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Texto: Horacio Jiménez
horacio.jimenez@eluniversal.com.mx
Nairobi, Kenia
Jorge Lagunas-Celis es un mexicano emanado del Servicio Exterior, quien desde hace casi tres años es el latinoamericano que ocupa el cargo más alto en la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Es egresado de la carrera de Relaciones Internacionales de El Colegio de México y posteriormente el gobierno de Francia le otorgó una beca para realizar su maestría. Actualmente tiene 42 años y habla cuatro idiomas: español, inglés, francés e italiano.
Su cargo es director de Temas de Gobernanza del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y secretario de la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Durante los últimos tres años ha trabajado con presidencias de países como Mongolia, Costa Rica, Estonia y, ahora, Noruega.
Su carrera diplomática la empezó en Nairobi a los 27 años, y el apoyo de quienes fueron sus jefes y el concursar por distintos cargos le permitieron ascender y llegar a otros espacios.
Tuvo que renunciar a su plaza en el Servicio Exterior Mexicano si quería formar parte de las Naciones Unidas y servir a 193 países en la lucha contra el cambio climático. Políticos de diferentes partidos lo ayudaron, como Luis Ernesto Derbez y Luis Videgaray, pero él dice que ha servido a México más que a colores partidistas.
¿Cómo llegaste al PNUMA?
—Un poco por fortuna. Ingresé al Servicio Exterior en 2006 y como parte de esa promoción en aquel entonces el canciller Luis Ernesto Derbez, en un esfuerzo de promover la transparencia en la distribución de los destinos diplomáticos, decidió que se iban a hacer por sorteo y el destino me deparó Kenia.
¿Qué estudiaste?
—Estudié Relaciones Internacionales en El Colegio de México y posteriormente tuve una beca del gobierno de Francia que me permitió realizar mis estudios en el Instituto de Estudios Políticos de París.
He sido beneficiario siempre de las instituciones mexicanas de educación superior y de la cooperación internacional.
¿Cuántos idiomas hablas?
—Inglés, francés, español y me defiendo con el italiano.
¿Eres de la Ciudad de México?
—Sí, soy de la Ciudad de México y mi familia viene de Veracruz y de Puebla. Mi mamá es historiadora, mi papá es ingeniero químico.
¿Llegas a Nairobi de 27 y luego?
—Encuentro una realidad muy diferente, un contexto completamente distinto al que hay en nuestro país, pero a la vez muchas similitudes en materia de rezagos sociales, en desigualdad, en la necesidad de preservar el medio ambiente, y encuentro en Naciones Unidas un espacio en donde se llevan a cabo una serie de reformas y de cambios en la arquitectura ambiental internacional y esa combinación crea en mí una pasión por entender más. Fui apoyado por Luis Javier Campuzano, quien es director general para la ONU en la Cancillería, y por el embajador Juan Carlos Cué, que fueron mis jefes.
¿Qué te movió?
—Dámaso Luna fue nombrado director general adjunto y empezamos a trabajar una nueva posición de México hacia la gobernabilidad internacional. La simbiosis que se generó con embajadores en Nairobi y en México permitieron un camino que entre 2005 y 2015 resultó en una agenda integrada de desarrollo, el establecimiento de esta Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y en la contribución a la nueva gobernabilidad del desarrollo sostenible con la creación del Foro Político de Alto Nivel en Nueva York.
¿Y después?
—En 2010, esta pasión me llevó a solicitar mi cambio como funcionario del Servicio Exterior Mexicano y mi traslado de Nairobi a Nueva York, y ahí tuve el apoyo del subsecretario Juan Manuel Gómez Robledo. En 2014 fui prestado por el gobierno de México para el gobierno de Antigua y Barbuda, que presidía la Asamblea General de las Naciones Unidas, y el presidente de la Asamblea General me designó su asesor especial para temas de desarrollo sostenible y lo apoyé en su gabinete. En 2015, a través de un concurso, ingresé a la secretaría de las Naciones Unidas y el Servicio Exterior amablemente me dio una licencia. Fue una decisión que tuve que tomar si continuar sirviendo a los intereses de mi país o continuar apoyando desde este escenario más global y servir a 193 países.
