Diariamente ustedes y yo, con acciones y decisiones construimos —o destruimos— las bases de nuestro mañana. Nuestras aspiraciones y lo que hacemos para alcanzarlas, nos permite sentirnos orgullosos o frustrados de los resultados, pero sabemos que nuestra actitud frente a nuestros desafíos hace la diferencia.
No niego que hay circunstancias fuera de nuestro control, pero hay momentos críticos que están dictados y en los que podemos y debemos tener injerencia. Marquen el 1 de julio de 2018, ese día tenemos una cita.
El 1 de julio de 2018, en todo el país se llevarán a cabo comicios para la elección de un presidente; 500 diputados; y 128 senadores federales; 8 gobernadores; mil 596 presidentes municipales; 24 juntas; 16 alcaldías y 160 consejales. Un total de 2 mil 409 funcionarios habrán de ser electos.
De entre esos 2 mil 409 cargos, hasta ahora hay inscritos 31 candidatos independientes exclusivamente para la Presidencia. Algunos con trayectoria política partidista, de la que se independizaron y a los que les imputan cercanía a ciertos grupos políticos afines al PRI, como el ex perredista Armando Ríos Piter o la ex panista Margarita Zavala. Y otros que van a la aventura, como el ex priísta y gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón El Bronco.
Es posible que algunos de ustedes sientan afinidad con alguno de estos candidatos. Sin embargo consideren que su afinidad cubrirá apenas una posición de los 2 mil 409 cargos. Su candidato, aún si fuese por la Presidencia, nada podrá hacer aunque gane, a menos que llegue a un acuerdo de coalición con otras fuerzas políticas.
Pero, en un contexto general y tratando de observar el bosque y no sólo un árbol, los invito a contextualizar la situación.
Para las elecciones de 2018, tres serán las plataformas políticas a nivel nacional que representarán ofertas diferentes entre sí.
En primer lugar, salvo que sucediese un milagro —en el más estricto sentido religioso de la palabra— ningún independiente tiene la posibilidad de ganar la Presidencia de México. A lo más que puede aspirar es a restarle votos a alguna fuerza política.
En segundo, a menos de que ocurriese un fenómeno semejante al del “voto útil” cómo el del 2000 con Fox, la votación en 2018 se dividirá en tercios, lo que significa que cualquiera que sea el victorioso en la contienda por la Presidencia, tendrá un Congreso dividido —tanto en diputados como en el Senado— es decir, sin mayoría.
Ahora bien, considerando que el “divide y vencerás” y su aplicación práctica por parte del PRI no se limita apenas al PAN, me pregunto —además de los “senadores rebeldes” panistas y actuales promotores de la candidatura de Margarita Zavala y de José Antonio Meade a la Presidencia por el PRI— ¿cómo se aplica esta estrategia a quienes se dicen formar parte del Frente Amplio Ciudadano por México?
Esto me lleva al tercero, y no es inocuo: el 19 de septiembre la Ciudad fue víctima de un sismo que provocó que un gran número de ciudadanos perdieran a seres queridos, viviendas y propiedades.
Sin embargo, pese a que la CDMX cuenta con 9 mil 500 millones de pesos para afrontar este tipo de catástrofes a través del Fondo de Atención a los Desastres Naturales en la Ciudad de México (Fonaden), el jefe de Gobierno ha permanecido subserviente al presidente Peña Nieto.
Con 9 mil 500 millones de pesos del Fonaden —500 millones más que los del Fonden de la Federación—, hace más de 20 días que cualquier político responsable tendría ejércitos de trabajadores en las calles, despejando escombros, levantando bardas, reconstruyendo mercados, avituallando poblaciones.
Hace más de 20 días que cualquier político estaría probándole a los capitalinos que sus impuestos están trabajando.
Pero si Mancera no ha hecho uso de los 9 mil 500 millones de pesos del Fondo, los capitalinos demandamos que nos explique ¿a dónde piensa destinar esos recursos? O ¿será que es parte de la negociación para ser considerado candidato a fiscal general de la Federación?