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La forma como el exsecretario de Hacienda, Carlos Urzúa renunció al cargo, rompe con toda la ortodoxia y las reglas no escritas del sistema.
La cólera del ex funcionario debió ser tal, que no tuvo la cortesía de informar primero a su exjefe la decisión que había tomado. Con esa falta de consideración, quizá quiso cobrarle algún maltrato recibido entre las discrepancias que el propio López Obrador acepta.
Y eso, justamente, es lo que debería cuidar el máximo jefe político. Porque, desacuerdos con sus colaboradores, van a seguir habiendo. Lo importante es que, con el diálogo y las buenas maneras, aprendan a superarlos.
En ningún gobierno se debe imponer como único el criterio del que detenta el poder más grande. Si tiene colaboradores, es porque les tiene confianza en virtud de que poseen conocimientos que deben aportarle para que asuma las mejores decisiones.
Cuando un país está en juego, se actúa en sintonía desde el gobierno, no se traba una pelea de pugilato en la que quiera verse como ganador siempre el que está en la cúspide.
Éste debe escuchar, valorar conjuntamente los temas del momento y optar por lo más conveniente. Eso es lo que voces autorizadas, en todos los tonos y momentos, piden a AMLO.
Porque, aun cuando una persona sea distinguida para ocupar cualquier cargo, tendrá límites en su resistencia para tolerar indefinidamente ser ninguneado, corregido, desmentido, exhibido o ignorado.
Todas las instituciones tienen funciones específicas por ley, como responsabilidades concretas quienes las encabezan. No es mucho pedir que haya apego a la norma. Las cosas serían diferentes.
Lo menos que merece un subordinado, es respeto. Y si la relación no se da en esos términos con quien lo contrata, no es nada improbable que, por dignidad, abandone la “distinción” de cualquier nombramiento.
En lo que va del actual gobierno, ha habido varias dimisiones de altos mandos. El propio presidente reconoció que “puede haber otras renuncias". ¿Cuántas más? ¿Cuándo, si no se rectifica?
Eso es lo que debe evitarse a toda costa, máxime cuando para nadie es un secreto que otros importantes integrantes de su círculo más cercano han expresado sus deseos de abandonarlo, y/o su incomodidad por la mala relación que tienen.
Eso, aunado al salario que devengan y las escasas expectativas de hacer fortuna, de acuerdo con la 4T, son motivaciones que, de generalizarse, podrían provocar el desmoronamiento de la cúpula política. La figura presidencial sería desmitificada y quedaría damnificada.
Urge reflexionar al respecto. Es indispensable conciliar y consensuar. Parafraseando al presidente, se podría decir que, por el bien de todos, primero escuchar. Para él sería muy positivo y enriquecedor. Se le reconocería. Y se le agradecería.
Sotto Voce…El cambio es real. El vuelco es total. El antiguo régimen cruje. Ese proceso apunta a desmontar sus piezas más nefastas y perniciosas. La historia se reescribe. El ¡ya basta! decisivo contra la prevaricación, exigido por toda la sociedad durante tantísimos años y que el gobierno está atendiendo, va en serio. Los depredadores que, por generaciones, han amasado inmensas y ofensivas fortunas por corrupción, inmunidad e impunidad, tendrán qué vérselas ante la ley. El fiscal general de la Nación, verdaderamente autónomo, responsable y honesto, está empeñado en llevar los casos más extremos y escandalosos hasta sus últimas consecuencias. Cortará esa tara a la República. Con ello, el presidente dará al pueblo el sorbo de justicia que tanto anhela. Y ambos ganarán la gloria y la Historia… Reflexión interesante, la que hace el licenciado Alejandro Desfassiaux, fundador del Consejo Nacional de Seguridad Privada, respecto de la estrategia que adoptará el gobierno con la Guardia Nacional en las vacantes que dejarán el Ejército y la Marina en algunos puntos de Aduanas y Ferrocarriles.
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