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El Premio Nacional del Deporte es una distinción que anualmente el Gobierno Federal entrega a aquellos atletas destacados del país. La Secretaría de Educación Pública y la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte son las dependencias encargadas de realizar la convocatoria en la que se inscribe a quienes hayan sobresalido en su disciplina deportiva.
Anualmente, las Asociaciones Deportivas Nacionales envían sus propuestas; éstas son analizadas por un jurado a través de todo un esquema burocrático para así votar y decidir en cada categoría a los ganadores por mayoría de votos, de forma irrevocable e inapelable.
De un total de 64 candidatos finales, 12 fueron elegidos; entre ellos, Javier Hernández Balcázar. Chicharito dio la oportunidad a los medios de comunicación de prestarle un poco más de atención al galardón, llevó el Premio Nacional del Deporte a sus primeras planas e hizo que su nombre estuviese por encima del resto de los ganadores.
Debo confesarme fan de Javier Hernández; su tenacidad, temple y disciplina lo han llevado a ser el máximo goleador de la Selección Mexicana y, junto a Hugo Sánchez y Rafael Márquez, es uno de los futbolistas mexicanos con mayor reconocimiento en el viejo continente, pero ¿ha hizo suficiente este 2017 para ser considerado?
La designación de Hernández cuestiona la inoperancia del reglamento, respecto a la modalidad de deporte profesional, abre el debate y crea una innecesaria polémica. Año con año, se exhibe la incapacidad de reconocer que en algunas ocasiones no existen candidatos con méritos suficientes para ser condecorados y que declarar desierto el premio en esta categoría representaría congruencia con los requisitos que deben cumplir todos los ganadores.
No tengo nada contra Chicharito, pero existen mejores formas de generar promoción. La baraja de deportistas profesionales con actuaciones relevantes es muy corta y la realidad es que no pasaría nada si se tomara la decisión de no entregarlo a nadie. Eso elevaría el estándar del galardón, para que no cualquiera crea tener las credenciales para ganarlo.
deportes@eluniversal.com.mx
Anualmente, las Asociaciones Deportivas Nacionales envían sus propuestas; éstas son analizadas por un jurado a través de todo un esquema burocrático para así votar y decidir en cada categoría a los ganadores por mayoría de votos, de forma irrevocable e inapelable.
De un total de 64 candidatos finales, 12 fueron elegidos; entre ellos, Javier Hernández Balcázar. Chicharito dio la oportunidad a los medios de comunicación de prestarle un poco más de atención al galardón, llevó el Premio Nacional del Deporte a sus primeras planas e hizo que su nombre estuviese por encima del resto de los ganadores.
Debo confesarme fan de Javier Hernández; su tenacidad, temple y disciplina lo han llevado a ser el máximo goleador de la Selección Mexicana y, junto a Hugo Sánchez y Rafael Márquez, es uno de los futbolistas mexicanos con mayor reconocimiento en el viejo continente, pero ¿ha hizo suficiente este 2017 para ser considerado?
La designación de Hernández cuestiona la inoperancia del reglamento, respecto a la modalidad de deporte profesional, abre el debate y crea una innecesaria polémica. Año con año, se exhibe la incapacidad de reconocer que en algunas ocasiones no existen candidatos con méritos suficientes para ser condecorados y que declarar desierto el premio en esta categoría representaría congruencia con los requisitos que deben cumplir todos los ganadores.
No tengo nada contra Chicharito, pero existen mejores formas de generar promoción. La baraja de deportistas profesionales con actuaciones relevantes es muy corta y la realidad es que no pasaría nada si se tomara la decisión de no entregarlo a nadie. Eso elevaría el estándar del galardón, para que no cualquiera crea tener las credenciales para ganarlo.
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