Yo no planifico nada. Todo surge en mi cabeza cuando tiene que surgir. Brota naturalmente en el momento oportuno. Odio la planificación. Si planifico, me pongo en el lugar de un oficinista (...). El futbol no se estudia; se siente y se vive. Parto desde ahí. Yo soy de la calle; negar eso es imposible.
Es raro que me hayan puesto la etiqueta de planificador. No sé a qué obedece”. Estas palabras son del mismísimo Jorge Sampaoli, quien “escribió” un libro titulado “Mis Latidos” y fue publicado un par de meses antes del Mundial. También reconoce que es lejano a la lectura, que “después de leer dos páginas, me aburro”.
Éste es el perfil del DT de la selección argentina , y que refleja uno de las males de este país y que marca un declive de la sociedad en general: ese pensamiento que con “los huevos y actitud alcanza” (y si no te reviento la cabeza), que no vale la pena estudiar, planificar y ser organizado, porque “somos los mejores” y nos las sabemos todas. Todos son unos imbéciles, menos nosotros.
La soberbia se manifiesta no sólo en no saludar a tu propia gente ni querer hablar con el periodismo, como si fuesen dioses intocables, sino también en creer que con la presencia y la camiseta albiceleste alcanza. Y, por favor, acabemos con esa cultura de rodearnos de los amigotes. Cuando uno trabaja, quiere a los mejores alrededor de uno, no a los amigos.
La mayoría de este grupo tendría que haberse retirado con gloria y honores después de la final de 2014. Hay que dar lugar a la gente que viene detrás. Y eso, en este país, no se entiende. Vivimos del pasado (en todo aspecto) y así es imposible construir ningún proyecto a futuro. En el deporte, en la vida o en la política.