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Si cualquiera con curiosidad quiere conocer la estrategia de un gobierno, no hay mejor carta de navegación que el presupuesto de egresos, que, aunque nunca cuenta la verdad siempre da directrices. Y en el caso del presupuesto de la CDMX para el 2018, vaya que revela pistas:
A cuatro meses del sismo, el Presupuesto destina $8,772 mil millones de pesos, para acciones de reconstrucción, recuperación y transformación de la CDMX. Nada puedo objetar respecto al monto ni al destino de los recursos. Pero ¿acaso no es de llamar la atención la reacción un tanto tardía del jefe de gobierno?
No sé ustedes, si yo hubiese sido jefa de gobierno de la Ciudad de México el 19 de septiembre del pasado 2017, de inmediato habría convocado al Comité Técnico del Fondo de Atención a los Desastres Naturales de la Ciudad de México (FONADEN), para que sin demora se destinaran una buena parte de los $9,500 millones de pesos del fondo, al apoyo de los afectados por la catástrofe.
Que quede claro para todos los ciudadanos de esta nuestra capital: el jefe de gobierno de la CDMX, Miguel Ángel Mancera, decidió no hacer uso de los $9,500 millones de pesos del FONADEN, para apoyar en las tareas de rescate del sismo del pasado 19 de septiembre del 2017.
Lo que es evidente, es que, para el jefe de gobierno de esta Ciudad, había circunstancias más relevantes que las del rescate a víctimas atrapadas en edificaciones derrumbadas, la asistencia a familias desalojadas y sin vivienda, o la paliación del sufrimiento de familiares de los fallecidos. Su preocupación y ocupación estaban con su reaccionar político.
Si Mancera hubiese echado andar la maquinaria del FONADEN, en menos de un mes habría resuelto los más apremiantes problemas de Iztapalapa y Xochimilco, entre muchos otros.
No puedo explicarme el porqué de no haberlo hecho, así que tengo que pensar que fue por estupidez. De no ser así, no queda más opción que pensar en mala fe: considerando que lo contrario habría puesto en evidencia la ineficiencia al ejecutivo federal, justo cuando estaba en medio de negociaciones para una posición que le habría dado inmunidad por los próximos nueve años.
Pero no sólo eso: el uso de los recursos del FONADEN y sus resultados, hubiesen tenido un impacto favorable en la percepción del gobierno de la CDMX, que capitalizaría el PRD -justamente lo último que Mancera quería.
El jefe de gobierno necesitaba fortalecer su posición negociadora. Por ello, fue capaz de amenazar con imponer su candidatura a la presidencia de la República dentro del Frente, y salió públicamente a declarar incluso sin contar con el respaldo del PRD, que sólo llegó varios días después. La estrategia diseñada por su estratega y magister asesor, Héctor Serrano, le dio buenos resultados, y si no, pregúntenle a la senadora Alejandra Barrales.
Y a todo esto ¿qué dice la población de Xochimilco, Iztapalapa y el resto de las demarcaciones gravemente afectadas por el sismo? A ellos les tengo dos muy buenas noticias y un mal augurio:
Van las buenas: cómo en cualquier año electoral, siempre se abren oportunidades por parte de aquellos que buscan el voto de “buena voluntad” y “agradecimiento” por los buenos oficios, así que, el gobierno de la CDMX y las delegaciones dispondrán de:
· $3 mil millones de pesos, para ser ejercidos de acuerdo con lo dispuesto en la Ley de Reconstrucción, Recuperación y Transformación de la CDMX;
· En los primeros seis meses de este año (cinco, porque enero ya se nos pasó, las delegaciones podrán disponer del 60% del total de los recursos fiscales que les corresponden de acuerdo con el presupuesto).
Pero siempre está el negrito en el arroz, y pudiera ser que algunos asambleístas -que se sienten muy astutos- se olviden que las delegaciones aún no son autonomías, y que, por lo tanto, para ejercer sus respectivos presupuestos, las delegaciones deberán hacerlo a través de la tesorería del gobierno central, siempre y cuando cumplan con la normatividad que desde siempre les ha venido rigiendo.
Ah, pero no se olviden: siempre habrá el próximo gobierno, y no lo descarten porque el futuro puede traer sorpresas, aún mayores que las que ustedes sospechan.