No hay palabras para describir al camino de horror y sangre dejado por la purificación racial y religiosa. En la peor de las pesadillas posibles, las mujeres son tratadas como carne de placer en medio de la guerra. Se convierten en madres que dan a luz a los hijos de sus perpetradores. Los integrantes del Estado Islámico ultrajan a niñas y jóvenes porque pertenecen a pueblos que consideran infieles. Le llaman la yihad sexual.
Nadia Murad, activista yazidí, recibió el premio Nobel de la Paz 2018 por combatir estos crímenes y buscar justicia para las víctimas. Los radicales de ISIS sitiaron su aldea en Irak. Asesinaron a todos los hombres, entre ellos a seis de sus hermanos. A su madre se la llevaron con otras 80 mujeres, todas mayores de 45 años. Las más jóvenes fueron secuestradas, pasadas de mano en mano, penetradas en grupo y entregadas al tráfico de personas. Nadia escapó pero descubierta y recapturada. La llevaron luego a Mosul para venderla. No se resignó y volvió a huir. Una familia musulmana la ayudó a cruzar la frontera y recuperó su libertad. No olvida el horror que vivió y no quiere que el mundo lo ignore. Por eso lleva su voz a todos los foros posibles para llamar la atención hacia la tragedia de los yazidíes. La respuesta ha sido lenta, pero el Nobel contribuirá a darle visibilidad.
En la República Democrática del Congo, el genocidio es por intereses económicos. Las mujeres violadas son incuantificables. Hace 20 años, el médico Denis Mukwege atendió a la primera de ellas en llegar a su dispensario. La tragedia lo llevó a fundar un pequeño hospital en el que hizo miles de cirugías reconstructivas.
En septiembre de 2012, Mukwege criticó al gobierno de Joseph Kabila ante la ONU. Dijo que su país y otras naciones permanecían indiferentes ante estos hechos terribles. Perseguido, tuvo que huir a Suecia y luego a Bélgica. Un año después regresó al Congo gracias a un grupo de mujeres que reunieron fondos para que reactivara la práctica clínica. Opera a 3 mil 500 mujeres al año. Por su labor humanitaria, también recibió el premio Nobel de la Paz 2018.
HUERFANITO.
En México hay miles de niñas que siguen siendo reclutadas para el tráfico de personas. El turismo sexual es un negocio millonario que ninguna autoridad ha combatido con la fuerza suficiente. Para los criminales que las denigran, lastiman y esclavizan, ni perdón, ni olvido.