Hace poco más de un mes entró en su quinto año de gobierno, periodo en el que todos los presidentes, tradicionalmente, empiezan a declinar. Pero Enrique Peña Nieto apunta, con acciones que están a la vista de todos, a erigirse como la excepción. Es un cambio político radical, histórico, en el presidencialismo mexicano. De completarse, sería su refundación. Sería el neopresidencialismo.

Algunos de los elementos que empiezan a prefigurar este proceso, tienen como punto de partida la designación del candidato a sucederlo. Lo hizo de manera aterciopelada. Sin contratiempos. Sin sobresaltos. Todos los priístas aceptaron que el ex secretario de Hacienda, sin tener militancia en el PRI, fuese su representante en la contienda presidencial de julio próximo.

José Antonio Meade, en su calidad de “ciudadano”, se presenta ante el electorado, con el respaldo del PRI, PVEM y Panal, como un hombre preparado, con experiencia administrativa, probo y honrado. El priísmo, en ese sentido, optó por el mejor. Su candidatura es incuestionable. Y como de lo que se trata es de recrearse en el poder, la decisión presidencial es inobjetable. Importante batalla ganada mirando a la formación del peñanietismo.

En simultáneo, con esa decisión fundamental, coloca a Miguel Ángel Osorio Chong en perspectiva de convertirse, por la vía plurinominal, en el próximo coordinador de la fracción priísta en el Senado, para lo cual renunció hace dos días al cargo de secretario de Gobernación, en el que estuvo todo el tiempo que va de la administración.

Más que un premio de consolación, lo que evidencia ese movimiento es a Enrique Peña Nieto en plena construcción del ismo con sus apellidos, lo que apunta a darle permanencia indirecta, pero decisiva en el poder.

En otra parte de su innegable cuanto eficaz estrategia, coloca a Aurelio Nuño Mayer como coordinador de la campaña del ex titular de Hacienda y a José Narro Robles, quien jamás tuvo ninguna posibilidad de alcanzar la candidatura, simplemente lo mantiene en la Secretaría de Salud para que eventualmente termine lo que le queda al sexenio.

La designación de José Antonio González Anaya en Hacienda apunta a que, de ser José Antonio Meade el ganador de los comicios, sería ratificado porque domina su ámbito y tienen la confianza y la amistad del presidente Peña Nieto y junto con ella, la admiración de su antecesor, quien se ha expresado de él como el hombre más inteligente que conoce.

Los relevos en el gabinete anunciados el miércoles de la semana que corre, se dan en personas de lealtad probadísima hacia el jefe de las instituciones nacionales. La llegada de Alfonso Navarrete Prida a Bucareli es una garantía de eficacia institucional y de reconocimiento a quien le da otra oportunidad de ascenso. Sin ningún problema, podría ser ratificado también por su ex compañero de gabinete, en caso de triunfar.

A la vista de muchos, estos parecen acontecimientos coyunturales. Pero en el tablero en el que únicamente juega Enrique Peña Nieto, sus cálculos van mucho más lejos y se sintetizan en una visión de futuro en el que seguiría siendo el jefe del grupo que llegó hace cinco años al poder y que podría prolongar su dominio transexenalmente, con todo lo que eso implica.

Al relevar a Luis Enrique Miranda en la Sedesol y perfilarlo como futuro coordinador de los diputados en San Lázaro tendría, con Osorio Chong en la Cámara Alta, dos piezas clave, de máxima fidelidad y confianza en el Congreso federal, instrumento esencial que, por su función de armar el entramado legal del país, puede darle la direccionalidad más conveniente.

Apenas ayer empezó a trascender la posibilidad de que Alberto Bazbaz, ex procurador de justicia del Estado de México y director de Inteligencia Financiera de la SHCP, dejaría este cargo para ir al Cisen (Centro de Investigación y Seguridad Nacional). Al confirmarse esa versión, sería una pieza más que haría de Enrique Peña Nieto una clase de panóptico, ese instrumento que todo lo ve y todo lo sabe y que, por lo tanto, da capacidades y poderes prácticamente ilimitados.

Así, el esquema para la formación del peñanietismo avanza y se consolida. Pero deberá pasar pruebas cruciales en el contexto de los acontecimientos que se avecinan.

El primero y más importante, es hacer cuanto sea necesario a fin de que el candidato “ciudadano” José Antonio Meade pase la prueba de las urnas. Para ello, previsiblemente, echará toda la carne al asador, con amplias posibilidades de alcanzar ese objetivo.

De lograrlo, será el artífice del rediseño del presidencialismo mexicano, sobre el cual el priísmo dará un paso hacia su recreación indefinida.

SOTTO VOCE… Excelente decisión, la de José Antonio Meade, de incluir en su equipo al senador Javier Lozano, independientemente de algunas opiniones en contra. Con él, Ricardo Anaya encontrará un contendiente a su medida para la guerra verbal, mediática y en redes sociales… En el afán por dar un mayor impulso al desarrollo de Sinaloa con base en la educación, el gobernador Quirino Ordaz, impulsará la autonomía de la Universidad de Occidente mediante una iniciativa que enviará próximamente al Congreso local. Su propuesta tiene ya el apoyo general por todos los beneficios que de eso se desprenderían. Con certeza, en breve sería votada positivamente… Con insistencia, se menciona en las Cortes de Nueva York que las declaraciones de Édgar Veytia, ex fiscal de Roberto Sandoval, podría obligar al ex gobernador de Nayarit a enfrentar la justicia, tanto en México como en Estados Unidos en el futuro inmediato, con independencia de que el Congreso local de esa entidad haya iniciado juicio político en su contra.

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@mariobeteta

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