¿Ya no vas a México?
—México está muy cerca de mi trabajo, y dentro de mi ámbito de responsabilidades voy a México cada vez que puedo. Todos los días leo los periódicos y me mantengo enterado.
Eres una historia de éxito. ¿Qué dices de quienes aseguran que el Servicio Exterior Mexicano es elitista y que les pagan muy bien?
—Hay que estudiar los casos específicos. De mi generación del Servicio Exterior, más de la mitad de los funcionarios que egresamos fuimos de una u otra manera producto de la educación pública mexicana. En el exterior, efectivamente existe una percepción sobre diferencias en condiciones y en percepciones salariales. La realidad es que vivimos en una situación de honrosa medianía.
¿Cómo ves a tus colegas?
—Algo que a mí me impresiona ahora que ya no soy funcionario del Servicio Exterior es que, en mi caso, y muchos de mis colegas de mi generación se identificarían con esta frase: yo en muchas ocasiones pagaba para trabajar por México, uno tenía que poner de sus ahorros, buscar dónde recortar porque la pasión, que yo y muchos de mis colegas tenían, nos llevaba a hacer sacrificios familiares, económicos, financiero y laboral.
¿En el Servicio Exterior Mexicano no se vive con lujos?
—Los funcionarios no viven con lujos y en Naciones Unidas tampoco se vive con lujos, esa es la realidad.
¿Cuál es tu función en las Naciones Unidas?, ¿tiene 193 jefes?
—Como secretario de la Asamblea tienes que servir, apoyar y permitir que dentro de ciertas reglas y los límites que da la carta, que todos los Estados, independientemente de sus posiciones, puedan hacerlas oír. Existen presidencias que manejan del lado político que son electas por los Estados miembros. Yo soy funcionario secretario y hay presidentes electos. Soy la maquinaria operativa de los órganos de gobierno y los jefes son los Estados miembros.
¿Cuánto llevas en el cargo?
—He tenido el privilegio de servir presidencias de países como Mongolia, Costa Rica, ahora Noruega.
¿Cuánto dura tu cargo?
—Mi cargo está a disposición del secretario General de las Naciones Unidas y, como para cualquier funcionario de las Naciones Unidas, el cargo se renueva cada dos años.
¿Cómo verías que México pudiera encabezar al PNUMA?
—Por supuesto, sería una buena mancuerna, pero el turno de las presidencias para la Asamblea se basa por el principio de la rotación geográfica. Tuvimos Costa Rica en el ciclo pasado, ahora fue electo el ministro de medio ambiente de Noruega.
¿Le falta algo a México en el tema ambiental?
—Creo que todos los países de algún modo están retrasados en materia ambiental, no sólo México, y los desafíos nos llaman a que todos lleven a cabo transformaciones sistémicas en los patrones de producción y consumo, y en el manejo de recursos.
¿Cómo ves al gobierno de AMLO?
—Me parece que es un paso adelante la gran legitimidad, el apoyo, la gran expectativa que hay detrás del pueblo de México por lograr un cambio importante y, sobre todo, para lograr avances sociales.
¿Estuviste con los gobiernos del PAN y del PRI?
—Mi ingreso al Servicio Exterior fue en 2006 con el canciller Derbez y bajo el presidente Vicente Fox tuve el privilegio de apoyar la administración del presidente Felipe Calderón, así como servir durante dos años bajo la administración de Enrique Peña Nieto y mi separación se concretó en 2017, mi separación definitiva después de tres años de licencia. Ya no tuve el privilegio de trabajar en la administración de Andrés Manuel López Obrador.
¿Trabajaste por México sin colores partidistas?
—Totalmente.