La historia actual de México sigue dando vuelcos. En sólo unos meses, se han visto cosas inconcebibles por el arribo de Andrés Manuel López Obrador al poder. Pero ninguna como la que se vislumbró esta semana, en la que, por primera vez, un expresidente es señalado como probable implicado en un fraude con bienes nacionales.
El presidencialismo, encarnado de larga data en el Tlatoani, ha sido cerebro, corazón y espina dorsal de la vida política, religiosa, cultural, económica y social de México. Como presidente, lo ha dispuesto y regido todo. En ese papel, es imaginado y aceptado como un Dios; se le reconocen cualidades extraordinarias; es omnipresente, omnisapiente, omnipotente. Su voluntad es incuestionable y absoluta.
Personificado y recreado periódicamente como el máximo poder, con el tiempo, empero, se lo asocia con un simple mortal, a quien sus facultades cuasi divinas le duran sólo seis años y al que, hoy, después de muchas décadas en que fue intocable, se le pueden exigir, ya sin el cargo, cuentas sobre sus actos.
¿Qué mexicano no tiene la certeza total de que, el inmenso poder que ejerce ese personaje no es utilizado para conseguir los fines más innobles, deleznables y excesivos?
¿Qué ciudadano no está convencido de que, desde siempre, México ha sido víctima de la rapacidad, ejercida por generaciones, de quienes lo han gobernado?
¿Quién podría meter las manos al fuego para acreditar la honorabilidad, probidad y honestidad de la mayoría de quienes han ocupado cargos administrativos y/o de elección?
Es un secreto a voces que la inmensa mayoría han amasado fortunas grotescas con el hurto al erario. Hoy, como nunca, exhiben sus haberes con insólita desvergüenza. Con su participación en negocios público-privados turbios han consolidado una cultura cleptocrática que, médula de la corrupción, se ha generalizado e inexorablemente corroe a toda la estructura social.
Si bien el poder presidencial y el de los demás actores políticos es limitativo de sus atracos por su temporalidad, prevalece una oprobiosa inmunidad e impunidad en todos los niveles, que fue particularmente notable al nivel más alto durante el último gobierno.
Por eso, el hecho de que por primera ocasión en la historia de este país se vincule a un expresidente con hechos irregulares, que eventualmente se le investigue y se le lleve ante la justicia, si fuere el caso, tiene una importancia singular. De perder el status de intocabilidad que ha tenido esa figura una vez terminado su mandato, ocurriría los mismo con todas las demás. El presidencialismo daría un giro. Se revestiría de nuevas y alentadoras improntas.
Uno de los protagonistas fundamentales de este inédito proceso, es el titular de la Fiscalía General de la República, doctor Alejandro Gertz Manero, quien, con determinación y visión; sagacidad y arrojo, es la pieza clave en la transformación radical de la justicia en México.
Él, como el presidente Andrés Manuel López Obrador, trabajan para la Historia, que está más allá del cargo, el lucro y el momento. Y en ella se consagrarán si dan a la sociedad la satisfacción de ver que, por primera vez, un ex presidente no queda exento de sus excesos.
SOTTO VOCE: Educación, ciencia y tecnología son vitales para un país. Por eso, el gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo, las impulsa decididamente. Los primeros resultados son medalla de oro, plata y bronce, y cuatro menciones honoríficas, ganadas por estudiantes guerrerenses en la Olimpiada Nacional de Matemáticas… El programa Mejorando el Futuro capacita a 650 mil jóvenes para el trabajo. Bien. Pero resulta que, en mayo, según el Inegi, se desplomó el empleo. ¿Dónde se van a ocupar? …Tiemblan los privilegiados que son parte del aparato partidista-electoral, por la reforma que impulsa Morena. Algo rescatarán del pataleo.
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@mariobeteta