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Mientras Francisco Cobos, periodista en Univisión, vacacionaba en París con una de sus hijas, logró reconocer a tres peculiares comensales en un lujoso restaurante próximo a los Campos Eliseos: Angélica Rivera y sus hijas Sofía y Fernanda.
Con su celular, Cobo consiguió tomar unas fotografías . El hecho no pasó inadvertido para los miembros de la escolta de la señora Rivera (se presume, elementos del Estado Mayor Presidencial), que de inmediato abordaron al periodista para obligarle a borrar las imágenes captadas.
Uno de los guardaespaldas le obligó a meter la mano en una bolsa negra. "Mira, aquí está mi pistola. Tómala como garantía mientras veo tu celular para que sepas que no me voy a ir corriendo, solo necesito ver lo que grabaste y lo borres". Pese al acto intimidatorio, Cobos finalmente consiguió salvar dos fotografías que han circulado ampliamente a través de las redes sociales.
El forcejeo entre los elementos a cargo de la seguridad de la señora Rivera y el periodista fue grabado por la hija de Cobo, quien consiguió ponerse a salvo y registrar los hechos a través de un teléfono celular.
"Me dijeron que necesitaba que borrara el video, obviamente les dije que no lo iba a hacer", comentó el periodista en su perfil en Facebook, donde se puede apreciar a dos hombres con bolsos de mano color negro, quienes se alejan del lugar, mientras Rivera se muestra indiferente con lo sucedido.
El lunes 6 de agosto en las redes sociales se registraron otras imágenes cargadas de profundo significado. La presencia de Andrés Manuel López Obrador en el transporte público rumbo al Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México, para abordar un vuelo comercial rumbo a Ciudad Juárez, Chihuahua.
En un video que ha circulado en Twitter se puede apreciar al tabasqueño conversando y bromeando con los pasajeros. Inclusive un pasajero le pregunta si ya estaba listo para el diploma, en alusión a la constancia de presidente electo que recibiría el miércoles 8.
También circularon en redes sociales algunas imágenes de AMLO en el interior del aeropuerto, cargando una maleta roja barata y complaciendo a las personas que le pidieron fotografiarse con él.
El contraste entre las imágenes que dan cuenta del mundo de frivolidad de la primera dama y sus hijas, frente a la sencillez de López Obrador resulta abismal y, por supuesto, muy didáctica de lo ocurrido en las urnas el domingo primero de julio.
Rivera parece haberse formado en la misma escuela de vida que Karime Macías, la esposa de Javier Duarte, y supone que también merece la abundancia.
Aún en la agonía del sexenio, la primera dama aún no se reconoce como persona pública, como atinadamente destaca Ernesto Villanueva en Proceso: “El interés público no es ni el morbo ni la curiosidad. Significa aquella información que contribuye a que la sociedad pueda tener información para ejercer derechos y cumplir obligaciones con el mayor número de datos posible. Es evidente que casi todo lo que haga la señora Rivera tiene esa connotación de interés público (…) la señora lleva a cabo una función pública y, por esa razón, debe rendir cuenta de lo que hace, con mayor razón si se trata del ejercicio de recursos públicos”.
Hace algunas décadas, cuando la prensa internacional publicaba alguna nota que eventualmente pudiese incomodar la sensibilidad del Presidente, el secretario de Gobernación en turno, en su calidad de primer censor de la nación, enviaba agentes a los aeropuertos para poder incautar la mayor cantidad posible de ejemplares.
Hoy resulta imposible pretender ejercer similares prácticas de censura. Efectivamente, el poder de la ubicuidad de las redes sociales es un poderoso recurso ciudadano.