Ana Velasco

La evidencia que sitúa a México como un productor de fentanilo aumenta, pero poco se discute de su papel en el reformulamiento en el combate a las drogas y en la relación bilateral con Estados Unidos . La semana pasada, la Fiscalía General de la República (FGR) dio a conocer que aseguró una bodega en Nuevo León, que presuntamente era utilizada como laboratorio para la producción de fentanilo. Según informó la FGR, el aseguramiento fue en colaboración con la Administración para el Control de Drogas, la DEA por su siglas en inglés. Fue calificado como “uno de los aseguramientos más importantes e históricos”.

Un reporte publicado en marzo por los Centros de Control y Prevención de Enfermedades del Departamento de Salud y Servicios Humanos del gobierno de Estados Unidos, confirmó que este país vive una tercera ola de la epidemia de opioides. La primera fue caracterizada por el consumo de medicamentos legales recetados para el dolor, luego por la heroína, y ahora el fentanilo . El fentanilo es un poderoso opioide sintético que puede detener la respiración en menos de un minuto y es de bajo costo. Su consumo en Estados Unidos comenzó a aumentar a finales de 2013 y, de acuerdo con el reporte, las sobredosis fatales relacionadas con el fentanilo se han duplicado cada año siguiente.

La mayor parte del fentanilo ilegal que se consume en Estados Unidos es producido en China . Una parte llega a México y es transportada al norte, principalmente por el paso fronterizo entre Tijuana y San Diego. Los informes de la DEA indican que el fentanilo enviado directamente desde China suele incautarse en cantidades más pequeñas, pero la pureza generalmente supera el 90 por ciento. En cambio, el tráfico de fentanilo por tierra hacia Estados Unidos desde México es típicamente en grandes cantidades a granel pero con una pureza mucho menor.

Sin embargo, los grupos de crimen organizado mexicanos están adquiriendo experiencia como fabricantes o bien, robándolo de distribuidores autorizados. Si la demanda en Estados Unidos continúa incrementando, la oportunidad para que los productores mexicanos superen la curva de aprendizaje que les permita ofrecer un fentanilo de mayor calidad y, por lo tanto, más competitivo, también aumenta.

Aunque el tema de la cooperación bilateral en migración ha acaparado la atención en los últimos meses, el tráfico de drogas hacia Estados Unidos permanece en la agenda del presidente Donald Trump. A principios de abril, Trump amenazó con imponer un impuesto del 25 por ciento sobre las importaciones de automóviles mexicanos a Estados Unidos, "si las drogas no se detienen o no se detienen en gran medida" en el plazo de un año. De hecho, la amenaza inicial era cerrar la frontera pero más tarde se retractó.

El año pasado, el presidente Trump acusó a China de estar detrás de la crisis de los opioides en su país alegando que el fentanilo estaba "vertiéndose en el sistema postal de Estados Unidos". Aunque el gobierno chino prohibió la fabricación y venta de algunos tipos de fentanilo desde 2017, este año volvió a incrementar los controles tras las presiones de la Casa Blanca. Sin embargo, la propia DEA reconoce que, ante el volumen de la demanda, los proveedores de fentanilo continuarán experimentando con nuevas sustancias relacionadas con fentanilo y con métodos para eludir las nuevas regulaciones.

No es el primer caso en que un presidente de Estados Unidos culpabiliza y presiona a otros países, incluído México, para que detenga el tráfico de drogas. Lo que sí sorprende es la nula presencia de esta nueva variable en el llamado “reformulamiento” en el combate a las drogas del gobierno federal. En el reporte “Cimientos de las Políticas de Seguridad: primeros pasos y tareas pendientes” publicado por el Observatorio Nacional Ciudadano en mayo, hicimos una revisión de los principales documentos presentados por el gobierno federal en esta materia: la Estrategia Nacional de Seguridad Pública (ENSP) y anexos, y el Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2019-2024. En ninguno de los dos documentos se ha hecho una mención explícita al fentanilo.

La ENSP identifica a Estados Unidos como “el mayor consumidor de drogas del mundo con 27 millones de consumidores habituales y decenas de miles de muertes anuales por intoxicación y sobredosis.” Por su parte, la DEA argumenta que las organizaciones mexicanas de narcotráfico son los proveedores extranjeros más grandes de heroína, metanfetaminas y cocaína a Estados Unidos. Los proveedores mexicanos son responsables de la mayoría de la producción de heroína y metanfetamina, mientras que la cocaína se produce en gran parte en América del Sur, y luego se transporta a través de México.

El foco rojo está en que los carteles mexicanos también han sido identificados por las autoridades estadounidenses como fabricantes de fentanilo, por ejemplo, en la Evaluación Nacional de Amenazas de Drogas 2018 de la DEA. Según una investigación de Insight Crime, las dos organizaciones criminales más grandes de México, el Cártel de Sinaloa y la Cártel Jalisco Nueva Generación, son los proveedores mexicanos más importantes de la droga y sus precursores, aunque las organizaciones criminales más pequeñas y los contratistas desempeñan un papel importante en la producción y transporte de la droga a lo largo de la cadena de distribución.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han identificado este opioide como un objetivo prioritario. En el apartado 5 de la ENSP no se hace mención al fentanilo por lo que no se cuenta con información para entender cómo se inserta en el cambio de paradigma de combate a las drogas que el gobierno federal busca emprender. Sin embargo, expertos del Brookings Institute sugieren que el abordaje de los opioides sintéticos, como el fentanilo, es un área de oportunidad en la relación entre México y Estados Unidos. El andamiaje de cooperación ya montado entre estos países en materia de combate a las drogas puede suponer una ventaja comparativa con respecto a la cooperación entre Washington y Beijing por la experiencia compartida en la materia durante años.

Por otra parte, la producción de fentanilo desde México tiene otro efecto colateral que debe ser atendido. La repentina disminución en la demanda de heroína en Estados Unidos significa que las amapolas del opio ya no representan un negocio rentable para los habitantes de las regiones productoras de esta droga en México. Un reporte reciente del Noria Research y el Mexico Institute calculó que, con el aumento en el uso de fentanilo, la demanda de heroína mexicana ha disminuido de manera brusca y que esto ha tenido un efecto inmediato en el ingreso de los pequeños productores de opio en zonas marginales del país. Esto podría significar una oportunidad para la propuesta de sustitución de cultivos que hizo el gobierno federal durante campaña y que parece haber abandonado en la ENSP.

El aseguramiento del laboratorio de fentanilo en Nuevo León es un claro ejemplo de cómo la cooperación bilateral en materia de seguridad funciona a nivel técnico entre dependencias, en este caso la FGR y la DEA. Esto no es un detalle menor y varios analistas coinciden en que uno de los logros de la Iniciativa Mérida ha sido precisamente institucionalizar la cooperación. Sin embargo, es muy probable que la presión por parte de Estados Unidos al más alto nivel político resurja en los próximos meses, especialmente por la cercanía de las elecciones presidenciales. El gobierno mexicano tiene la oportunidad de dar prioridad al combate de una droga en la que los cárteles están todavía lejos de gozar de un monopolio, e incluso ganar una carta de negociación cuando sea requerida.

@_anavelaso @ObsNalCiudadano

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