¿Se han sentado últimamente en alguna mesa , de esas que están en las aceras de algún restaurante o café? Siendo el caso, seguramente, sin poder evitarlo, habrán escuchado una o dos conversaciones de mesas cercanas, en las que los parroquianos compartían su genuina preocupación por la gobernabilidad de la ciudad, de los estados, del país .
En las mesas seguramente no se extrañaron el vino, el tequila o un café, acompañados de alguna vianda. Como tampoco faltó la presencia de los personajes que ya forman parte de nuestro paisaje diario. Gente que ronda estos barrios citadinos vendiendo artesanías, flores, galletas y dulces , y que se acerca a las mesas y a sus comensales, tratando de ganarse unos pesos para sobrevivir dignamente, sin caer en la trampa de un futuro de criminalidad.
Chusco, patético y desconsiderado es el comportamiento de tantos, que ni siquiera voltean la cara para mirarlos, cuando lo único que piden es la atención para ofrecerles, para venderles, para obtener un ingreso, pero que terminan —en la mayoría de los casos— siendo despachados como moscas.
Triste y lamentable el trabajo de los meseros que los ahuyentan, por orden del dueño del local, forzados a hacerlo como si se tratase de palomas incomodando a su clientela.
¿Y luego?, ¿dónde está la empatía hacia quienes tratan de sobrevivir sin delinquir en un México que no les abre ni una puerta, ni una ventana de oportunidad? ¿Cómo quejarnos de la sana convivencia de esta sociedad en donde prevalece la enorme brecha entre los que todo lo tienen y los que todo lo carecen?
La desigualdad y la falta de oportunidades aplastan a más de la mitad de la población mexicana y la mantiene en la pobreza y la marginación . Basten algunos datos que escandalizan a cualquiera:
Mientras que 804 mexicanos concentran una riqueza igual o mayor a 50 millones de dólares (de acuerdo con estimaciones del Credit Suisse); 9.4 millones sobreviven en pobreza extrema .
Esto significa, conforme al glosario del Coneval, que esos 9.4 millones “…disponen de un ingreso tan bajo que, aún si lo dedicasen por completo a la adquisición de alimentos, no podrían adquirir los nutrientes necesarios para tener una vida sana”.
Si ampliásemos el espectro para incluir a la población que se encuentra en situación de pobreza, es decir, aquella que tiene “al menos una carencia social (rezago educativo, acceso a servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios para la vivienda y acceso a la alimentación) y su ingreso es insuficiente para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades alimentarias y no alimentarias”, tendríamos que hablar de 53 millones 418 mil —43.6% de la población.
Así, más de 51.2% de nuestros compatriotas viven en la pobreza o en pobreza extrema. Ellos tienen que convivir con el uno por ciento (1%) que tiene la fortuna de acaparar un tercio de la de la riqueza nacional.
Y más, en México, mientras que entre 12 millones nos repartimos 66.66%; 108 millones ven cómo le hacen apenas con 33.33%.
¿Como es posible esta situación?
Hago memoria y recuerdo el documento conocido como “ Pacto por México ”, firmado al inicio de este moribundo sexenio por los principales partidos políticos y el presidente Peña Nieto . Cito textualmente su tercer párrafo de exposición de motivos:
“La abrumadora concentración de riqueza reta la vida institucional del país cuando antepone sus intereses a los de la sociedad. Éstos son los poderes que nos gobiernan, pues tienen la capacidad de doblegar a políticos o aspirantes a un cargo de elección popular, influyen los procesos de toma de decisión (iniciativas de leyes, planes y políticas) y en el otorgamiento de concesiones”.
Este sinsentido sólo puede ser posible porque el sistema democrático ha sido secuestrado por quienes ejercen el poder económico y político. Las élites cooptaron, corrompieron y desvirtuaron a las instituciones democráticas para mantener sus privilegios. Esto ha generado que una minoría diseñe las políticas para su beneficio, provocando desequilibrios en los derechos y la representación política.
Ojalá esa élite se percatara de que su poder y riqueza pueden servir para la construcción de una sociedad con justicia. Que ésta les generaría mejores perspectivas y que en la medida de que la población cuente con oportunidades para una vida digna y exista movilidad social, todos y no sólo ellos ganarán.
Ese sería un gran futuro para México, su país también, ¿o no?