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En la perspectiva más cierta del resultado electoral presidencial de 2018, ninguna de las fuerzas partidistas aliadas será tan fuerte para imponerse a las demás, ni tan débil para consentir que las otras las dominen. Y ese será un problema enorme para el próximo presidente de la República, sin importar de qué partido sea, para la sociedad y para el país.
Por la configuración grupal actual hacia la disputa que se librará en julio del año entrante, el PRI, PVEM y quizá el Panal formarán una primera alianza que, sumados sus porcentajes de intención de voto, apenas alcanzarán una tercera parte de los sufragios.
Proyectado ese resultado hacia el Congreso, órgano vital de cualquier Estado, no tendrán mayoría para validar sus decisiones frente a los demás grupos. Cualquier iniciativa devendrá en forcejeos, enfrentamientos, suspensión de la actividad legislativa, demora en la construcción del andamiaje legal que el país necesita…
La otra coalición en perspectiva de obtener un tercio de los votos, es el Frente Ciudadano por México, que con todo y sus manifiestas intenciones de unirse, no lo consigue por las dificultades que tiene para designar a su candidato.
Aun cuando el PRD y el PAN alcanzaran un arreglo avalado por su otro socio, el MC, y postularan a Miguel Ángel Mancera o a Ricardo Anaya, no tendrían posibilidad alguna de aprobar ninguna ley solos. El escenario de desorden, anarquía y parálisis legislativa serían inevitables también.
Y con Andrés Manuel López Obrador y Morena con la tercera parte de los votos trasladada a las Cámaras de Diputados y de Senadores, la realidad sería quizá todavía peor por el rechazo, la animadversión y hasta el rechazo que concita.
En ese caso, sería de esperar que, casi por definición, nada que fuese propuesto por su fracción, fuese avalado. La pugna y el inmovilismo serían catastróficos. Lamentable resultado de la democracia.
Las candidaturas independientes, con Margarita Zavala y Jaime Rodríguez, en caso de que consigan reunir las cerca de 900 mil firmas de apoyo para formalizar su candidatura, y sin ninguna posibilidad de llegar a Los Pinos, pulverizarían y debilitarían más aún el casi seguro resultado a tercios.
En esa delicada perspectiva, quedará el recurso de la negociación, obligada por las presiones, el chantaje y la búsqueda de ventajas individuales y partidistas en un contexto de permanente necesidad de hacer aprobar normas al costo que sea.
En ese caso, el mayor poder le asistirá al partido cuyo candidato haya ganado la silla presidencial y tenga el aparato de gobierno y todos los recursos a su disposición para hacer arreglos en lo “oscurito”. En el entendido, ¡claro!, de que todos saben y quieren hacerlo, que a nadie ruboriza y que es una práctica en la que cualquiera puede participar, dados los usos ya institucionalizados.
En México, a como se perfilan los posibles maridajes de manera casi inevitable, se convertirían en instrumentos facciosos en los que previsiblemente predominará el interés de las cúpulas. Por lo que han hecho, sobre todo en los últimos años, nada sugiere que eso pueda ser diferente. Menos aún, sabiéndose con un poder decisivo de transacción que cada cual puede necesitar en algún momento.
Si el proceso electoral que está en marcha es uno de los más difíciles en la historia moderna y apunta a una realidad poselectoral aún más compleja, e independientemente de que Lorenzo Córdova, presidente del INE, afirme que los resultados serán confiables y exactos como nunca y se darán a conocer a las 23 horas del primero de julio, es lo menos que podemos esperar.
SOTTO VOCE… Todo indica que, personaje único en la historia de México, el ingeniero Carlos Slim será condecorado este año con la Medalla Belisario Domínguez. La mayoría de los integrantes de la respectiva Comisión senatorial han ponderado su vida y su obra. El dictamen podría ser dado a conocer hoy mismo… A nadie sorprendió el discurso de Luis Videgaray en favor de José Antonio Meade. Pero con todas las interpretaciones que se le puedan dar, lo más inesperado puede ocurrir sobre la candidatura presidencial del PRI. Sería un error asumir que el presidente Peña Nieto no puede sorprender a todos en la designación de su sucesor.
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@mariobeteta