Andrés Manuel López Obrador no tiene dos meses en el poder y su popularidad crece día con día. Es la gran sorpresa para simpatizantes y detractores.

No ejercía el cargo que lo llevó a la silla presidencial y de inmediato, tomó decisiones cruciales que han delineado cambios radicales.

Las previsiones sobre una posible pérdida de aceptación por sus acciones, no pocas veces cuestionadas, han fallado.

Las encuestas después de haber declarado la guerra a los ladrones de combustible, han arrojado resultados sorprendentes. Tiene el apoyo mayoritario de seguidores y opositores tradicionales.

Su popularidad crece como la espuma. Su consenso se eleva a cada paso que da. Si acepta que tiene miedo, pero no es cobarde, esto no se refleja en su desempeño público.

La conexión entre éste y los deseos de la gente de ver un giro profundo, es ostensible. La prueba de fuego de la escasez de carburantes, en vías de superación total, amplía su margen de decisión.

Y apenas comienza…

En el estilo personal de gobernar de AMLO, subyace la incubación de un fenómeno inusitado, extraordinario, quizás impensado. O quizá guardado como su más caro anhelo político: la construcción de un Ejército Social de Reserva.

Marx, en El Capital, desarrolló el concepto de lo que es el Ejército Industrial de Reserva. En las sociedades capitalistas, es la parte excedente de trabajadores. Son los desempleados.

Extrapolando esa categoría económica, vinculándola con la esfera política y llevándola al trabajo de AMLO, toda proporción guardada, no es descabellado sugerir que él, consciente o inconscientemente, está formando un Ejército Social de Reserva en tanto la población se le está entregando casi incondicionalmente.

Algunas evidencias lo confirman:

Canceló el nuevo aeropuerto aún antes de asumir el poder y aunque algunos sectores lo cuestionaron, prevaleció su decisión. La economía no se derrumbó.

Sobre ese proyecto y el del Tren Maya, se realizaron consultas que a nadie dejaron satisfecho y su postura no sólo no cambió su relación con sus gobernados, sino que se reafirmó.

Cuando empezó a escasear la gasolina por el cierre de ductos para impedir el robo, lo que para algunos previsiblemente desataría algunos conflictos, se tradujo en una base indiscutible de respaldo a la decisión de rescatar, en lo que yo llamo la segunda expropiación, una riqueza que es de todos.

Con esas aduanas superadas, se puede decir que AMLO tiene en sus manos la voluntad colectiva nacional y que, de seguir en la trayectoria que lleva, mantendrá el consentimiento a sus decisiones.

¿Para qué, eventualmente, podría utilizar esa inconmensurable fuerza, que pocos, pero muy pocos gobernantes en el mundo han podido reunir por convicción popular generalizada?

La guerra que libra contra los huachicoleros, es de todos, pues a todos atañe. El gobierno puede librarla solo. Tiene toda la determinación de hacerlo. Pero si el presidente se apoya en la multitud, que está de su lado, lo lograría más rápido.

Con el ánimo de cada cual, de construir un nuevo México, ¿quién se negaría, por ejemplo, a vigilar los ductos, labor que hacen ya diez mil soldados, marinos y policías federales?

Con una estrategia bien pensada, considerando todos los escenarios, ese potencial social es susceptible de abonar mucho a la tarea presidencial contra la extracción ilegal de carburantes.

Quienes han recibido o reciban la Cartilla Moral, podrían ser los iniciadores de este aporte. Pero es claro que puede contar con todos. Sea por voluntad, que es lo extraordinario; sea por ley, lo cual también es posible. Nadie se negaría a ser una especie de Soldado de la República, en la acepción más honrosa.

En cualquier caso, ahí está el pueblo, en su conjunto, con el presidente. Es un as que puede utilizar para hacer muchas jugadas. Y si a éste suma el que entraña la imperiosa necesidad de castigar a los huachicoleros, tiene dos ases, no en la manga, sino sobre la mesa que, de usarlos, serán un potente motor de su Cuarta Transformación.

SOTTO VOCE… Fuera de la realidad, la ilusión de David López, y del orgullo de su nepotismo —el junior de Metepec que dejó en la ruina al municipio—, de crear un partido con base en el Chilorio Power. ¿Querrá cubrirse porque el fuego está por llegarle a los aparejos?... Julio Menchaca Salazar, presidente de la Comisión de Justicia del Senado, ha puesto la base más sólida de su futuro político con todos los asuntos que ha sacado adelante con éxito, especialmente el del titular de la Fiscalía General de la Nación. Es de Hidalgo… La institución de la Guardia Nacional merece un voto de confianza. Quienes la encabecen, tendrán qué ganárselo con resultados.

ombeluniversal@gmail.com
@mariobeteta

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