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El martes 12 de marzo, la World Wide Web cumplió 30 años. Por tal motivo, sir Timothy Berners-Lee, su creador, publicó, en WebFoundation.org, agudas reflexiones sobre el significado del impacto social de la web en nuestros días.
El modesto sistema de gestión de información concebido por Tim Berners-Lee para uso personal, con el paso de los años fue desplegando insospechables posibilidades hasta afirmarse como uno de los inventos más trascendentes en la historia de la humanidad. La web no solo establece un parteaguas en la historia de Internet; más importante aún, en el desarrollo mismo de la comunicación humana.
De acuerdo con cifras que la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) dio a conocer el 31 de diciembre de 2018, tres mil 900 millones de personas cuentan con acceso a Internet.
La web, dice Berners-Lee “se ha convertido en una plaza pública, una biblioteca, un consultorio médico, una tienda, una escuela, un estudio de diseño, una oficina, un cine, un banco y mucho más. Por supuesto, con cada nueva característica, cada nuevo sitio, la división entre los que están online y los que no lo están aumenta la necesidad de hacer que la web esté disponible para todos”.
Sin embargo, Berners-Lee, quien además de la web construyó el primer navegador y el primer servidor web, no omite señalar los problemas que la web introdujo: “también ha creado oportunidades para estafadores, ha dado voz a quienes propagan el odio y ha facilitado todo tipo de delitos”.
Berners-Lee identifica tres fuentes disfuncionales: “1. Intentos maliciosos y deliberados, como piratería y ataques patrocinados por el Estado, comportamiento criminal y acoso en línea. 2. El diseño del sistema crea incentivos perversos donde se sacrifica el valor del usuario, como los modelos de ingresos basados en anuncios que recompensan comercialmente a clickbait y la propagación viral de la información errónea. 3. Consecuencias negativas involuntarias del diseño benevolente, como el tono y la calidad del discurso en línea indignado y polarizado”.
Para amortiguar los efectos de la primera fuente de disfuncionalidad, la cual ni fue originada en la web ni podrá ser solucionada solo en la web, Berners-Lee recomienda crear leyes y códigos para sancionar esos comportamientos. La segunda fuente implica el rediseño de los sistemas y los algoritmos de manera que cambien los incentivos. La tercera demanda mucha investigación para comprender los sistemas existentes y modelar nuevos o modificar los actuales.
“No se puede culpar a un solo gobierno, a una red social o al espíritu humano. Las narraciones simplistas corren el riesgo de agotar nuestra energía mientras perseguimos los síntomas de estos problemas en lugar de centrarnos en sus causas fundamentales. Para hacerlo bien, debemos unirnos como una comunidad web global”, afirma atinadamente Berners-Lee.
La Web Foundation está trabajando con gobiernos, empresas y ciudadanos para construir un nuevo Contrato para la Web. Los gobiernos, puntualiza Berners-Lee, “deben traducir las leyes y regulaciones para la era digital. Deben garantizar que los mercados sigan siendo competitivos, innovadores y abiertos”. Mientras que las empresas “deben hacer más para garantizar que su búsqueda de beneficios a corto plazo no sea a costa de los derechos humanos, la democracia, los hechos científicos o la seguridad pública. Las plataformas y los productos deben diseñarse teniendo en cuenta la privacidad, la diversidad y la seguridad”.
Y lo más importante de todo es que los ciudadanos deben responsabilizar a las empresas y los gobiernos por los compromisos que asuman, y exigir que ambos respeten la web como una comunidad global. Aún parece factible poder remediar la web, sentencia Berners-Lee. De nosotros depende.