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Eran los años 80, el futbol femenino comenzaba a tomar fuerza. El primer Mundial había cumplido su cometido. La formalidad de aquella Copa del Mundo, en 1991, era resultado del crecimiento que había tenido el balompié femenil en los años previos y era importante que la FIFA respaldara un torneo con su aval, comprometiendo a cada federación a hacer lo mismo, con el fin de darle un mayor impulso.
México lo tomó “en serio”. A finales de los 90, Leonardo Cuéllar fue el elegido para darle forma al proyecto que la Federación Mexicana de Futbol presentaría en 1999. El Mundial de Estados Unidos fue la primera participación de México en una Copa del orbe. El grupo que Leo conformó tenía jugadoras de aquí y allá; es decir, mexicanas y mexico-estadounidenses con habilidades futbolísticas tales, que podían ser seleccionadas aun cuando algunas no habían jugado un torneo profesional.
Si bien, Iris Mora fue la primera mexicana en emigrar al extranjero por la falta de una liga profesional que se acercara, impulsara y desarrollara su nivel futbolístico, pocas pudieron seguir sus pasos. El problema tenía dos caras: el futbol femenil en nuestro país no podía ofrecer el escenario en el que pudieran mostrarse para que algún equipo internacional se fijase en ellas y que muchas cumplían con compromisos académicos que debían realizar.
Los años han pasado. Muchas futbolistas mexicanas se cansaron de esperar una liga profesional en México. El nivel de muchas les abrió paso a seguir, décadas después, los pasos de Mora. Maribel Domínguez viajó a España para jugar con el Barcelona; Andrea Rodebaugh hizo lo propio en Francia y varias más jugaron en la NWSL, la liga norteamericana, de donde surgieron la mayor cantidad de futbolistas mexicanas que alimentaban la Selección. Pero la NWSL no ofreció por mucho tiempo espacio para ellas a la larga. Las federaciones estadounidenses, canadiense y mexicana intentaron que ésta siguiera generando oportunidades, pero no fue así. De más de 10 mexicanas que militaban en la NWSL, tres se mantienen.
No todo estaba perdido. Europa comenzó a recibir a nuestras mexicanas. Islandia, Finlandia, Noruega, Holanda, España, Francia, Turquía abrieron sus fronteras futbolísticas a nuestras jugadoras. La Liga MX les llegó tarde. Jugar en un equipo de su país no será uno de los sueños que puedan cumplir. Estar lejos las ha convertido en aquellas que a miles de kilómetros de casa levantan la mano por el futbol mexicano, ese que no estuvo listo para darles la oportunidad.
Charlyn, Kenti, Cristina, Bianca, Stephany, Christina, Katie, son parte de nuestra legión femenil en el extranjero, a las que sólo volteamos a ver muy de vez en cuando, aún cuando tienen más actividad que los mexicanos que juegan fuera del país.
futbol@eluniversal.com.mx
México lo tomó “en serio”. A finales de los 90, Leonardo Cuéllar fue el elegido para darle forma al proyecto que la Federación Mexicana de Futbol presentaría en 1999. El Mundial de Estados Unidos fue la primera participación de México en una Copa del orbe. El grupo que Leo conformó tenía jugadoras de aquí y allá; es decir, mexicanas y mexico-estadounidenses con habilidades futbolísticas tales, que podían ser seleccionadas aun cuando algunas no habían jugado un torneo profesional.
Si bien, Iris Mora fue la primera mexicana en emigrar al extranjero por la falta de una liga profesional que se acercara, impulsara y desarrollara su nivel futbolístico, pocas pudieron seguir sus pasos. El problema tenía dos caras: el futbol femenil en nuestro país no podía ofrecer el escenario en el que pudieran mostrarse para que algún equipo internacional se fijase en ellas y que muchas cumplían con compromisos académicos que debían realizar.
Los años han pasado. Muchas futbolistas mexicanas se cansaron de esperar una liga profesional en México. El nivel de muchas les abrió paso a seguir, décadas después, los pasos de Mora. Maribel Domínguez viajó a España para jugar con el Barcelona; Andrea Rodebaugh hizo lo propio en Francia y varias más jugaron en la NWSL, la liga norteamericana, de donde surgieron la mayor cantidad de futbolistas mexicanas que alimentaban la Selección. Pero la NWSL no ofreció por mucho tiempo espacio para ellas a la larga. Las federaciones estadounidenses, canadiense y mexicana intentaron que ésta siguiera generando oportunidades, pero no fue así. De más de 10 mexicanas que militaban en la NWSL, tres se mantienen.
No todo estaba perdido. Europa comenzó a recibir a nuestras mexicanas. Islandia, Finlandia, Noruega, Holanda, España, Francia, Turquía abrieron sus fronteras futbolísticas a nuestras jugadoras. La Liga MX les llegó tarde. Jugar en un equipo de su país no será uno de los sueños que puedan cumplir. Estar lejos las ha convertido en aquellas que a miles de kilómetros de casa levantan la mano por el futbol mexicano, ese que no estuvo listo para darles la oportunidad.
Charlyn, Kenti, Cristina, Bianca, Stephany, Christina, Katie, son parte de nuestra legión femenil en el extranjero, a las que sólo volteamos a ver muy de vez en cuando, aún cuando tienen más actividad que los mexicanos que juegan fuera del país.
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