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Hace 18 meses, cansado de fracasar, Nick Foles l o tenía decidido: había llegado el momento de decir adiós. Su carrera iba cuesta abajo, las cosas no pintaban nada bien, había sido despedido por los Rams y —como si estuviera siguiendo un guión de película— un día tomó una caña de pescar. Junto a su cuñado buscó un momento para reflexionar y comenzar a tomar decisiones sobre su paso por la NFL ¿Tenía que intentarlo nuevamente? o ¿había llegado el momento de despedirse? Decidió darse una oportunidad más, sin saber que el destino le tenía guardada una grata sorpresa, ese tipo de regalos que da la vida a quienes no tiran la toalla.
Antes de regresar a Filadelfia, Foles tuvo que verse nuevamente ante retos. Su paso por San Luis fue gris, su año con los Chiefs sólo le brindó oportunidad de un juego en la temporada, hasta que los Eagles pusieron nuevamente la mirada en él y lo llevaron de regreso a sus filas para actuar como suplente de su gran estrella, su prodigio, Carson Wentz.
Nick Foles tenía las tres “B”: bueno, bonito y barato, requisitos suficientes para llevarlo a Filadelfia como suplente, con pocas pretensiones. Era el jugador perfecto para lo que buscaban: un reemplazo. Era poco posible tenerlo como titular. La campaña pintaba para que Wentz fuera el que se vistiera de gloria, y sí, durante 13 semanas todo salió a pedir de boca, hasta que una grave lesión en la rodilla lo marginó de toda posibilidad de concluir la campaña. Nada estaba escrito.
Las actuaciones de Foles, en los últimos juegos de los Eagles durante la temporada regular, fueron malas. Los fanáticos poco confiaron en lo que éste pudiera realizar y la búsqueda de su primer campeonato parecía distante, hasta que convirtió cada uno de sus fracasos en fortalezas y así llevó a su equipo al Super Bowl.
La oración lo empoderó, lo hizo retomar una confianza nunca antes vista en el joven mariscal. La precisión de sus pases en el Super Bowl nos hizo olvidar de la casualidad de la vida que lo llevó a convertirse en el titular, haciendo poco asimilable lo que ese giro inesperado le acababa de otorgar. No solamente consiguió el primer campeonato en la historia de la NFL para los Eagles, también opacó la actuación de uno de los más grandes de este deporte: Tom Brady.
Mejor jugador del Super Bowl, con futuro incierto. Ser el mejor no le da certeza sobre dónde jugará la próxima temporada. Su posición como titular tenía etiquetada una fecha de caducidad; sí, Nick Foles y toda su gloria obtenida pueden tener acomodo en otro lugar. Sus días están contados, salvo que él se quisiera quedar, pero no, nada esta aún determinado. Todo parece indicar que terminará pasando a la historia como el que entregó a Filadelfia su anhelado Vince Lombardi y tendrá que regresar a pescar para decidir lo que el futuro le deparará.