La praxis de nación igualitaria en el presidente Andrés Manuel López Obrador implica el cambio del sistema inmunológico del Estado mexicano.

Se trata de un sistema inmunológico que ataca a su propio organismo desde adentro,desde sus autoridades e instituciones que deben protegerlo, nutrirlo y preservar su salud.

El Presidente avanza con políticas que buscan desmembrar la corrupción desde arriba, dejando huella sobre las alfombras y prestigios de diversas élites, pero en realidad tiene un doble epicentro: la pésima distribución prevaleciente de los recursos públicos y de las riquezas.

El tratamiento tiene fórmula política juarista: honestidad personal, investidura presidencial intachable, rehabilitación de la autoridad del Estado. Se trata de un mandatario convencido de que su honestidad no es una prueba de fuego, sino mar de fondo ético que le permitirá un ejercicio de poder incuestionable a los ojos de la mayoría.

Si bien sus políticas y programas se encaminan a reformar el Estado, a un direccionamiento horizontal de esferas de poder, recursos y beneficios horizontales a diversos integrantes de la sociedad mexicana, en realidad, muestran el ejercicio de poder de un gobernante con ritos propios de un inmunólogo de la política.

Su compromiso con la historia de México busca ser palpable en la respetabilidad / reverencia por la herencia y el mundo indígena; al vivir y despachar en Palacio Nacional, actuando como un Presidente austero, firme para conducir el destino de la nación. Mientras Juárez enfrentó la permanente amenaza de potencias extranjeras y del conservadurismo, en la circunstancia actual, el presidente AMLO asume que embate sin reserva ni simulación a quien presume representa todo vestigio de las fuerzas e intereses de la derecha inmoral, que ha postrado a su juicio el futuro del país.

El tratamiento es claro. El cuerpo de la nación carcomido por patologías crónicas degenerativas como la impunidad y la corrupción, obtuvo transfusiones de sangre cancerígena de los propios ex presidentes de la República, al anular el decoro en el cargo público, naturalizar el servicio público como negocio / monopolios políticos e inhabilitar las esferas de la soberanía del país: energética, alimentaria, educativa y cultural.

La lógica inmunológica presidencial diagnostica que la dominación del cáncer capitalista neoliberal es mundial, pero que sus enclaves mexicanos deben ser atomizados a golpe de política radical, de decisiones asumidas como gobierno por decretos desde quien le tilda de populismo de izquierda, pero en lo fundamental, acciones de intervención rupturista focalizadas, para habilitar a diversos actores como protagonistas del país.

El presidente pragmático idealista respira el rechazo a las causas de la 4T como un inmunólogo que conoce a las fuerzas populares que gobierna, convencido que con su gabinete, aliados políticos y seguidores, debe impulsarse un nuevo régimen de representación partidista y parlamentario genuino (lo que le vincula con el proyecto de Francisco I. Madero era en parte construir una representación política ciudadana que hiciera posible cambios de gobierno por la vía electoral), y consciente de que las élites y diversas instituciones han sabido construir sistemas de anticuerpos jurídicos / administrativos / penales, empresariales y fiscales para preservarse y están haciendo lo necesario, por deformar y quebrantar el proyecto de nación presidencial.

A su vez, pronto podremos ver si la 4T generará sus propias enfermedades inmunológicas o si en el diagnóstico político se han detectado resistencias sociales progresivas en sectores de clase media, que reclaman respeto, atención, escucha y resultados. Como inmunólogo gobernante -dicta la epi genética en esta metáfora-, la realidad siempre ofrecerá respuestas imprevistas y variables que escapan a su control, por lo que le será benéfico ampliar sus virtudes políticas de flexibilidad para lograr realizar sus fines revolucionarios.

De hecho, diversos momentos de la vida política nacional pueden tornarse en escenarios de fricción mayor porque la genética del viejo sistema puede ser mala consejera y porque los agentes con patologías inmunológicas, confían en que pueden debilitar al Presidente tabasqueño con las armas, métodos -nombres y apellidos-, del viejo régimen.

A diferencia de Madero, que tuvo que llamar a la insurrección armada para que se expresara la lógica de la voluntad popular impedida de hacerlo por vía de las urnas, el presidente AMLO confía en la genética del pueblo mexicano (más allá de las influencias externas que han permeado su historia colonial), y ha sabido estrechar fidelidades con sus seguidores por su compromiso con la gente, sobre todo la que se sabe siempre abandonada por quienes han detentado el poder. Tal vez en este eslabón reside el manto de inmunidad de opinión pública favorable que prevalece sobre el presidente en las encuestas nacionales de opinión pública.

Aunque los esquemas para fomentar la cohesión social implican calidad de servicios públicos y capacidad de abordar la complejidad de contextos comunitarios, la cirugía social presidencial inmunológica de Estado, parece encaminada a diseñar sistemas directos que aborden las desigualdades sociales, realizando una extraordinaria movilización de recursos y programas que buscan impactar en segmentos sociales con precariedades estructurales, pero sobre todo, en comunidades indígenas y campesinas, para que recuperen su estatus histórico / social y oportunidades anuladas de producción, consumo y empleo.

Y tal vez sin demasiada esperanza en la cura y en la terapia, el gobierno federal desencadena la administración de tratamientos inmunológicos y psico políticos simultáneos aplicados a expresidentes y gobernadores, a sus familiares y personeros, con evoluciones insidiosas, secuelas y efectos de duración prolongada, en el marco del proceso de organización del genoma moral y de justicia al interior del núcleo de las células del nuevo régimen.

unam.pedroisnardo@gmail.com
@pedroisnardo

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