Como nunca antes, la disputa por la Presidencia de la República en 2018 será feroz. El proceso electoral que está en marcha se prevé complicado en todas sus vertientes. Los extremos en todas sus manifestaciones, sin alarmismo, no son algo que se pueda descartar.
Pero son peor todavía los escenarios postelectorales que pocos han considerado, que hay que visualizar y que, en la medida de los posible, es obligado evitar, sobre todo si entrañan cualquier expresión de violencia. El más importante que hay que ponderar, dada la importancia de sus funciones y su duración, es el que se formará en torno del Congreso, por cuanto que en esa institución se hacen las leyes que dan vigencia al Derecho, viabilidad a las políticas públicas, y sustancia a la democracia.
¿Qué presidente, del partido que sea, podrá enviar a las Cámaras de Diputados o de Senadores alguna iniciativa de ley en perspectiva de ser aprobada sin tener mayoría que la apruebe o después de que se pierda tiempo mientras se hacen todo tipo de maniobras para lograrlo?
La encuesta que coloca en empate técnico a las tres posibles alianzas (PAN-PRD-MC, PRI-PVEM-Panal, y Morena-PT) publicada ayer por EL UNIVERSAL, lejos de ser una buena noticia que hable de un proceso sano de democratización, es quizá la peor, vista hacia los meses que faltan para el relevo del poder.
Si el candidato presidencial ganador es de la primera dupla, sea de origen panista, perredista o un externo, sus propuestas difícilmente pasarán. Las otras dos coaliciones, aun siendo “antagónicas”, harán todo lo posible para obstruirlas. Si triunfa el abanderado de la tríada, ocurrirá lo mismo, con la salvedad de que el priísmo es capaz de hacer todo tipo de alianzas, de negociar al precio que sea y de formar una mayoría en cada caso.
Pero la experiencia ha constatado reiteradamente que ese es un método muy pernicioso, puesto que los acuerdos en lo “oscurito”, nacidos de eventuales corruptelas, entrañan la aprobación de iniciativas antipopulares con las que se recrean muchas de las prácticas que la sociedad aborrece y que quiere cambiar.
De encumbrarse Morena-AMLO, quizás se producirían las peores condiciones de conducción política. No sólo no podría tener al mayor número de congresistas aprobando sus proposiciones, sino que los tendría en contra. El resultado, en cualquier caso, sería el desorden, el caos, la toma de las tribunas, los cercos policiacos, la posibilidad de enfrentamientos y de violencia, la anarquía. A un gasto y un desgaste inimaginables, para el perdedor de siempre.
Con un Congreso paralizado, incapaz de abonar en todas sus formas al andamiaje legal para el adecuado funcionamiento de las instituciones, de la sociedad y del país, éste se vería sometido a situaciones absolutamente peligrosas e indeseables.
¿Quieren José Antonio Meade, Miguel Osorio Chong, Aurelio Nuño o José Narro, del PRI; Miguel Mancera, Ricardo Anaya o Rafael Moreno Valle, del Frente Ciudadano por México, o Andrés Manuel López Obrador de Morena, gobernar un país —visto como un tren—, sin tener la dirección en sus manos, sin frenos y con la máquina acelerada a su máxima capacidad?
Si cualquiera de ellos puede llegar a Los Pinos, es fundamental que desde ahora prevean lo que les espera. En un acto de conciencia, ya como candidatos, tendrían la obligación moral de concretar acuerdos previos mirando, en términos de prevención, lo que harán sin un Congreso que actúe en línea con ellos.
La idea del gobierno de coalición que como Manlio Fabio Beltrones y Juan Ramón de la Fuente han sugerido como posibilidad de arreglo a las inevitables minorías congresionales que se avecinan, derivadas de un triunfo a tercios, serían una solución muy costosa. La ciudadanía perdería en todos los casos porque ese modelo apunta a convertirse en transacciones cupulares que pocas veces la benefician.
Si para gobernar el país el próximo presidente se verá irremediablemente obligado a repartir el poder como condición para poder gobernar, ¿por qué no hacerlo ex ante, con reglas claras y compromisos ineludibles para candidatos y partidos, viendo a la indispensable necesidad de formar mayoría en las Cámaras, para dar viabilidad a México?
SOTTO VOCE… Los diputados panistas de Querétaro le aprobaron el manejo discrecional de 7 mil millones de pesos a su jefe para 2018. La pregunta es si le confirieron ese impugnable derecho a cambio de nada. La sospecha colectiva es que se trata del asalto de una banda comandada por el veterinario-gobernador que hace panchos... La atinada reunión que tuvo el doctor Miguel Ángel Mancera con los “comandantes” del Frente abre la única posibilidad de obligar a Ricardo Anaya a adoptar una posición más flexible en su “método” de selección y elección del candidato presidencial… La aclaración que hizo César Camacho para defender a sus compañeras del tricolor resultó más ofensiva que el propio grito contra el diputado de Morena. ¿O cree que la sociedad en su conjunto sufre de algún retraso mental?