Guste o no guste; para bien o para mal, el presidencialismo mexicano reafirma su vigencia y toma nuevas características, especialmente una, fundamental, hacia el final del sexenio: el control inédito del proceso sucesorio al interior del PRI.

A días para que se dé a conocer el nombre del ungido, que lo será con el ritual de siempre, pero por la voluntad y el poder exclusivos del presidente Enrique Peña Nieto, todo está en calma, a diferencia de tantas otras veces en que se vieron verdaderas manifestaciones de violencia y hasta magnicidios.

Esa intranquilidad-estabilidad; esa zozobra-desesperación que se vieron en prácticamente todas las anteriores sucesiones presidenciales priístas, se tradujeron en un golpeteo inmisericorde entre todos cuantos aspiraban a suceder a su jefe en esa silla sobre la que nadie ha podido definir su encanto. Hoy no se han dado. Y todo indica que, para bien del país, no las veremos.

El hecho de que los aspirantes a la primera magistratura nacional no se estén dando “con todo”, refleja una extraordinaria habilidad de Enrique Peña Nieto para manejar su relevo. Nunca antes se había visto. ¡Vamos! Eso ni siquiera ocurrió en el caso de Carlos Salinas de Gortari, quien, por su estilo personal de gobernar, mantuvo todo siempre bajo control y no pocas veces hasta con puño de hierro.

En el caso actual, se da por sentado que el máximo jefe político es el único que decidirá el nombre de quien tomará la estafeta que ha llevado por más de cinco años. Esa aceptación del priísmo, de la que todo mundo es consciente, se volvió incuestionable desde que se cambiaron los estatutos del PRI y se aprobaron en su Asamblea Nacional del 11 de agosto pasado.

Desde entonces, se estableció una especie de rélax en el ámbito público que, consecuentemente, ha permitido mantener la dinámica de todas las actividades en el país. Nada se ha paralizado. Ni siquiera por los sismos de septiembre. El Presidente está fuera de México ahora mismo y nada se mueve que le genere intranquilidad político-electoral. La oposición, que no acaba por resolver sus pugnas, apenas tiene una pálida presencia en páginas interiores en la prensa.

Con la mención que previamente había hecho Emilio Gamboa de que el abanderado de su partido estaba entre José Antonio Meade, Miguel Ángel Osorio Chong, Aurelio Nuño Mayer y José Narro Robles, todo se volvió espera, entre especulación y “certeza” de que el elegido será fulano o zutano.

Si desde tiempos lejanos el presidente se preocupaba por mantener a su “tapado” entre media docena de posibles, el actual exhibe públicamente a cuatro y oculta entre ellos su decisión o preferencia.

Lo más importante de este magistral juego, que refleja un indiscutible talento, es que, habiendo salido sólo cuatro “en la foto”, se mueven con cautela, a la espera de la decisión final conocida como “dedazo”. Fuera de los mencionados, los demás saben y aceptan que no tienen ninguna oportunidad. Lo único que les queda es aguardar que su amigo, conocido, jefe, ex jefe o compadre sea “el bueno”.

¿Para qué “hacer olas” como se dice vulgarmente, si el candidato saldrá del grupo visible, que cerró toda posibilidad a cualquier otro deseoso? ¿Para qué pelearse, si eventualmente cada uno del grupo ordenó a sus seguidores y/o simpatizantes mantenerse inmóviles para evitar confrontaciones con el que sea designado, a riesgo de tener que pagar la factura a posteriori?

Sobre todo, porque otra de las improntas que apuntan a configurarse con el excepcional, limpio y eficaz manejo de la sucesión presidencial en el PRI, el peñanietismo se perfila hacia su consolidación como “ismo” transexenal; el de la modernidad, en el que las reformas estructurales, especialmente la energética, pasarán a la Historia como lo que nadie se había atrevido a hacer.

Con la disciplina, la lealtad y el consentimiento que con el silencio da ahora el priísmo al presidente Peña Nieto sobre su relevo, y con el estruendoso aplauso con el que seguramente en días aprobará su decisión sobre la sucesión, quienes no sean seguramente podrán mantenerse en el grupo que conforma ahora.

En esa expectativa, lo mejor es no mostrarse ni ser identificado como opositor. El fuego amigo es innecesario cuando se tiene la esperanza de seguir en el poder. La hostilidad y el ataque llevan a la confrontación y a la exclusión en caso de pérdida de una batalla. Ganada la guerra, la recompensa puede alcanzar para todos.

SOTTO VOCE… El gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, consiguió, en sólo unos días, que la empresa Sumitomo tomara la decisión de expandir su planta en Los Mochis. La inversión que hará es de 15 millones de dólares, generará mil nuevos empleos y ampliará su plantilla a seis mil puestos de trabajo. La confianza que genera su gobierno es la clave para la atracción de más capitales al estado… A 14 meses de su administración, el gobernador de Durango, José Rosas Aispuro, ha marcado un punto de inflexión en materia de atracción de nuevas inversiones, generación de empleos y mejora en la atención a la salud de la población. Lo anterior se sustenta en el ataque frontal a la inseguridad, lo que ha sido fundamental para recuperar la credibilidad y la confianza… Muchas expectativas ha levantado la reunión de Ricardo Monreal y Andrés Manuel López Obrador. Será decisiva para que sigan caminando juntos o se produzca una separación, Los costos serían mayores para el líder de Morena. Ojalá el delegado en Cuauhtémoc mantenga una posición digna frente a la traición que colocó a Claudia Sheinbaum como candidata a la Jefatura de Gobierno de la CDMX… De los pocos consejeros electorales que sí trabajan y son receptivos a las sugerencias de la ciudadanía es Marco Antonio Baños. Al parecer, avanza su propuesta para que sean cuatro debates entre los presidenciables y se cambie la figura de moderador (edecán) por dos o tres representantes de los medios de comunicación y uno de la sociedad civil.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses