El domingo, en su propia casa, el AC Milan perdió el tercer partido de la temporada en la Serie A y ya se encuentra séptimo en la tabla, después de haber gastado casi 250 millones de euros en 11 jugadores nuevos.
Como ya lo habíamos detallado en una columna hace un par de semanas, inversores chinos le compraron el equipo a Silvio Berlusconi por 830 millones de euros, pero la gran mayoría del capital vino de un préstamo de un fondo de inversión de capitales de riesgo basado en Estados Unidos, a una tasa de interés de 10% anual. Todo este modelo de negocio se basa en una sola cosa para poder funcionar y ser viable: clasificar a la Champions League temporada tras temporada.
Italia, a partir de este año, cuenta con cuatro cupos asegurados en la máxima competencia de clubes.
Los dueños del AC Milan aspiran, como mínimo, a terminar cuartos, y por eso se gastaron los millones que se gastaron en jugadores nuevos (muchos de ellos jóvenes y algunos sin previa experiencia en la Serie A), y decidieron mantener a Vincenzo Montella como DT.
Pero la presión existe y cada vez más fuerte. Marco Fassone (CEO del club), después de la derrota ante la Sampdoria, salió en televisión —en un acto inusual para un dirigente— a pegarle duramente a los jugadores y al DT, y decir claramente que “no estaba en los planes perder dos partidos de seis jugados”.
Esta semana, Fassone alivianó un poco su posición y dijo que “no clasificar a la Champions no era el fin de mundo”, pero ya todos saben que el equipo tendrá que vender jugadores, si para mayo de 2018 no clasifica para la Champions.
La situación es precaria. Montella firmó un nuevo contrato este verano y tiene la confianza de los dueños, pero —como siempre pasa en futbol— la línea se corta por lo más delgado. Y Ancelotti está sin trabajo.
El día decisivo llegará la otra semana, cuando se enfrenten al Inter de Luciano Spalletti en el Derby della Madonnina. Si el Milan pierde, la posición de Montella será insostenible.
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