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Después de una vida de lucha, el desempeño en cargos importantes, la creación de un partido, dos décadas buscando la Presidencia y 100 días ejerciendo ese poder, Andrés Manuel López Obrador es un fenómeno mundial que parece encarnar una categoría política nueva, que bien podría llamarse totalitarismo democrático.
Histórica y teóricamente, el totalitarismo es el régimen en el que el poder es ejercido autoritariamente por un solo individuo o por un partido único. Al entronizarse, coartan todas las libertades y proscriben cualquier participación social. Están en cada acción y momento de la gente. No reconocen límites ni contrapesos. Hacen su arbitrio y se quedan en el poder tanto tiempo como pueden.
El proceso histórico-político que encabeza Andrés Manuel López Obrador fue respaldado inicialmente por los 30 millones de ciudadanos que lo eligieron y, hoy, por 80% de la población que respalda su mandato.
Al poder que tiene como titular del Ejecutivo, se suman los del Legislativo y Judicial. Con aquél, ha procesado sus propuestas legislativas fundamentales, como la Guardia Nacional; en éste, impulsó la designación de la nueva ministra de la Corte.
Tan solo con eso, la división de Poderes ha quedado diluida. Estamos frente a una concentración de poderes inédita. Todo el poder está en una sola persona. Con ello, el presidencialismo mexicano vuelve a su origen antropológico, el del Tlatoani, esa deidad mítico-mágica, omnipresente, omnisapiente, omnipotente.
En la mentalidad colectiva, ese ser es infalible, perfecto. Es un Dios, al que se tributan culto, obediencia y loa. Esas muestras se ven en la unanimidad para sus iniciativas, los aplausos y el apoyo que le prodigan todos, y el reconocimiento que tiene en cualquier ámbito.
La confesión que hizo Emilio Azcárraga de que “…queremos quedar bien con usted”, sintetiza el sentir generalizado de que Andrés Manuel López Obrador es la única estrella en el firmamento político mexicano y de que, sea quien fuere, se pliega a su voluntad.
En esa línea, se inscribe como algo extraordinario la declaración de Donald Trump, de que AMLO “es un tipo maravilloso”. Tiene razón, pues él mismo, teniendo en su naturaleza los rasgos más visibles y viles del autoritarismo, no ha podido concentrar tanto poder como quisiera para tomar el mundo en sus manos. Sin el sistema de check and balances que rige en Estados Unidos, el mundo tendría otro tirano.
López Obrador tiene la oportunidad de establecer la diferencia entre el autoritarismo clásico y el autoritarismo consensual. Si lo hace mirando a procurar el bien que ha prometido por años, marcará un nuevo punto de partida en la historia de la política mundial.
Para eso, debe tener presente lo que él mismo invoca, de que “el poder atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos”, y recordar la sentencia de Lord Acton, de que “el poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Si pierde el piso, sería muy doloroso, pues la Cuarta Transformación, con Morena como base, se convertiría en el Movimiento de Reconstrucción del Nuevo Autoritarismo.
SOTTO VOCE… Héctor Astudillo, gobernador de Guerrero, prepara con todo detalle la realización del Tianguis Turístico de Acapulco, a celebrarse del 7 al 12 de abril. Será el mejor de la historia, asegura, y el primero que inaugure el presidente López Obrador... El presidente de la Comisión de Justicia del Senado, Julio Menchaca Salazar, ha actuado con tanta discreción como con eficacia en asuntos cruciales como la Guardia Nacional y el nombramiento de la nueva ministra de la Corte. Es la mejor manera de pavimentar su camino rumbo a Hidalgo …Un acierto, el de Yeidkol Polevnsky, al confiar su Comunicación a Raúl Correa. Simplemente, un profesional.
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@mariobeteta