reportaje menciona que de acuerdo con Fundar —Centro de Análisis e Investigación—, en sus 5 años de gobierno, el presidente Peña Nieto ha gastado casi dos mil millones de dólares del presupuesto en publicidad mediática.
Sin embargo, de acuerdo con la información del propio Fundar, en 2016 el 25 por ciento de esos recursos fueron a los bolsillos de dos cadenas de televisión: Grupo Televisa y Azteca. Considerando que en 2017 empezó a tener vida una nueva cadena, es de suponer que parte de los recursos también se destinaron a la publicidad en el nuevo medio, por lo que cabe suponer que la proporción de inversión publicitaria en televisión abierta en cadenas nacionales también subió.
A lo anterior habría que agregar los recursos destinados a la publicidad oficial destinada a la cobertura mediática en las principales cadenas radiofónicas. Un estudio serio requeriría de un análisis completo del destino del presupuesto distribuido entre los miembros de la Cámara de la Industria de la Radio y Televisión (CIRT).
La CIRT —que aglutina entre sus miembros a las cadenas televisivas y a los consorcios radiofónicos nacionales y regionales— es tan poderosa que hasta fundó y cuenta con un partido político: el Partido Verde Ecologista, cuyo objetivo ha sido servir de cuña al PRI para conseguir mayorías, y desde esa posición negociar más concesiones y prebendas en materia de telecomunicaciones y radiodifusión.
El Partido Verde de la CIRT es tan poderoso, que entre sus prebendas está la presidencia de la comisión de radio y televisión de la Cámara de Diputados, y eso personalmente me consta.
Cuando llegué a la Cámara de Diputados, electa como diputada por el distrito 22 de la Sierra de Santa Catarina de Iztapalapa, tenía un claro objetivo: impulsar la reforma estructural de las telecomunicaciones. Por ello busqué que el coordinador de la bancada del PRD —partido que me había dado cabida cómo candidata y una vez electa, diputada— luchara porque yo ocupara la presidencia de esa Comisión o la de Telecomunicaciones.
Sin embargo, hay pactos no escritos que son más válidos que la ley: en la Cámara de Diputados, la Comisión de Telecomunicaciones siempre es presidida por un diputado designado por el PRI, en tanto que la presidencia de la comisión de radio y televisión invariablemente la ocupa un diputado del Verde Ecologista. Eso es poder y control mediático.
Así que olvidémonos de la prensa, que sólo leemos algunos interesados: son las televisoras, las grandes cadenas de radio, en fin, los integrantes de la CIRT, las que tienen el poder de vetar o hacer pasar cualquier ley que afecte sus intereses.
Pero el dinero público no sólo se utiliza para financiar cobertura mediática en televisoras, radio y prensa. No olvidemos que existe un nuevo medio que Peña Nieto descubrió a través de empresas como Blue State Digital, empresa conocida por ayudar a desarrollar la estrategia de Obama en internet.
Un riguroso análisis del control mediático que el gobierno ejerce utilizando recursos públicos, no podría dejar fuera la inversión que realiza para controlar y manipular las redes sociales, cuestión que a todos consta —o ¿a nadie le suena eso de los peñabots?
Desde la Presidencia de la República existe toda una “estrategia digital” dedicada exclusivamente al ataque de los objetivos incómodos al sistema, o a la defensa de los muchos traspiés del Presidente; y no dudan en utilizar cualquier artimaña a su alcance —sin importar su ilegalidad—, siempre y cuando logren su objetivo.
Azam Ahmed, autor del reportaje del New York Times, tiene el mérito de apenas levantar el velo de un problema mucho más complejo que el que pretendió analizar. La manipulación mediática en México tiene alcances insospechables al más alto nivel político, tanto que es imposible saber quién es la mano que mece la cuna.
Ojalá esa mano algún día nos deje ver la cruda verdad.