Si los migrantes centroamericanos lanzan piedras al llegar a la frontera con Estados Unidos, serán recibidos con balazos. Así lo advierte Donald Trump. Si piden asilo, vivirán en carpas mientras se define su situación. No existe aún el muro con el que le gustaría frenarlos, pero suplirá los tabiques con centenas de efectivos militares armados.
El presidente estadounidense asegura que trescientos de los integrantes de la caravana son muy malos y que impondrán el socialismo. En realidad son, en su mayoría, familias que huyen de la pobreza y violencia extremas, pero él no desaprovecha la oportunidad de utilizar esa tragedia a su favor. Anticipa que su país se convertirá en Venezuela si se implementan las políticas de sus rivales políticos. Como si el desastre venezolano se explicara por la llegada de migrantes ávidos de vivir en paz y de tener un trabajo que les permita comer.
Dice también Trump que los demócratas quieren acabar con las fronteras y dar más derechos a los ilegales que a los ciudadanos estadounidenses. Ya le funcionó antes eso de usar el miedo en campaña, por eso vuelve a apostarle al temor y habla de las “hordas de criminales provenientes de América Central” que amenazan con entrar por la fuerza a su país.
Es muy probable que ese discurso afiance la lealtad de sus seguidores y genere votos para los republicanos, pero el desprecio por los centroamericanos no va a desaparecer luego de la elección de este martes. El odio se queda. La hostilidad permea. El resultado es una sociedad que desconfía de quien es diferente, en particular si es moreno, entró por la frontera sur y habla español. En ese contexto, acudir a la violencia para defender los derechos de los “auténticos” estadounidenses se considera correcto. La semilla de la xenofobia queda sembrada. Es difícil saber cómo crecerá y a quién terminará dañando.
HUERFANITO. Son cada vez más los grupos de centroamericanos que emprenden el viaje hacia Estados Unidos. México está literalmente en medio de ese conflicto. Desde el sur presionan el hambre y la desesperación. Desde el norte exigen frenar lo que parece ser un fenómeno imparable. Muchas de esas personas no llegarán a la Unión Americana, ni volverán a sus países de origen. Se van a quedar acá. Hay que prepararse para ello.