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Continúo recordando, en esta segunda parte de mi texto, a Rafael Coronel, mi amigo, quién partió hace algunos días al viaje último sin retorno que a todos nos espera.
Resultó que Rafael me acompañó en varios momentos estelares de mi vida. Uno de ellos fue cuando asistió a mi fiesta de 15 años con su esposa, Ruth Rivera, y seguramente bailé con él un mambo, después del ridículo “primer vals” con mi papá, bueno, no tan ridículo como inadecuado. Era yo una adolescente necia, engreída y snob, y le pedí rogando a mi papá, pues no quería hacerlo, que en su tocadiscos estereofónico con 13 bocinas tocara a todo volumen, en vez del tradicional vals de J. Strauss, “La Valse”, de Maurice Ravel, que no se puede bailar ni de chiste... en fin.
Cuando me uní a Salvador Elizondo, hacia los años 70 del siglo pasado, Rafael Coronel, ya viudo, había retomado su vida de pintor bohemio creando su imaginativa obra con esos personajes misteriosos y atemporales tan característicos de su estilo pictórico. Entonces nos reencontramos con Rafael en casa de otro gran pintor amigo nuestro: Francisco Corzas, y empezó nuestra amistad con él y con el grupo de pintores y artistas de nuestra generación.
Solíamos reunirnos ya fuera en nuestro departamento del Parque México o en casa de Corzas o de Rafael, donde se armaban acaloradas discusiones por el arte, o bien bailábamos jubilosos. Corzas tocaba la guitarra y cantaba. Realmente nos divertíamos mucho. Una noche invité a los amigos a una pequeña cena en casa y Rafael llegó cargando una televisión. “Como ustedes no tienen televisión, traje una para ver la pelea del gran Mantequilla Nápoles”, nos dijo.
La fotografía en movimiento que publico en esta ocasión pertenece a una ocasión muy especial a la que nos invitaron Bianca y Francisco Corzas en su casa, específicamente en el gran estudio de Corzas. Era un happening pictórico-teatral-crítico-fotográfico que consistía en una comida con mucho vino y el delicioso spaguetti que nos preparaba Bianca Corzas, esto con el fin de que pasaran cosas interesantes. Habían convocado a dos bailarines de flamenco, un guitarrista de flamenco, dos pintores, y a mí, como fotógrafa testigo. Habían preparado dos caballetes con lienzos finos de canvas, sendas mesas con pinceles y pinturas para que, dictados por el crítico Salvador Elizondo y sus teorías, pintaran Corzas y Rafael Coronel inspirados en los bailarines, con la idea de pintar el movimiento con la inspiración inmediata, a la “prima”, como el gran Velázquez.
Corzas empezó a pintar al bailarín y Rafael decidió hacerle un retrato al crítico Salvador Elizondo, en el que también intervino Corzas y el propio Salvador; es decir, un retrato hecho por los tres. Las fotografías del happening ya las expuse hace tiempo en la galería de las hermanas Pecanins. Fue un día intenso y muy interesante.
Por último, y de lo más extraordinario que pasó con Rafael Coronel: una vez sonó el teléfono al mediodía, entonces Salvador y yo nos habíamos cambiado a vivir a Coyocán y ya no frecuentábamos tanto a Rafael debido a la enfermedad de Corzas y a otros factores. Contesté el teléfono, era Rafael Coronel, quien luego de saludar me preguntó: “Oye, Paulina, quiero saber si de casualidad se le perdió su cartilla militar a Salvador”. Asombrada, le respondí que me esperara, pues yo no sabía; le grité a Salvador para preguntarle, buscó de inmediato y, efectivamente, no tenía su cartilla militar, indispensable entonces para viajar al extranjero.
Resultó que Rafael Coronel se la había encontrado tirada en el piso de una gasolinera que estaba allá por Calzada de la Viga a la que habíamos ido después de recoger el coche de un taller mecánico. Ahí, Salvador necesitó ir al baño y tiró su cartilla y, por ¡¡¡azar!!! pasó su amigo Rafael Coronel —quién vivía en Cuernavaca y quién sabe qué demonios hacía en esa gasolinera tan lejana— para rescatar un documento tan importante. Por la “ley de probabilidades” era imposible que Salvador recuperara su cartilla. Fue increíble, una en un millón… una aguja en un pajar que tuvo a bien encontrar nuestro amigo Rafael Coronel.
***Foto: Rafael Coronel en movimiento pintando un retrato a Salvador Elizondo, 1973. (CORTESÍA PAULINA LAVISTA)