Hace 15 años, Christopher Cuéllar sólo tenía en mente una cosa: jugar futbol, seguir los pasos de su padre como futbolista, pero una lesión le dio un giro de 180 grados a su vida, lo puso en un despacho de abogados en California; sin embargo, el destino le tenía preparado algo inesperado, una serendipia, una que lo llevaría a la construcción del proyecto femenil de Selecciones Nacionales de México.
Se sumó al equipo de trabajo su padre, Leonardo Cuéllar, en 2005, pensando que su llegada al Tricolor Femenil sería tachada como un acto de nepotismo. Ayudaba de forma voluntaria a lo que día a día hacía su papá y, en tiempos en los que no había muchos técnicos levantando la mano por trabajar en el futbol femenil, Christopher se convirtió en una pieza clave dentro de la estructura de Selecciones creada por el ex timonel de México.
En 2016, cuando Leonardo dejó la Selección Mexicana, se pensó que su hijo lo acompañaría, pero no fue así. Aunque los resultados no habían sido del todo favorables, no podía abandonar lo que juntos habían construido. Detrás de todo el proyecto había muchos años de trabajo, los cuales no permitiría que fueran en vano y por ello continuó trabajando, escribiendo su propia historia.
Pocas veces, sólo dos, México ha sido campeón en Selecciones Femeniles; sí, sólo en dos ocasiones el equipo tricolor lo ha logrado y sólo ha sido el título de Concacaf. Sólo dos veces los equipos femeniles han escrito historia, pero sólo una como lo ha hecho la Selección Sub-20 de Christopher Cuéllar.
Podría parecer que para Christopher, todo ha sido más sencillo, pero no. Descrito por su padre como un gran analista del futbol, ha creado y formado Selecciones Nacionales con un chip diferente.
Ha conjugado equipos con la capacidad de salir a atacar, de buscar en el terreno de juego comerse al rival, jugar sin tregua, sin vacilar y —sobre todo— sin miedo. Esto apenas comienza a dar resultados.
Sumado a su trabajo y a la creación de la Liga MX, el futbol femenil rinde frutos. Por primera ocasión después de mucho tiempo, un equipo mexicano estuvo conformado en su mayoría por jugadoras que participan en una liga local, muy al contrario al pasado, en donde el talento era buscado, encontrado, pero sin el espacio, sin un desarrollo.
El primer campeonato de México en Concacaf en categoría Sub-20 llegó tarde, pero seguro. Después de años y años de trabajo, la labor de los Cuéllar hace algo más que escribir historia, ha roto el paradigma sobre el autoritarismo estadounidense en la región. Parece ser que el camino construido sí era el correcto, sólo faltaba que el futbol nacional se comprometiera para no esperar tanto y tanto un resultado que se pueda robar las portadas nacionales.