El propósito de Andrés Manuel López Obrador de animar la construcción en su momento de una Constitución Moral, angustiado por los problemas irrefrenables que envuelven a la sociedad, pero también con el ánimo de ganar adhesiones y votos para los comicios, es tardío, inviable e innecesario.
Nadie duda de la necesidad y la urgencia de poner freno a la corrupción, que todo lo carcome día tras día, pero la propuesta del candidato presidencial de Morena cae en el vacío a partir de algunas consideraciones. Por ejemplo:
Todos los estados nacionales, para alcanzar ese estatus, tienen como base y punto de partida una Constitución política. Sólo este hecho, implica pasar de la brutalidad a la civilidad; de la sinrazón a la razón; del Estado de Naturaleza, que es la fuerza descarnada, a la fuerza de la ley y de las instituciones. Eso es moral. Es la cristalización del Pacto Social.
Toda Constitución política es fundamentalmente moral por cuanto que mira a la permanencia y recreación de la sociedad en normas aprobadas por todos y consideradas buenas por todos. Estas son de aplicación general, no confieren privilegio a nadie y quienes las violan se hacen acreedores a una sanción.
La política es esencialmente ética, entendida como un deber ser, por cuanto que se funda en valores y objetivos concretos como la preservación de la vida, la libertad y la búsqueda del bien común. Es la procuración del humanismo en su más alto grado, puesto que se ocupa de los ciudadanos, la parte que más debe apreciarse en los Estados, pero que hoy más se desprecia en todos lados.
El gobierno de la polis griega, de la civitas romana y del Estado moderno han tenido el Derecho como piedra de toque de su constitución y su existencia. Este, en buena medida, se nutre de principios religiosos, que son eminentemente morales. Pero por su propia naturaleza, no son generales, no son de observancia obligatoria y no contemplan ningún tipo de castigo.
Como es claro que ningún Estado perduraría únicamente por la buena voluntad de todos, es que los grandes principios de la religión judeo-cristiana se trasladaron al Derecho, que los convierte en un imperativo con base en la coerción.
La conciencia, dice Hegel, son mil ojos que nos observan por dentro. Y la conciencia sólo viene de la educación, materia auxiliar indispensable de la política, pues sólo mediante ésta se generan lo que llanamente dicho son las buenas costumbres. En la historia, estas han sido infalibles para vivir bien y tener una larga vida. Y si alguien está en obligación de ejercer esa didáctica, son los gobernantes.
En nuestro país, los más grandes propósitos ético-morales están contenidos en la Constitución Política de 1917. Es irracional que a un sólido edificio político se le encime un accesorio que nadie va a apreciar y por el que nadie se va a guiar. Si la obligatoriedad de la ley no compromete ni refrena a nadie en la actualidad, es impensable que con el voluntarismo de una Carta Magna Moral alguien lo haga.
Propiamente, los diez mandamientos de la ley cristiana, reflejados incluso en las múltiples disposiciones normativas para regir la conducta de muchas sociedades, incluida la nuestra, no sirven de nada. Ésta ha entrado en el tobogán de desenfreno y la licencia, que no la paran ni la ley ni la religión. La perversidad, que emerge por la ausencia y/o la deficiencia de la educación, ha superado todos los códigos morales y legales.
En ese caso, lo que hay que hacer es crear, recrear o revalorar la conciencia colectiva, lo cual solamente es posible por medio de la educación que, además de todo su andamiaje, mire en gran medida a conocer y a obedecer las leyes.
El problema de la corrupción que nos corroe y al cual se suman la impunidad y la violencia, en un círculo vicioso inacabable, no es de leyes. Éstas, ahí están. Lo que se requiere es obedecerlas. Y quienes deben empezar son los integrantes de la clase política.
¿Es moral y ético acaso impulsar a curules y escaños en el Congreso a personas de cuestionada integridad pública, como algunos de los que AMLO y Morena colocará en el órgano político por excelencia, que debe hacer las leyes mirando a la construcción de una mejor sociedad?
Para salir del pantano en el que hemos caído y recomenzar, una sentencia de Juan Jacobo Rousseau puede ser de inestimable utilidad: si educas a los niños, ninguna necesidad tendrás de castigar a los hombres. Y la mejor educación que se puede y debe ofrecer es la obediencia a las normas terrenales. Las de otro orden, muy respetables, son privadas. Quedan en la intimidad de cada cual. De donde se concluye que es indispensable saber, por lo menos, qué se propone.
SOTTO VOCE… A los perredistas Mauricio Toledo y Leonel Luna, así como a su amigo Jorge Romero, del PAN, se les cayó el millonario negocio por el que ya se frotaban las manos, pues iban a manejar libre, ilegal y probablemente de manera impune, miles de millones de pesos destinados a la reconstrucción de los daños que produjeron en la Ciudad de México los sismos de septiembre pasado... Dicen personajes de alto nivel que a Ricardo Anaya “le seguirá lloviendo”. A propósito, Manuel Barreiro, vinculado con el candidato presidencial en la presunta triangulación de recursos, fue localizado en Canadá. Si lo regresan a México, habrá que estar muy atentos de lo que declare en relación con la compra y venta de terrenos en el estado de Querétaro durante la administración del ex gobernador panista, Francisco Garrido Patrón.
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@mariobeteta